TAREA PÚBLICA

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HOMENAJE A LAS MADRES

Por: Carlos Orozco Galeana

Este fin de semana festejamos a las madres mexicanas como una forma muy justa de homenajearlas por la gran importancia que tienen para la vida buena en las familias y la sociedad en general. En el hogar donde hay una madre, hay amor, alegría, esperanza, felicidad y certidumbre. En donde no la hay, por el contrario, existe tristeza, desesperación, perplejidad, desunión, amargura. Incluso no me quedo corto si digo que   la humanidad evoluciona positivamente gracias a su ternura, inspiración y cuidado.

Aprecio mucho a cualquier mujer por el hecho de serlo y más aún si su condición es la de ser madre y además trabaja fuera del hogar para contribuir al gasto familiar y orienta correctamente a los hijos para que sean gente de bien. Si uno lo trae puesto, ha de quitarse el sombrero para manifestarles su respeto y admiración. Ellas son todo sacrificio y jamás se rinden ante las obligaciones; son plenas en la asunción de responsabilidades y la mayoría no deja solos a sus esposos ni a sus hijos ante las tribulaciones y exigencias de la vida y los retos de todos los días. Y de fuerza moral, ni se diga, tienen de sobra.

Hemos de admirarlas cuando luchan por los hijos y los conducen por buena travesía; a falta del consejo paterno, o de los abuelos, son ellas las que saben orientar a los retoños para que se formen como personas de bien y enfrenten la vida con seguridad. Debemos reconocerles su fortaleza cuando enviudan o son abandonadas; cuando se divorcian por causas ajenas a su voluntad, cuando circunstancias negativas se ciernen sobre ellas y las estrujan. O cuando, siendo víctimas de violencia por parte de los hombres, tienen la enjundia para superar un mal episodio. Hay que verlas haciendo un gran esfuerzo para que la embarcación ( la familia) se sostenga a flote y prospere por muy difíciles que sean los obstáculos.

En su honor, pues, no bastan hoy las fiestas ni las conmemoraciones. Hay que corresponderles fundamentalmente con el cariño inmenso que merecen. Las madres son una bendición para hijos e hijas y vale recordar además que son portadoras de vida y replican el amor de Dios.

Aquellos hogares donde hay madres que son unas guerreras porque no las dobla nada ni nadie, han de haberse regocijado este diez de mayo. En mi caso así fue. Mi esposa Conchita ha sido para mí, para mis hijos y demás familiares los últimos 36 años una luz inmensa, una dicha verdadera porque no hay problema que conozca o se le plantee que no merezca su atención y su voluntad para resolverlo. Nada ha dejado para otro día. Su fuerza es muy grande. Sus orientaciones son benevolentes y efectivas para quienes convivimos con ella.

Ella ha sido para mí y todos sus cercanos una mujer amorosa y muy solidaria, firme de carácter, e incluso para mucha gente que ha recibido de ella su apoyo inmediato; ha enseñado, además, con su testimonio, el compromiso que debe tenerse frente a la vida y los problemas; ha mostrado que ser perseverantes en lo que uno hace puede significar la diferencia entre el triunfo y el fracaso. Digo finalmente respecto de ella, para no abundar más, que en la casa de ustedes y en la familia en general, somos muy afortunados por tenerla con nosotros y gozar de todo lo que es.

Discúlpenme los lectores si me referí a mi esposa en estos comentarios abiertos al público, pero sé que en muchos, miles o millones de hogares en el mundo, hay madres que, como Conchita, dan todo a los suyos y entregan lo mejor de sí para dar un buen testimonio de vida con base en hechos, no con palabras, que son muy baratas. En ella, homenajeó a todas.

Deseo que sea valorada la abnegación de todas las madres en nuestro estado y en cualquier parte del mundo, sobre todo por su aporte generoso para tener una sociedad más integrada. Cuando hay familias fuertes, hay sociedades fuertes y gobiernos fuertes, y en esa realidad, la mujer cumple un papel invaluable. Que Dios las bendiga hoy y siempre.