EL ORIGEN DEL DINERO

0

CULTURALIA 

Por: Noé Guerra

El Trueque o cambio de productos era el mecanismo que incidía en las transacciones cotidianas, entendiendo a este como el intercambio de bienes materiales o de servicios por otros objetos o servicios, y se diferencia de la compraventa cotidiana en que no intermedia el dinero como representante del valor en la transacción. Al contrato por el cual dos personas acceden a un trueque en la actualidad se le denomina permuta, acción que por milenios privó en el fabuloso mundo comercial que nos refieren los fantásticos viajes de Marco Polo o la Nao de China, sin hablar de los Vikingos y de las otras regiones comercio-culturales del Asia, África y el llamado Medio Oriente.

Voltaire decía que solamente cuatro siglos habían contado en la historia del mundo, cuatro edades que fueron verdaderas épocas de grandeza humana y sirvieron de ejemplo a la posteridad. El primero de esos siglos fue, según él, el de Filipo y Alejandro, en Grecia; el segundo, el de César y Augusto, en Roma; el tercero, el de los Médicis, en Florencia. Pero de los cuatro, el que más se acercaba a la perfección -explica el autor- es el de Luis XIV. Periodo brillante de la historia política y militar de Francia y edad de oro de la literatura, la arquitectura y la filosofía, el llamado siglo de Luis XIV significó también el gran auge de la razón humana y la alborada del movimiento humanista de la Ilustración.

No fue hasta finales de esa centuria cuando el llamado real de a ocho, o también peso duro o simplemente duro, fue la moneda más importante del Imperio español y del mundo en su época. Su peso era consistente: 27 gramos de plata, y en el reverso de la moneda figuraban las columnas de Hércules y el plus ultra, el lema de España. Las columnas representaban a Gibraltar y Ceuta, los dos peñones que delimitaron el final del mundo conocido hasta el siglo XV. Cuando el mítico Hércules ejecutó uno de sus famosos trabajos, el mundo terminaba ahí, era el non terrae plus ultra, pero España lo desbordó con el descubrimiento de América, y por eso Carlos V acuñó para España el lema de “plus ultra”.

Los reales de a ocho fueron conocidos como “taleros”, por su parecido con la moneda austríaca el “thaler”, acuñada en Bohemia, también en el territorio imperial de Carlos V, pero tenía menor distribución. El real de a ocho (español) se acuñaba en la Ceca o Casa de moneda de la Ciudad de México, con metal de los yacimientos virreinales de Zacatecas o Guanajuato, y de las riquísimas minas del Potosí, en Bolivia, una montaña maciza de plata, el mayor yacimiento argentífero que haya existido. Los Navíos que las transportaban ultramar levantaban la codicia de los piratas del Caribe y el Atlántico, cuya principal motivación era el botín de un galeón español cargado con estas monedas. El último aflorado, el Nuestra Señora de las Mercedes, rescatado por la compañía Odyssey, transportaba 574.000 monedas de reales de a ocho, una fortuna.

Los reales de a ocho fueron la primera divisa universal, puesto que no solo circulaban en Europa y en América, sino también en Asia. El famoso Galeón de Manila español, que hacía trayecto anual entre México y Filipinas, la primera globalización comercial, transportaba estas monedas para cambiarlas por productos del Oriente como sedas, porcelanas o mantones de Manila, y la moneda española, aceptada y apreciada por los comerciantes de todo el mundo, llegaba así a muchos rincones del Oriente. De hecho, los comerciantes chinos solo aceptaban estos pesos españoles de plata a cambio de sus mercancías.

Pero también circulaba la moneda española en las Trece Colonias británicas de América del Norte, mucho antes de que estas declararan su independencia. Por la dificultad de las navegaciones les llegaban pocas libras esterlinas, y era mucho más fácil surtirse de los cercanos y acreditados reales de a ocho acuñados en la Nueva España que de libras inglesas, de modo que en las Trece Colonias la moneda española circulaba normalmente, y era conocida primero como “spanishthaler”, pasando después a “spanishdaller”, y más tarde a “spanishdollar”.

Con la independencia de las colonias, los Estados Unidos repudiaron la moneda británica por lo que tuvieron que acuñar moneda propia. Pero resultaba difícil introducir en el comercio un valor nuevo, por lo que se recurrió al que entonces poseía el crédito suficiente en el mundo: el peso duro, la moneda española real de a ocho, la referencia monetaria indiscutible. Había muchas de estas monedas en circulación en las Trece Colonias, y tenían la garantía de su prestigio y de su depurado contenido de plata, de modo que el real de a ocho de la monarquía española se convirtió en la base de la moneda de los Estados Unidos, el Dólar, la principal moneda de cambio en el mundo actual.