CANTO DE SIRENAS

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Por: José Díaz Madrigal

Uno de los libros clásicos de la literatura universal y, de los cuáles se le considera como patrimonio cultural de la humanidad, es LA ODISEA de Homero; que trata de las aventuras de Ulises, cuando viene de regreso a su tierra, después de haber finalizado la guerra en Troya, donde combatió a lado de los griegos.

Durante el viaje de retorno a su patria, que duró diez años;  está el capítulo aquel cuando pasa por la región donde habitan las sirenas, aquellos seres deliciosos con cara de bellas mujeres y cuerpo de pez. Estas vivían en el mar, cerca de la costa de una isla italiana; una de sus principales características, era su voz, melodiosa e irresistible, ya que poseía una inmensa musicalidad y dulzura. Gracias a ese hechizo auditivo, atraía a los marineros, y estos quedaban tán extasiados y maravillados con su canto, que no dudaban en saltar del barco para escuchar mejor, muriendo ahogados en el mar.

Ulises picado por la curiosidad, quiso escuchar aquel canto suave y seductor, por lo cual se hizo amarrar fuertemente en el mástil de su embarcación; mientras que a sus marinos les ordenó que se taparan los oídos con cera, para que no escucharan y de ese modo evitar que sucumbieran  ante el embrujo del famoso canto de sirenas.

Esta mítica alegoría, tiene una riqueza cultural cargada de simbolismo de actualidad. La mayoría de votantes en México, se dejó arrastrar por el encantador y atractivo canto populista de López Obrador. Faltaron toneladas de cera que fabrican abejas trabajadoras, para cubrir el conducto auditivo externo de muchos, muchos mexicanos, que ahora están nadando a brazo partido en un océano sin calma, tratando de brincar el oleaje de la pandemia, junto con la ineptitud de la administración lópezobradorista. El virus sumado a la calamidad llamada López Obrador, nos está dando una buena tunda a los mexicanos.

Por el lado que se le quiera ver, vamos en retroceso, las cosas van de mal en peor; todos los métodos de medición lo indican: crimenes de homicidio en aumento, desempleo creciendo, desarrollo económico cuesta abajo; los fondos de ahorro que le dejó la administración pasada disminuidos, – hay que aclarar que engañosamente, menciona en sus conferencias, a mí me eligieron para cuidar los dineros del pueblo – pues no, no está cuidando el dinero del pueblo. No existe un liderazgo auténtico de autoridad responsable, la corrupción de la que tanto ha hablado, está igual, con el agravante de que los trámites en cualquier institución gubernamental, no caminan; o si marchan un poco, se detienen por falta de recursos.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), es un organismo autónomo del estado mexicano, que se encarga de estudiar las políticas públicas, que permitan mejorar las tomas de decisiones y disminuir la pobreza en México. Prácticamente este organismo público ha reprobado a López Obrador y, le está reprochando y a la vez recomendando; que en vez de priorizar masivamente distintos programas sociales, lo adecuado es promover y facilitar con políticas sustentables, la creación de empleos productivos; pero no, con el trillado argumento de que son métodos neoliberales, no tiene la humilde capacidad de reconsiderar y fomentar el empleo. Tal parece que López Obrador, tiene una perniciosa obsesión por arruinar al país.

Durante su campaña, y todavía de vez en cuando, sigue con su cantaleta mañanera: primero los pobres. Tramposo canto de batalla, que hizo morder el anzuelo a muchos incautos que hoy están arrepentidos, de no haber tapado sus oídos con la efectiva cera y,  ahora nadan en aguas agitadas.

Victor Jara,  músico víctima de la dictadura de Pinochet; posiblemente arrepentido de caer en el canto criminal del populismo de Salvador Allende, (dicho sea de paso, uno de los ídolos de López Obrador) garabateó antes de morir asesinado la siguiente estrofa:

Ay, canto, qué mal me sabes,
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo,
como el que muero espanto.