Diciembre, mes para educar en familia

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Por: Jonás Larios Deniz*

Dio inicio el mes de diciembre, quizá el mes del año con más significados: religiosos y mundanos. Por un lado, la religión católica conmemora dos fechas de particular relevancia: 1. las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el cerrito del Tepeyac, y 2. el nacimiento de Jesucristo en Belém, Jerusalén. La primera fecha plantea el origen de la mexicaneidad (desde la religiosidad) y la visibilización de la raza indígena a través de una virgen de rasgos precisamente indígenas; mientras que la segunda, el nacimiento de Jesús, representa un parte aguas en la construcción y desarrollo del cristianismo en el mundo y momento clave para la comprensión de sus conceptos centrales: resurrección y vida eterna; sin embargo, el mes resulta convulso por la tergiversación que se hace de las festividades. En el caso de las fiestas guadalupanas, la reciente incorporación de cabalgatas y “entradas de la música” a los docenarios, le restan seriedad a la idea original. El dato es relevante porque la Guadalupana es la virgen con mayor número de creyentes, de manera que del 1 al 12 de diciembre hay fiesta a lo largo y ancho del país. No se deben confundir peregrinaciones con cabalgatas o “entradas de la música”; el énfasis anterior toma sentido si revisamos que el arraigo de la Virgen de Guadalupe en nuestro país tiene, al menos, dos motivos. El primero es la utilización de su imagen como estandarte en la Guerra de Independencia, iniciada por el cura Miguel Hidalgo, convocando al pueblo a través del repique de campanas de la iglesia de Dolores Hidalgo en Guanajuato; uno de los gritos de guerra fue ¡Viva la Virgen de Guadalupe! El segundo motivo es el amor que el Papa Juan Pablo II y ahora el Papa Francisco profesan a la también llamada virgen morena, considerada la madre de los pobres, indígenas y todo aquello que aparezca como autóctono y auténticamente mexicano. Ahora bien, en relación con las posadas, el recuerdo de la travesía en medio de la oscuridad, hecha por María y José  se convierten en la actualidad en banquetes no vistos en ninguna otra época del año, en los que difícilmente hay espacio para la unión y la solidaridad, valores reflejados al dar posada o asilo a quien está desválido. Luego entonces, una cascada de antivalores se apropian de estas fechas e imponen prácticas de consumismo, tales como el intercambio de regalos y la ingesta de bebidas alcohólicas. Adicionalmente, observo la distorsión de la visita de “la Rama” a los vecinos, llevada por los niños y niñas para  “pedir posada”; la tradición se deformó en la obtención de dinero para hacer una fiesta. No está mal que busquen financiamiento para el festejo, pero se obliga al vecino a cooperar todos los días, a riesgo de que si no coopera se le “agrede”, para lo cual se construyeron versos adicionales al villancico tradicional: “ya se va María muy desconsolada porque en esta casa no le dieron nada”, o bien, “ya se va María con patas de alambre y… la segunda parte del verso es una ofensa grave y directa a las madres. Reitero, al exigir dinero se pierde la esencia de la tradición y abre la puerta a los antivalores. Por otra parte, en la cultura occidental, diciembre representa el cierre de un ciclo, por lo que somos llamados por la tradición a revisar lo que avanzamos y construir nuevos propósitos y deseos para el año siguiente. El fin de año está lleno de rituales que invitan a la vida nueva. Es urgente que entendamos la esencia de esta celebración: la reflexión y asunción de propósitos individuales genuinos, compromisos reales que aporten al fortalecimiento de la familia, del país y del mundo. Resulta contradictorio que en diciembre dilapidemos nuestro dinero, vivamos la fiesta sin conciencia y en enero busquemos culpables. Es posible que esta sea una visión sombría o negativa de los festejos y reuniones decembrinas, no obstante, estoy convencido de que, en el mes de diciembre, toca a las familias educar a las nuevas generaciones evitando excesos y resaltando los valores que les dan sentido.

 

*Profesor-investigador de la Universidad de Colima