Una sociedad nueva

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Una gran dinámica está viviendo la Diócesis de Colima las últimas dos semanas en ocasión de la cuaresma. En todas las parroquias,  fieles católicos están recibiendo capacitación para multiplicar el mensaje cristiano en barrios y colonias de las ciudades, actividad que a juzgar como están las cosas, hace mucha falta. De hecho, el gobierno federal ya se dio cuenta que la iglesia católica puede ayudar mucho a prevenir las conductas antisociales por la alta aceptación de sus sacerdotes en todos los ambientes.

Esta acción a fondo de la iglesia católica no es tarea fácil pues grande es la Diócesis y  bajo el número de  operarios (sacerdotes), pero es aquí donde ha de manifestarse el compromiso de su feligresía  con una sociedad nueva que debe renovarse para transmitir el amor de Dios y  hacer posible la armonía y la solidaridad social tan venidas a menos.

Las personas capacitadas están yendo  a barrios y colonias principalmente  donde no hay grupos de matrimonios o de adultos, para que funden nuevos grupos, que luego serán visitados por los sacerdotes, de acuerdo  como lo marca el Plan Diocesano de Pastoral 2016- 2021. Es un programa de difusión multiplicador que convoca a todos los católicos a compartir el Evangelio.

En nuestra parroquia de Guadalajarita, bajo la dirección del párroco Javier Armando Espinoza,  se profundiza actualmente en la reflexión sobre la vida actual de las familias, se pugna por saber  qué es lo que las lastima, cuáles son sus proyectos inconclusos para llenar de esperanza su vida. En otro tema,  se descubre que la familia no camina sola, que la gracia de Dios, los sacramentos y su Palabra las acompañan en la superación de las dificultades. Un paso más se está dando  para “redescubrir en la Palabra de Dios el proyecto familiar para impulsar los valores cristianos”. Descubrir el valor de la espiritualidad para que el amor sea de dimensión divina es un cuarto objetivo parroquial, y por último,  se tratará de centrar la vida en Cristo  “para  iluminar la vida familiar y que esta alegría  integre a la vida de comunidad”.

Todos estos objetivos son fáciles de plasmar en el papel pero  las cosas no se logran con decretarlas, por ello la Iglesia católica convoca a todos sus miembros a aportar su grano de arena para que se escuche la voz de Jesús en todo lugar y se haga vida.

No es fácil, tampoco, concitar la participación ciudadana. Somos deficitarios en esto. Grandes sectores de la sociedad viven por vivir, inmersos en una lógica individualista, mundana, que genera perturbación y esclavitud, una vida superflua, egocéntrica- narcisista y sin compromisos respecto a nada. El rey ahora es el dinero, que medio mundo y la mitad del otro persigue con ahínco  pensando que es la felicidad total.

Tienen que moverse, despertarse  las conciencias frente a la desfachatez moral en que se vive. La gente está agobiada por la matazón de personas en todo el país, por   la falta de trabajo, por las amenazas de destrucción de la familia, por los jóvenes que desvían el camino y consumen drogas, por las deudas, en fin por mil cosas, y han quitado la vista de su Salvador, del Jesús que espera paciente la conversión del corazón. Como a los compañeros suyos que iban a Emaús,  Jesús está con los suyos también  para dar su misericordia y perdón, “porque quiere que recuperemos el sentido y el gusto por la vida.”

Esta parte última es muy clara: recuperar el sentido y el gusto por la vida. No es ésta una frase bonita sino que pretende abrirnos el corazón a una vida al estilo de Jesús, a pensar y actuar como él, a ser como él frente a los necesitados y explotados del mundo. El sentido nuevo es la justicia y el amor en cada uno de nuestros actos. Y el gusto es la alegría que hemos de sentir al reencontrarnos en el amor con nuestros hermanos y a no sentir ya nada frente a las ofensas recibidas. Este es el gran reto: el de perdonar y reconciliarnos. Que esta Semana Santa que ya toca a la puerta,  sea propicia para ello.