CULTURALIA

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EL COLIMA DE LA INDEPENDENCIA

Por: Noé Guerra Pimentel

Para iniciar debo puntualizar que en la Nueva España (que no “México”, pues como tal no existía), todo era caos con los ecos de las noticias venidas ultramar desde la vieja Europa. A ciencia cierta nadie sabía contra quién se pelearía, si sería contra los franceses que ya habían tomado España y eventualmente ya estaban invadiendo este suelo, si contra el Virrey en turno o contra el propio “masiosare” ¡No! ¡Ya, en serio! el caso es que a partir de las evidencias se deduce que lo último que pudo haber motivado el incipiente levantamiento que de manera muy focalizada inició en el bajío nunca pretendió de origen rebelarse contra el monarca español ya en desgracia y defenestrado como estaba por las Napoleón, lo que se confirma con la presunta arenga del cura de Dolores. Lo que sí es que la incertidumbre devino en irrefrenable violencia, como resultado de la inercia que el debilitado gobierno Virreinal ya no pudo contener, misma que el clero católico a trasmano venía alimentando años atrás, inconforme por el cobro de los vales reales o impuestos sobre las crecientes propiedades monacales.

Sobre los hechos de lo que pudieran ser los inicios del movimiento de independencia en Colima, Francisco R. Almada, escribió: “Al estallar el movimiento de independencia en contra del gobierno español el 16 de Septiembre de 1810, el Gobernador de Nueva Galicia ordenó la movilización de las Compañías de milicias formadas en Colima al mando de Francisco Guerrero del Espinal, en numero de 500 hombres, en dirección a Guadalajara. El 8 de Octubre el Alcalde de –San- Francisco de Almoloyan  convocó a los Alcaldes y notables de Comala, Zacualapan, Jualapan, Ixtlahuacán, Coquimatlán, Tecomán, Tamala y Caután para tratar un “negocio de gravedad y urgencia”. Como nunca falta, el de Juluapan dio aviso al subdelegado Real y este fulminó proceso en contra de las autoridades de la Villa poniéndolas prisioneras; pero más tarde obtuvieron su libertad al haber comprobado que no tuvieron intención de rebelarse.” En todo caso, solo informarse sobre los rumores que circulaban en la región y ponerse en estado de defensa, por lo que lo único censurable que habían hecho sería el de haber enviado la convocatoria sin dar aviso al subdelegado.

Este incidente fue, dice Almada, causa de que se alarmara la gente del Ayuntamiento de Colima, quienes por acuerdo mandaron construir dos mil lanzas para armar gente y estar preparados para cualquier emergencia; el día 12 de octubre se publicó en la Villa de Colima el Edicto de excomunión contra uno de los más del medio centenar de curas insurrectos, Miguel Hidalgo, el de la parroquia de Dolores y el 18 se acordó la integración de una junta Provisional de gobierno, teniendo como presidente al subdelegado, la que debía encargarse de lo relativo a la defensa y de conocer de las causas de infidencia o traición a la corona. Mientras tanto, se sublevó en Zacoalco José Antonio Torres (a) “el Amo”, siendo enviado de Guadalajara para atacarlo al mando de tres compañías el jefe realista Tomás Villaseñor. De Tepic, los regimientos de la Corona y de la Intendencia de Nueva Galicia, las compañías de Colotlán y las 5 de Colima, siendo estas derrotadas el  4 de Noviembre en Santa Catalina, inmediatamente “el Amo Torres”, como le conocían sus peones y ahora su grupo de alzados, destacó sobre Colima a su hijo José Antonio y al capitán Rafael Arteaga, mientras él avanzaba sobre Guadalajara, plaza que cayó en su poder.

El día 8 de noviembre la Villa de Colima fue ocupada por los insurgentes, siendo confiscados los bienes de españoles que se pusieron al cuidado de Martín de Anguiano. Torres y Arteaga ocuparon $2,400.00 de los bienes expresados y el día 20 se regresaron a Guadalajara llevando prisioneros a 20 españoles de los radicados en Colima. De los que once fueron ejecutados durante la estancia de Hidalgo en Guadalajara. De esa ciudad Hidalgo comisionó  al cura José  Antonio Díaz, Párroco de Almoloyan, para que pasara al puerto de San Blas, actual Nayarit, a establecer una fábrica de cañones, para lo que recibió $649 pesos de los bienes de españoles. El 21 de enero de 1811 Calleja recuperó Guadalajara luego de su triunfo en el puente de Calderón y el 20 de febrero el Mariscal José de la Cruz, asumió el gobierno militar y político de la Nueva Galicia, después de regresar triunfante de Tepic, en donde había ahogado en sangre la insurrección, el Coronel Rosendo Porlier fue enviado con una brigada al sur de Jalisco, derrotando a los jefes insurgentes Francisco y Gordiano Guzmán, quienes el 3 de marzo le presentaron la batalla con 3 mil hombres en la cuesta de Zapotlán.

De allí, de Zapotlán, Porlier mandó a Anguiano a Colima a someter a las autoridades y vecinos al gobierno Español; lo que concretó el día 8, paralelamente se mandó una comisión a informar lo anterior al jefe español, quien les envió una felicitación y al mismo tiempo destacó al bravo Coronel Manuel del Rio con los batallones de Toluca y Guadalajara, quien hizo su entrada a Colima el 13 siguiente, donde permaneció dos días para después perseguir a las guerrillas diseminadas (mismas a las que en menos de ocho meses, después de varios hechos de sangre, finalmente sometería), luego de reintegrar sus bienes a los españoles sobrevivientes y a los familiares herederos de los caídos, y dejado instaladas las autoridades que funcionaban antes de iniciarse la guerra, ordenando la confiscación y venta de propiedades de los vecinos insurrectos, hasta ese momento sin que nadie aún tuviera idea de contra quién o quienes se peleaba, aunque en los hechos era un ala del llamado clero pobre y sus fanatizados feligreses o “grupos silenciosos” contra las autoridades virreinales y, ¡Oh! ¡Sorpresa! contra la élite clerical que ya les había dado la espalda, tan es así que desde la catedral les había lanzado públicas y fulminantes excomuniones.