Los Legionarios piden perdón por los “gravísimos” abusos de Marcial Maciel

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EL PAÍS

Madrid.- Un día después de que la ONU acusara al Vaticano de encubrir los crímenes de pederastia –y de que el Vaticano respondiese que no es para tanto–, los Legionarios de Cristo, la congregación ultraconservadora fundada en 1941 por el mexicano Marcial Maciel, ha hecho público un comunicado en el que pide perdón por “los gravísimos e inmorales abusos” de su fundador “a seminaristas menores de edad, por los actos inmorales con hombres y mujeres adultos, el uso arbitrario de su autoridad y de los bienes, el consumo desmesurado de medicamentos adictivos y el haber presentado como propios escritos publicados por terceros”. Una joya, el tal Maciel, que fue protegido por Juan Pablo II y que hasta ahora, seis años justos después de su muerte, no es repudiado tan claramente por quienes, en vida, lo protegieron.

El comunicado, sin duda histórico por su dureza contra Marcial Maciel, hay que ponerlo, no obstante, en contexto. Ha sido redactado por el Capítulo General Extraordinario de los Legionarios, esto es, la asamblea de 61 delegados que desde el día 8 de enero permanece reunida en Roma en un intento de que el papa Francisco –en las antípodas de su modo de proceder– avale su refundación. De ahí que el comunicado, puesto hábilmente en circulación 24 horas después del zarpazo de la ONU, no se ahorre golpes de pecho. “Nos apena”, asegura, “que muchas víctimas y personas afectadas hayan esperado en vano una petición de perdón y de reconciliación por parte del padre Maciel y hoy queremos hacerla nosotros, expresando nuestra solidaridad con todas ellas”.

El problema es que, muerto el perro, no se acabó la rabia. Los Legionarios de Cristo –que han nombrado nuevo director general al sacerdote mexicano Eduardo Robles Gil– no tienen más remedio que reconocer en el comunicado que Marcial Maciel solo pudo hacer lo que hizo –hasta abusar de sus propios hijos, que los tuvo, con dos mujeres distintas—gracias al apoyo de la congregación: “Hoy reconocemos con tristeza la incapacidad inicial de creer los testimonios de las personas que habían sido víctimas del P. Maciel, el largo silencio institucional y, más adelante, los titubeos y errores de juicio a la hora de informar a los miembros de la congregación y a las demás personas. Pedimos perdón por estas deficiencias que han aumentado el dolor y desconcierto de muchos”.

De libro. Exactamente lo que dice la Comisión sobre los Derechos del Niño de la ONU en relación a las prácticas del Vaticano. Ocultar el problema, ponerse del lado del verdugo en vez de proteger a sus víctimas. Y de ahí que, de nuevo, los Legionarios de Cristo demuestran mucha habilidad al asegurar en el comunicado que el Vaticano, y en especial “las intervenciones decididas” de Benedicto XVI, fueron las que les abrieron los ojos con respecto a Maciel. “El Papa”, explican, “consideró que la Legión de Cristo, en términos generales, era una comunidad sana, pero había que hacer correcciones. La ayuda de la Santa Sede fue imprescindible para descubrir cómo la personalidad y el modo de actuar del P. Maciel estaban afectando a nuestra congregación religiosa. De hecho, la Visita Apostólica – realizada, por mandato del Papa, entre 2009 y 2010 – comprobó que la conducta del P. Marcial Maciel ha causado serias consecuencias en la vida y en la estructura de la Legión, hasta el punto de hacer necesario un camino de profunda revisión”. Y ahí siguen, en revisión, bajo la atenta mirada del papa Francisco, de quien se espera una pronta y contundente respuesta.