TONALTEPETL

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Por:  Gustavo L. Solórzano.

En 1975 nos fueron a invitar a la escuela primaria Balbino Dávalos, para que quienes cursábamos quinto y sexto grados, pudiéramos integrarnos al programa de Educación Vial implementado por la Dirección de tránsito municipal. Lo reconocí de inmediato, el agente que nos visitó era hermano de Don Víctor y Doña Chela, mis vecinos. Un hombre de regular estatura, ojos verdes y tono amable, “queremos que nos ayuden para que sus papás se enseñen a conocer y respetar las reglas de tránsito”, dijo. Después nos explicó en que consistiría el programa, mismo que sería sábados para dirigir el trafico y enseñar a las personas que debían cruzar la calle sobre la línea del peatón y domingos para actividades diversas.

El permiso en casa me fue concedido y junto con muchos estudiantes más, acudimos para recibir la instrucción y conocer las leyes de tránsito. Nuestras reuniones se realizaban en el viejo edificio frente al parque Hidalgo, y la cereza del pastel la puso el maestro Alfredo Shimokahua Matzumoto, quien nos daba clase de judo. Hombre de baja estatura, pero con temple como el acero, se hacía respetar con el don de la palabra y gustoso nos compartía sus conocimientos.

Nuestro uniforme era como el de los adultos, pantalón azul, camisa blanca, una cuartelera azul y una banda color naranja con el letrero de Educación Vial. Además, teníamos una camiseta blanca con la mascota del programa impresa en ella, un gallo llamado Policarpio. Quienes formamos parte del programa, sin duda nos sentíamos orgullosos de ser útiles a la sociedad. La gente al ser invitada a cruzar la calle en la esquina y no a media cuadra, agradecía al escuchar la sencilla explicación que dábamos, éramos niños de bien. Pepe era buen elemento y sabía atender su responsabilidad; su hija e hijo, formaban parte del equipo, con todos, formamos una gran familia.

Recuerdo que, en la Feria de todos santos, se montó una exposición y ahí, sobre una mesa, con calles perfectamente diseñadas y pequeños automóviles de juguete, explicábamos las preferencias de las calles y avenidas. Haciendo hincapié, en que la preferencia no significa ser el dueño de la calle. Años después, cuando terminó el programa, mi amistad con Pepe y su familia, se mantuvo y siempre teníamos un encuentro cordial, pues el también conocía a mi familia. Además, con Don Víctor y Doña Chela, existía una amistad de ellos para con mis padres, era esa época en la que, en Colima, nos veíamos como una gran familia.

Pepe se dedicó al comercio y entre otras cosas atendía un taxi y un restaurant de su propiedad. Le perdí la pista un tiempo y hace días, Nora Linda, su sobrina, me informó que su ciclo se había cumplido. Por eso, escribo estas líneas con gratitud a su amistad y a esos buenos tiempos en los que recibí su acompañamiento y enseñanzas, descanse en paz José Vázquez Santoyo, se ha reunido ya con sus hermanos y con Doña Chepa y Don Cirilo, sus padres.

Poli, Poli, Poli, Poli, Policarpio, del peatón y del chofer estás pendiente…

ABUELITAS:

Nunca se está en paz con los que nos hacen un favor, porque, aunque se pague la deuda, se debe la gratitud. Alejandro Dumas.

LAHARES:

Si seguimos como vamos, un día, el agua valdrá mas que el petróleo, a ver a quien le toca. Es cuánto.