TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano

Fraude: Engaño económico con la intención de conseguir un beneficio, y con el cual alguien queda perjudicado. “hay que estar atento a ciertas gangas que pueden esconder un fraude”.

Mi madre y mi abuela se las ingeniaban para platicarnos, a pesar del exceso de trabajo en casa, anécdotas familiares que enriquecían nuestra vida hogareña. Momentos difíciles algunos y otros llenos de emoción y hasta aventura, que nos permitían echar a volar nuestra imaginación. Respetuosamente amoroso de la naturaleza, recuerdo con nostalgia cuando acudía al rio Colima para bañarme en sus, entonces limpias aguas, cristalinas y llenas de peces, ranas y alguna pequeña serpiente que me tocó ver. Ya en la época de secundaria, nos reuníamos en la casa de mi amigo Julio Cesar Gutiérrez Suazo, cuya casa colindaba con el rio y ahí, teníamos aventuras de jungla, dignas de Tarzán.

La creciente bajaba plena, arrasando todo a su paso sin detenerse; las cavidades bajo los puentes parecían insuficientes para conducir el agua y los anchos muros se cimbraban con el rugir de una corriente impetuosa y desbordante. La gente maravillada y temerosa a la vez, contemplaba absorta la inigualable expresión de una naturaleza libre y poderosa.

Al día siguiente, el paraje mostraba los pastizales que crecían cerca del lecho acuoso, notoriamente aplastados por la fuerza incontenible del Rio Colima, era 1930.

Los elefantes juguetones, disfrutaban aquel verde banquete con apetito insaciable bajo el escrutinio de sus “domadores”. El circo había llegado a la ciudad y sin duda el mejor lugar para que los inmensos paquidermos pudieran retozar libremente y sin riesgo, era el río. Ese, nuestro rio, el rio de nuestros ancestros que hace un par de días volvió por sus fueros y literalmente rebasó el puente. Gallinas y otras aves de corral, becerros y vacas, sucumbieron  ante la fuerza de la corriente; en algunas calles, los vehículos fueron removidos de su lugar y algunos árboles fueron derribados por la fuerza del viento y el agua que ablandó la tierra.

Decía mi madre que estando recargada sobre el puente, con solo extender la mano podía tocarse el agua corriente del Colima. Era verano y el agua se desplazaba abundante a lo largo y ancho de aquel paraje de ensueño. No era necesario que lloviera para que el caudal aumentara, esa era su forma natural de ser del añejo rio. Hoy, apenas un débil hilo de agua corre por esas venas de tierra fértil, más arriba, en forma inmisericorde ordeñan el vital líquido, sin que haya alguien que tenga autoridad o interés para detener u ordenar el uso del mismo, le llaman tierra de nadie. ¡Qué bonito llovió!

ABUELITAS:

Algunas personas me han buscado para comentarme que una empresa les llama para decirles que por el buen uso de su tarjeta de crédito se habían hecho acreedores a un premio. Hasta ahí todo bien, el problema es que los citan en un hotel acompañados de documentos personales, mismos que les solicitan para fotocopiarlos y  de manera insistente casi amenazadora, les quieren vender paquetes a costo muy elevado, con destinos turísticos diversos. Ojala que alguna autoridad pare oreja y ponga remedio tapando el pozo antes de que se ahogue un buen ciudadano, sin duda en Colima todos nos necesitamos. Es cuanto.