O NOS SALVAMOS JUNTOS, O NOS HUNDIMOS POR SEPARADO

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Por José Díaz Madrigal

En cierta ocasión, caminando por uno de los portales que están frente a la plaza principal de Sayula Jalisco; más o menos a medio tramo de un largo pasillo, encontré la siguiente inscripción apenas legible, pegada a un muro despintado: O nos salvamos juntos, o nos hundimos por separado. . . Juan Rulfo.

Daba la impresión por el estado que guardaba, que esa leyenda había sido escrita hacía mucho tiempo; tal vez por alguna administración municipal, que quiso rendirle tributo a quien fue un notable habitante de ese lugar. Rulfo vivió en Sayula durante la infancia. Determinados biógrafos dicen que nació ahí, otros mencionan que en Apulco y otros más;  quizás el más sonado, aseguran que en San Gabriel. El caso es que los tres lugares, disputan el sitio de nacimiento.

Sin haber sido galardonado con el premio Nobel, ni ser propiamente abundante la obra literaria de Rulfo, es el más universal de los escritores mexicanos; su producción se ha traducido a más idiomas que ningún otro autor. Tan solo son tres los libros que escribió: Pedro Páramo, El llano en llamas y el menos conocido de los tres; El gallo de oro. Con los dos primeros, hizo camino suficiente para consagrarse, como un creador de fama global.

El fundamento del éxito de Rulfo, es su espontánea originalidad. Fue él quien primero apostó por una narrativa sencilla, exenta de rebuscamiento; con lenguaje simple, cotidiano, cargado de expresiones figurativas y de uso general de esta parte del occidente de México. Tratando de llevar el sentir natural, francote, de la mente y sabiduría popular. En eso consiste el estilo rulfiano en literatura.

Este lema -el título de la columna- es válido para una familia o para un país. Así como una familia dividida es difícil que salga adelante, que prospere; lo mismo sucede con un país dividido, fragmentado, confrontado todos los días por un presidente desafiante, conflictivo; que a toda costa lo que quiere es la desunión del pueblo, con un evidente fin político. Confundir a la gente con sus habituales mentiras y, de ese modo tener apoyo cautivo de parte de la población que continúa creyendo en él.

La practicidad de la cultura popular en el desarrollo del pensamiento humano, junto a las costumbres propias de numerosos pueblos; llevó a Juan Rulfo a ser un agudo observador de ambas cosas, la erudición plasmada en los dichos del pueblo y en la rutina diaria del uso ordinario de esta sabiduría. Así pues, volviendo al tema de la columna; no deja de tener aroma Bíblico, el evangelio de Lucas; capitulo 11 versículo 17 dice: “Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo; una nación dividida corre a la ruina, y los partidos opuestos caen uno tras otro”.

Es una infamia lo que hace López Obrador, tener a una nación dividida; las cartas que pone sobre la mesa, apuntan a llevar un juego chapucero, malvado y destructivo. Faltan unos días para que cumpla dos años en el poder y, en estos dos años los mexicanos solo hemos visto retroceso en todos los rubros: seguridad, salud, educación y economía. En todos sale reprobado.

El afán de López Obrador de ir gradualmente arruinando al país, da pie a sospechar que es a propósito, que es un plan determinado de acabar con lo que se construyó en los sexenios anteriores y, de esa manera surja a plenitud su maligna cuarta transformación. Levantando sobre los escombros de lo que destruyó.

Al régimen de López Obrador, no le interesa la prosperidad de México, lo hemos visto desde el principio de su mandato; no le importa echar a la basura miles de millones de dólares, si esto no cumple su cuota ideológica.

El ansia se le advierte, se le ve en su interés de seguir hundiéndonos en la división como pueblo, como sociedad. Que choquemos mexicano contra mexicano, esto simplemente es una aberración, es un plan de engaño perverso; con el fin de mantenerse en el poder, por medio de él mismo o por medio de uno de sus fieles adeptos.