TAREA PÚBLICA

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EL BIEN COMÚN

Por: Carlos Orozco Galeana

Uno de los conceptos menos en boga en la jerga política es el del bien común, superado por otros más usados como el de la justicia, la equidad, la solidaridad. Estas nociones tienden a aparecer bastante en épocas electorales. Muchos candidatos usan estos conceptos para demostrar que son luchadores sociales, que ajustarán sus actos a la ley y principios de conducta infalibles y que serán solidarios con los que menos tienen. Me imagino que ese manejo ideológico se debe a que no hay un conocimiento real sobre lo que encierra aquel par de vocablos.

Esa carencia en el manejo conceptual revela un desconocimiento que en particular los candidatos deben resolver antes de saltar a la arena política. Lo mismo vale para los estudiosos que se asoman eventualmente a la temática social de buenas maneras. Es importante que se sepa lo que implica el bien común, pero más lo es que sea vocación de todos. O sea, que se sepa lo que hay en el corazón del concepto para que, sabiéndolo, se apliquen y muchos encuadren sus actos en ese marco moral y   lo hagan vida.

El bien común comporta tres elementos esenciales: en primer término, supone el respeto a la persona. El Estado está obligado a respetarla en sus derechos, que son inalienables e imprescriptibles. Eso implica que la persona esté en plenitud, ejerza derechos y goce de las libertades naturales y civiles que postula una Constitución. No puede hablarse de bien común cuando el Estado reprime libertades e impide el gozo de prerrogativas,  cuando simula que protege a todos pero en los hechos no alienta la buena vida sino que con sus actos erróneos la desarmoniza. De esta forma, mentir, simular, reprender, es ir contra ese bien común que debe ser patrimonio de todos.

En segundo término, el bien común plantea el bienestar social y el desarrollo compartido.  La autoridad debe pensar en el bien de todos, no solamente de un determinado sector o grupo en términos preferentes. Los intereses particulares han de estar por debajo de los comunitarios. Los grupos de interés que subsisten en todo sistema político, aferrados al poder, dañan la estabilidad y el equilibrio que supone luchar por el bien común. Los planes de desarrollo, igualmente, deben ocuparse del beneficio colectivo y promoverse en función del bienestar de las personas.

Y en tercer lugar, está el concepto de la paz, que es un orden armónico, estable. Supone el establecimiento de condiciones que permitan alcanzar la seguridad para el buen vivir. El bien común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva     y está orientado siempre hacia el progreso de las personas.

Comentada brevemente esta noción, pregunto qué tanto trabajamos desde nuestra trinchera por el bien común. ¿Es una vocación, una actitud,  o nos es ajeno? ¿Entendemos como el bien común nuestro provecho particular o, en cambio, pensamos colectivamente, en los demás? ¿Nos apura que las cosas mejoren o sigan como están? ¿Nos importa el medio ambiente, la educación, los problemas comunitarios, las sequías, la falta de empleo, la política, etc, o nos son indiferentes?

Abonan al bien común, en resumen, los que persiguen el bien, los que respetan y trabajan por la comunidad, los que son buenos padres de familia, los empresarios humanistas, los funcionarios probos, los maestros que enseñan, etc. Pero no abonan al bien común los que no asumen responsabilidades, los falsos líderes que medran y se hacen uno con los que los explotan, los que simulan servir y se sirven a sí mismos, los que roban, mutilan y matan a su prójimo. Este tema será motivo de un comentario posterior. Lo importante, pues, es apostar por el bien común. El bien común es paz y solidaridad. Es una acción colectiva para que las cosas mejoren en el interior de nuestros hogares, en la colonia, el vecindario o el municipio, el estado y el país.