PARACAÍDAS
Por: Rogelio Guedea
La pandemia del Covid todavía no termina. Hay países (como la India, algunos de Medio Oriente, etcétera) que están sido azotados por lo que se conoce como la “tercera ola” del coronavirus. En México, los semáforos se han reblandecido y para el caso de Colima en teoría ya estamos en semáforo verde, según lo anunciado por el gobernador Nacho Peralta, pese a que los casos siguen en aumento y las muertes no cesan. Son relativamente “pocas”, pero no cesan. Ha habido confusión informativa e incertidumbre progresiva durante todo este tiempo de pandemia, y por eso es que en ocasiones las decisiones federales, estatales y municipales con respecto a cómo contener la ola de contagios marchan en sentidos opuestos, sobre todo en la búsqueda de un balance entre la depresión económica y la prevención de muertes. Pese a todo esto, la Universidad de Colima, desde el inicio de la pandemia, optó por la vía correcta. Las decisiones tomadas por el anterior rector, José Eduardo Hernández Nava, a quien le tocó de golpe la emergencia sanitaria, y el actual, Christian Torres Ortiz, han estado alineadas responsablemente en la priorización de la salud de los estudiantes y los trabajadores universitarios por encima de cualquier otra cosa, y eso se agradece, aun cuando no pocos universitarios han sido contagiados con el virus y no pocos más han fallecido por su causa. Todos ellos miembros valiosísimos de nuestra comunidad. Pero, proporcionalmente, han sido los mínimos y en más de un sentido nunca le fue un motivo atribuible a la institución, que desde un primer momento activó una estrategia de protección para la comunidad, sino por a veces confiarnos de más en lo personal ante un virus que ha requerido no menos que extremar precauciones. La variante Delta, por ejemplo, que ya está en nuestro país, es altamente contagiosa, y aunque se sabe que es más peligrosa que la primera, no se tienen noticias todavía de sus consecuencias. Se sabe, eso sí, que la sintomatología cambió con ella (pues ahora se dice que los contagiados presentan flujo nasal y dolores de cabeza), pero es poco todavía lo que se conoce de sus resultados mortíferos. Además, no basta con sobrevivir al coronavirus, lo peor es lidiar con sus secuelas Hubo hace poco el caso en Estados Unidos de una mujer que se suicidó luego de no poder sobrellevar las resultas del Covid. Por eso, parece sumamente pertinente que el rector Torres Ortiz y la primera línea de funcionarios universitarios estén estableciendo un protocolo riguroso para el regreso responsable y seguro a clases. Este esfuerzo, sin embargo, no debe recaer sólo en las autoridades universitarias. En realidad, su éxito forma parte del esfuerzo de toda la comunidad, incluida la sociedad misma, a la cual los miembros de la comunidad universitaria pertenecen y se funden. Ningún protocolo tendrá un impacto benéfico ante una pandemia de estas dimensiones si todos no asumimos la responsabilidad de actuar consecuentemente. Hay que reconocer que nuestra casa de estudios ha hecho un trabajo ejemplar todo este tiempo y así tendrá que hacer para agosto próximo que empiecen de nuevo las clases en el formato que finalmente se decida a llevar a cabo, sea presencial, virtual, o híbrido. Se espera, pues, que la sociedad en general y la comunidad universitaria en lo particular se confíen con la idea de que el semáforo en verde significa manga ancha para llevar una vida como la que llevamos antes de la pandemia, porque no es así. Esto las autoridades universitarias lo saben bien (de ahí que estén actuando de manera muy puntual en los protocolos sanitarios), pero también necesitan asumirlo el resto de los trabajadores y, sobre todo, los estudiantes, razón principal de nuestra institución. No hay que bajar la guardia.