TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano

La libertad de expresión es el fundamento de los derechos humanos, fuente de la humanidad, madre de la verdad. (Liu Xiaobo)

Las anécdotas son pasajes de nuestra vida que sirven para revivir esos momentos que marcaron nuestra vida. En mi desempeño como comunicador, he tenido la oportunidad de estar cerca de personajes destacados en diferentes rubros. Educadores, artistas, políticos, embajadores, deportistas, etc. Después de un concienzudo análisis he llegado a la conclusión de que son tan humanos como yo, en consecuencia, merecen de mí el mismo respeto que merezco de ellos. Es importante señalar que algunos se comportan como si fueran de otro planeta con mayor evolución que el nuestro, craso error; cuando se dan cuenta el tiempo pasó y perdieron sus “cinco minutos”, o sea, volvieron a la realidad y su carroza se convirtió en calabaza.

Afortunadamente también están aquellos que destacan aún más, no solo por su buen desempeño laboral cualquiera que sea su área,  sino por su don de gentes, por su sencillez y por su respuesta inmediata ante los planteamientos que les hace llegar sus admiradores o representados. Recuerdo a un cantante, “uno entre mil” que en sus inicios, exigió que le pusieran un determinado número de reflectores para que resaltara su presencia en el casino de nuestra feria. Por esos mismos días actuaría la “Mujer que Nació para Cantar”, cuya trayectoria se remontaba a muchos años de profesionalismo, mismos que jamás le han hecho perder su humildad, se adaptó a lo que tenía el foro. Dos artistas y dos puntos de vista muy distintos con resultados diferentes, el de ella lleno, el de él, modesto.

Hablando de buenas personas recuerdo a Gustavo Alberto Vásquez Montes, hombre de grandes cualidades y gran sensibilidad humana, político ampliamente reconocido y apreciado. Este 24 de febrero cumplió catorce años de haber fallecido en un trágico accidente junto con otros servidores públicos. En su primer año de gobierno visitó la Feria de Colima para su clausura, después de atender a quienes se acercaron a él para saludarlo o pedirle algún apoyo, lo dejaron solo al fondo del foro. Al margen de la amistad que tuvimos por el barrio, era la máxima autoridad estatal en ese momento, así que discretamente y a pasos agigantados me acerque hasta donde estaba y afectivo como siempre, me hecho el brazo “quiubo tocayo, vente”, me dijo. Ni un solo colaborador que estuviera atento a su gobernador ni un fotógrafo que diera fe de ese momento, sin duda eran otros tiempos. Lo acompañé hasta la desvencijada escalinata de madera para que se integrara al resto de invitados, la breve charla con un amigo, fue el mejor regalo.

El veinticuatro de febrero del fatídico día, me tocó cubrir la ultima hora de la guardia en honor a nuestro lábaro patrio, visiblemente conmovido Melchor Ursua me compartió la impactante noticia, iba representando en ese momento al gobierno estatal, viento y negras nubes anunciaban que Gustavo ya no estaba.

ABUELITAS:

He aprendido que nada es para siempre, ni la vida, menos los puestos, las posiciones sociales o políticas. Luego entonces, que importante y necesario resulta que los servidores públicos tengamos presente la calidad y calidez sin distingos, mientras estamos en una institución o dependencia. Se de buena fuente, que existe una ciudad sin ley mal comandada al interior de una institución, en ella solo se benefician unos cuantos, los de siempre, aquellos que viven para la lisonja y quienes les gusta recibirla, los demás permanecen sometidos ante el miedo de perder su trabajo. Mi madre decía que a cada santo se le llega su función, seguro estoy que así será.

2019, 66 aniversario de la A.C.P.E. en Colima. Es cuánto.