UN GOBERNADOR BANDIDO

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Por José Díaz Madrigal

En el cruce de Filomeno Medina con Zaragoza, se agarraron a balazos, quedando un muerto tirado en la banqueta; el difunto era el chofer del gobernador Miguel Álvarez García y el matón era el diputado federal Salvador Saucedo. Este no pisó la cárcel, pero se tuvo que ausentar por más de 10 años de Colima. Regresó a su lugar de origen como candidato al gobierno del estado.

Los que conocieron a Salvador Saucedo, refieren de él que era un personaje con mucha facilidad de palabra, avispado, populachero y aventado. A pesar de no poder regresar a Colima, repitió como diputado federal completando tres períodos consecutivos en la cámara baja. Después, siempre bajo la sombra de Calles fue jefe de hacienda en diversas entidades del país. Plutarco Elías Calles, al terminar su mandato de cuatro años como presidente de la república; siguió siendo el que mandaba detrás de tres presidentes peleles que él puso,  el cuarto -Lázaro Cárdenas- le salió respondón. Así pues, Calles era el que quitaba o ponía gobernadores a su antojo; sin tomar en cuenta al que ostentaba la banda presidencial.

Al concluir el gobierno que desempeñó Laureano Cervantes, Calles mandó a Salvador Saucedo para que ocupara la primera magistratura colimota. Tomó posesión el día 20 de noviembre de 1931. No obstante de haber sido un hombre bullanguero con cierto arrastre popular, desde el principio de su mandato, se le notó una gran afición por confrontar a la sociedad. Casi como sucede ahora, la división entre chairos y fifís.

Se rodeó de colaboradores incondicionales en su administración e hizo diputados a pura gente de su confianza, con el propósito de él dictar las órdenes en el congreso local. En efecto, los decretos que salían de esa legislatura, se redacataban desde la oficina del ejecutivo. Eran aquellas leyes y decretos tan desproporcionados y virulentos, que causaban turbulencia en la población; creando sin necesidad, un caos político y social.

En lo económico se distinguió por un desbarajuste en las finanzas, cargó con impuestos excesivos al pueblo; en especial se ensañó a mano dura contra sus adversarios políticos, que gradualmente fue siendo la mayor parte de la ciudadanía. Para acabarla de amolar, durante su periodo sucedieron dos grandes tragedias naturales, primero un terremoto y un par de meses después un maremoto que arrasó con Cuyutlán, llegando el agua de mar hasta la estación del tren, aproximadamente un kilómetro de la playa. Saucedo prácticamente no hizo nada por aliviar las penurias de la gente.

A pesar de que la Revolución Cristera había terminado unos años atrás, empezó de nueva cuenta a emitir decretos desde el órgano legislativo que él controlaba, contra los Católicos. Otra vez para reglamentar el culto, sobre el número de templos y sacerdotes. Saucedo quería quedar bien con su jefe: Calles, o como dicen los jóvenes de hoy, nomás por mamón. Uno de los decretos decía. . . En el Estado de Colima, solo se permitirá un solo sacerdote para toda la entidad, deberá tener al menos 40 años de edad; ser casado y al corriente de pago de impuestos por el ejercicio de su profesión. Por lo anterior y ante la desesperante intranquilidad de los habitantes, Saucedo haciéndose más hostil, mandó cerrar los dos últimos templos que estaban abiertos: El Beaterio y La Sangre de Cristo.

Con el afán de sacar dinero de donde se pudiera, claro estaba, para su bolsillo; vendió el magnífico puente de fierro que había para cruzar el río Armería que era usado por los habitantes de aquel rumbo y que perteneció a La Colima Lumber, que por un tiempo bajó madera del Cerro Grande. Este puente todavía se puede apreciar en La Barca Jalisco.

Expropió por sus pistolas, la casona de Blas Ruiz, actualmente Palacio Federal. No se fue a vivir ahí, porque ya vivía en una bella casa, donde actualmente es la hemeroteca de la Universidad de Colima. A propósito, siendo un gobernante pendenciero; debió haber sido también al interior de su familia. Al fondo de la casa donde vivía, por el corredor derecho, existe aún el foso de una antigua alberca; en ese lugar se suicidó la esposa de Saucedo. Personas que la conocieron, comentaban que este la tenía alterada de los nervios.

A los pocos meses de llegar Cárdenas a la presidencia, desterró a Calles del país, poniendo punto final al Maximato callista. Cárdenas hizo barrendero de gobernadores callistas, entre estos destituyó a Saucedo, que dicho sea de paso, ya lo vomitaba la gente. Se circuló de soldados el Palacio de Gobierno, no pudiendo entrar más a la oficina del gobernador. Busca la manera de entrar a mi despacho, le dijo a uno de sus ayudantes, en mi escritorio dejé 15 mil pesos en efectivo. El ayudante mañosamente logró entrar y sacó el dinero. Fue lo último que se llevó de Colima.

Una viejecita hija de un señor del tiempo de Saucedo, comentaba: mi papá me decía, que ni antes ni después hubo un gobernador tan ratero. Su papá murió en 1972 a los 90 años de edad.

En 1947 Saucedo murió como vivió, buscando pleito: lo torcieron en el dramático evento de un trinquete . . .  Murió asesinado.