URIEL VALDEZ

0

Por José Díaz Madrigal

Un poco adelante del crucero de Tecomán, hacia el lado derecho yendo rumbo a Manzanillo, se encuentra una enorme estructura en forma de pirámide cubierta de láminas metálicas; la mayor parte ya oxidadas por el paso del tiempo. Éste bodegón fue construido con enorme costo monetario en el año de 1951, con doble finalidad; albergar las instalaciones de las máquinas despepitadoras de bellotas de algodón y también que sirviera de almacén de pacas de esa blanca fibra, mientras se embarcaban en el ferrocarril o en camiones de carga.

A principios de aquella década, Adolfo Pineda invitó a dos amigos que se dedicaban a sembrar algodón en el norte del país, en la región lagunera; a que vinieran a trabajar ese cultivo en los campos de Tecomán. Aceptaron el ofrecimiento, llegando a Colima como avanzada de muchos que vinieron; Antonio Anaya y Uriel Valdez.

En el año arriba mencionado, se despertó tal interés en muchos agricultores en realizar la siembra de algodón, que aparte de las tierras propias también agarraban tierras rentadas. De haber permanecido el Valle de Tecomán un tanto aletargado con cultivos tradicionales, de pronto hubo una explosión de fuereños que arribaron a probar suerte con el novedoso cultivo, originando con ésto, un gran incremento demográfico y a la vez elevó el movimiento comercial y la consecuente derrama económica que conlleva.

Arribaron los primeros aviones fumigadores piloteados por jóvenes, que de inmediato hicieron amistad con gente del lugar. Aproximadamente el 90% de la siembra de algodón, se efectuó en terrenos de temporada. Por fortuna ese año hubo lluvias buenas, oportunas y abundantes. Los créditos bancarios eran fáciles y sin mucho trámite. Los algodoneros se sentían en los cuernos de la luna, la cosecha fue excelente, las ganancias notables, corrían ríos de dinero.

Por esos años de principios de los cincuenta, se acaba de terminar la carretera pavimentada, así que además del tren, grandes camiones de carga trasladaban las apretadas pacas de algodón a distintas ciudades del interior. Entrando al año del 52, se elevó a Tecomán a La categoría de ciudad, dejando ya de ser un pueblo rabón.

En ese 1952 se llevó a cabo la segunda siembra de algodón. La superficie sembrada fue mucho mayor y aumentó el número de agricultores que se interesaron por esa actividad. La temporada de aguas fue también muy buena, de tal modo, que la cosecha de ese año tuvo mayor éxito que la anterior. La prosperidad y alegría entre los productores, se notaba de lejos.

La mayoría de aviones rociadores que se veían en el cielo tecomense, eran de la compañía Flotilla Aérea Rancho Grande, propiedad de Uriel Valdez. Éste personaje fue un hombre estimado que se dio a querer en Tecomán y en Colima. Se cuenta de él que era un hombre aventado y con fino olfato para los negocios, además era espléndido, gran conversador, divertido y amiguero.

Por motivos de trabajo continuamente se movía en sus aviones de Torreón a Colima o también en ruta contraria. En cierta ocasión estando en Torreón como a las dos de la tarde, le dice a un compañero: sabes, como tengo ganas de un pozole de con La Chata, te invito súbete al avión que ya me figuro un plato grandote con cuerito y carne deshebrada. Llegaron a la cenaduría que todavía funciona en Colima por el barrio del Venado, entre Ignacio Sandoval y Matamoros.

Desafortunadamente fueron nomás dos años de bonanza en el cultivo del algodón. Después se presentaron muchas dificultades, múltiples plagas y malos temporales; terminó por desanimar a los agricultores con esa siembra. Las pérdidas económicas fueron abultadas y la decepción se propagó entre los hombres de campo, lo mismo que las plagas.

De aquella época de opulencia algodonera, sólo queda como testigo la bodega piramidal y herrumbrosa, cercana al crucero de Tecomán.