PERIODISMO VERTICAL

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La verdad os hará libres: Jn 8,32

TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

En este tiempo tan difícil en términos de conocer lo que es la verdad predominan gobiernos, agencias, y organizaciones diversas que al promover sus intereses alteran la sana comunicación y presentan solo parte de la realidad, ya ocultándola, ya deformándola, ya usándola con fines aviesos.

Esa falsa comunicación se traduce en la difusión de noticias falsas que circulan en todos los espacios, en medios escritos, radiofónicos, televisivos y, desde luego, en la majestad de los mercados de la comunicación: las redes sociales.

Estas han sido convertidas en arena para impulsar proyectos políticos hoy en día, para dañar honras ajenas o enviar mensajes dañinos y perversos contra adversarios. Gente pagada por partidos o gobiernos  se proyecta como contrapeso de la comunicación real, justa y respetuosa de las leyes en tejidos plagados de intereses. En ellos se miente por paga presentándose como verdad aspectos de la vida política, social y económica sin sustento lógico ni creíble.

La verdad es que hay que tener mucho valor hoy en día para participar en esos espacios donde hay una intolerancia que llega a enfermedad y hasta a apoyar la eliminación física de quienes piensan diferente. Es fácil encontrar ahí la opinión de personas aturdidas y de un   horizonte mental estrecho. Desgraciadamente, no son pocos los mexicanos que lamentan su suerte y culpan a los distintos regímenes políticos de cualquiera ideologías,  de todas las desgracias posibles cuando es cuestión de aclarar si esos sistemas tienen responsabilidad absoluta respecto a esos méritos personales difuminados.

Falta, a no dudarlo, un periodismo dignificante, un periodismo capaz de prevenir la difusión de las noticias falsas porque si el hombre sigue su egoísmo orgulloso, puede hacer mal uso de la facultad de comunicar. En esa lógica, dijo el papa Francisco al presidir la 52º. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, la comunicación se convierte en el lugar para expresar la propia responsabilidad en la búsqueda de la verdad y en la construcción del bien.

El antídoto más eficaz para defenderse del virus de la falsedad es el de dejarse purificar por la verdad. “Para discernir la verdad es preciso dialogar lo que favorece la comunión que promueve el bien y lo que, por el contrario, tiende a aislar, discutir y contraponer”.

Efectivamente, informar no es solo transmitir datos, hechos ordinarios, sucesos de todo género solo porque se tiene con qué hacerlo: periódicos o espacios radiofónicos y televisivos, o una computadora a la mano para incursionar en redes. El periodismo es, connaturalmente, servicio,   una actividad que exige nobleza de espíritu, tolerancia para admitir en lo que no se está de acuerdo y defendiendo el derecho que tiene el que emite una opinión. Cualquier directivo de algún medio que solo piensa en proyectar sus ideas y se disgusta por lo que escriben sus colaboradores, debiera dedicarse a otra cosa pero no al periodismo. Hace daño a las libertades.

El periodismo sectario, pues, no tiene presente, se quedó atrás en el fango de las incumbencias mundanas, ya no sacude conciencias. Ya no dan resultados campañas de desprestigio a favor o contra nadie porque la gente ha adquirido más capacidad de discernimiento. Es inútil, desde esa lógica interesada, pretender influir en una sociedad más despierta y hastiada de la exhibición de hipocresías.

Vuelvo al Papa, excelente comunicador, para recuperar su tesis de que requerimos en este tiempo un periodismo hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes, un periodismo entre personas que se   entienda como servicio, como un instrumento que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos.