TONALTEPETL

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Por Gustavo L. Solórzano

La fiesta mayor o quizás la única que celebrábamos en mi casa materna era la navidad, mi infancia feliz transcurría en la espera del juguete que me traería el niño Dios. Lo mismo pasaba con mis amigos de barrio y la pregunta obligada era en torno a las peticiones realizadas, que naturalmente la cuenta del niño en algunas ocasiones estaba sobregirada y no siempre tenía los fondos suficientes para traer lo pedido, sino lo que alcanzaba, algunas veces venía “pobre”.

Afortunadamente éramos niños tranquilos y ante la carencia de lo solicitado, festejábamos lo que había llegado, un juego con el mismo hombre mono en persona, Tarzán, un árbol, chita, un nativo y la caja o empaque que venía decorada de acuerdo a la presentación.

El Sargento Johnny, Jerónimo el apache y diversos personajes de acción ataviados con todos los aditamentos para vivir la aventura desde nuestra casa. La imaginación era sin duda, nuestra mejor herramienta para sacar provecho de aquellos juguetes llenos de la magia que cada uno de nosotros usaba. Era la época del Increíble profesor Zovek, telépata, hipnólogo, practicante de las artes marciales y especialista en actos de escapismo; cuyo nombre real era el de Francisco Xavier Chapa del Bosque. Otro importante personaje era Rodolfo Guzmán Huerta, mejor conocido como Santo el enmascarado de plata y muchos otros que estimulaban nuestra imaginación, sin faltar claro está, los Súper amigos.

Así fue la infancia de los de mi generación, Red Ryder, Hopalong Cassidy, entre los gringos de la época, los vaqueros sobresalientes en México eran Juan sin Miedo, Jesús Gómez y el Valiente, Mauro de Anda.

En aquel tiempo se podía ir caminando a la escuela sin ningún temor, el tabaco, el alcohol y ocasionalmente la marihuana, eran los “vicios” de aquel entonces. La gente salía temprano a barrer sus calles y se escuchaba la voz de algún voceador que anunciaba alguna noticia relevante. Los camiones amarillos pasaban por la mitad de la zona centro hacia el norte, mientras los verdes recorrían la periferia, el “Anillo de Circunvalación”. Colima tenía 70,000 habitantes, o menos, como ochenta, no es cierto.

La Lotería Nacional tenía su despacho a un costado del jardín Torres Quintero, muy cerca estaba la única gasera de ese tiempo y Don Gabriel el de la farmacia Guadalupana competía con el “Pollito Macedo” en sus acertados diagnósticos.

Si mal no recuerdo allá por el 82, Don Víctor Vázquez Santoyo, vecino, amigo de mi familia y cuyas hijas e hijo eran amigos nuestros, vivió un suceso extraordinario. Experto nadador y salva vidas profesional, además de otras actividades que el dominaba, fue atacado por un feroz tiburón de la familia tintorera, grande y hambriento que lo hirió gravemente, gracias a sus conocimientos y experiencia, Don Víctor logró salir, aunque ensangrentado y a punto de perder el sentido. Las redes sociales de los mercados aledaños dieron a conocer la noticia en menos de lo que canta un gallo tartamudo y pronto se supo lo que había pasado, sin duda la gente decía “se salvó de milagro”.

ABUELITAS:

Así de milagro nos salvamos todos en el devenir de los tiempos mientras llega el momento de volver a casa. El reloj dice que son las 12:55 y estoy a punto de terminar esta colaboración. Momento preciso para refrendar lazos de familiaridad y amistad, para ver hacia adelante y establecer nuevos objetivos, nuevas metas y en consecuencia, nuevos compromisos. Expreso mis sinceras felicitaciones para usted que me hace favor de leerme y desde luego, mis mejores deseos, responsabilidad, inteligencia, salud y fortaleza para seguir su camino. Felices 365 nuevas oportunidades.