VIOLENCIA, EL PAN DE CADA DÍA

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Los últimos días han sido en Colima verdaderamente espeluznantes en cuestión de violencia. Los colimenses, quizás como nunca antes, somos testigos de una descomposición social sin precedentes pues los registros de muertes y desapariciones forzadas dan vida a un escenario atroz.  Falta, desde luego, explicaciones varias acerca de ese deterioro por parte de las autoridades, y la justicia requerida.

De qué tamaño es la efectividad de un Estado se preguntó hace unas semanas el muy leído analista de Excelsior Leo Zuckerman, al afirmar que  justicia es algo que el Estado no puede darle a las víctimas de la violencia porque no se han construido las instituciones diseñadas para resolver este asunto: policías, fiscales, jueces y cárceles. Y en el caso de que sí se hubieran constituido, en algunos lugares,  los resultados no han sido los esperados y la violencia se ha enseñoreado.

Un Estado eficaz  es aquel que se toma muy en serio el secuestro o asesinato de uno de sus ciudadanos. Los Estados exitosos son aquellos que movilizan todos sus recursos para encontrar a personas desaparecidas o a los culpables de haberlas desaparecido, ya sea porque las secuestraron o asesinaron. Si éste es el estándar de la eficacia estatal, México está absolutamente reprobado, planteó.

Según Zuckerman, al  Estado mexicano le vale  un cacahuate y la mitad de otro sus ciudadanos. Simplemente, cita como ejemplo cómo durante varios días anduvo un tráiler por zonas céntricas de  Guadalajara con decenas de cadáveres que ya no cabían en el servicio médico forense de esa ciudad. Se supo porque los vecinos de las colonias se quejaron de la pestilencia que se desprendía del camión. Y en una foto macabra, se vio, dice, yo la vi, la foto de un individuo que abre el contenedor y camina sobre una pila de cuerpos humanos envueltos en bolsas de plástico negras como si fueran basura.

En verdad ya no se sabe qué hacer frente a tanta muerte. 2018 fue récord  en este renglón,  la cifra alcanzó  las 30 mil personas. En 2019, aumentaron los crímenes también. Mientras tanto, en Veracruz, Tamaulipas, Hidalgo y Colima   siguen descubriendo fosas con cuerpos humanos, y cada vez es más frecuente observar linchamientos por turbas enardecidas de mexicanos que han sufrido en carne propia la violencia, aunque ello no justifica en modo alguno ese proceder criminal. Hacerse justicia por propia mano, es multiplicar la violencia. Y por estos días, fueron acribillados en Colima siete policías estatales que dejaron en orfandad a sus mujeres e hijos, en una acción criminal incomprensible.        

En la actualidad, desespera también que haya mucha gente buscando  a sus desaparecidos sin que alguien los apoye. Son muy tristes las imágenes que  nos presentan los familiares interesados. Se le desgarra el corazón a uno, cómo no. Ellos llevan, en  libretas de mano, la clasificación de alguna parte de un cuerpo humano esperando que corresponda a uno de los suyos.  Zuckerman pondera que el presidente electo se reúna con las víctimas de la violencia y le reconoce que al menos  les da la cara. Andrés Manuel López Obrador les habla de no olvidar, pero sí de perdonar. Pero de los desaparecidos, ni sus luces.

Lea usted el remate de este buen articulista del pasado 22 de septiembre: “Basura, desechos, pasto para los buitres, eso somos los ciudadanos para nuestro Estado. Si nos asesinan, nos envuelven en una bolsa negra y nos echan en el contenedor de un tráiler a dar vueltas hasta que encuentren la manera de enterrarnos en una fosa común. A eso hemos llegado. Una vergüenza”.

México está en una encrucijada, ni duda cabe, pero estrena una Guardia Nacional con la esperanza de que bajen los índices de violencia. Pero no se ha podido, no se asienta.  El gobierno  no solo debe hablar bonito frente a los mexicanos afectados por la violencia ni minimizar los fracasos maquillando cifras para quedar bien, debe actuar, ir a fondo, usar la fuerza, la inteligencia, la tecnología, mil cosas debe hacer para devolvernos la paz con la cooperación de la sociedad que debe  asumir riesgos y denunciar a criminales

Pero pocos sistemas de contribución son ahora fiables porque la gente tiene desconfianza de depositar su queja o simplemente de proporcionar información a las autoridades. El miedo domina a la sociedad. Se piensa que si denuncia puede correr peligro, pues hay ejemplos de personas que, atreviéndose a cooperar, resultan perjudicados  en su integridad física o en su patrimonio.

Pobre México, tan violento y tan injusto. Oremos al menos para que vuelva la paz, para que los violentos reflexionen  y sientan el temor a Dios  y se aparten en consecuencia de su camino de violencia y muerte.  

Digo por último que nuestra entidad está sumamente lastimada por tanta sangre derramada. Urge la intervención de las autoridades para impedir que siga la matazón, y hacer por la justicia.