TAREA PÚBLICA

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PORTADOR DE SUEÑOS

Por: Carlos Orozco Galeana

A mi hijo Amando, por su rectitud, su perseverancia y su constancia orientadas hacia el bien.

¿Qué son los sueños? Son revelaciones, aspiraciones individuales en torno a algo deseado y agradable, y  quizás estaríamos de acuerdo en que  pueden ser  también como  peldaños, algo que aparenta una barrera  que impele al hombre a derribarla.

No estoy seguro si esta interpretación sea la más correcta, pero me quedo con ella. Hago este comentario en razón a cuando  mi hijo menor, Amando, me confió tras haber sido futbolista profesional y terminado un postgrado MBA en Guadalajara, que  quería ser piloto aviador, o portador de sueños.  ¿Cómo es eso que me dices?,  pregunté.  Entonces, me invitó a ver un documental brasileño que  lo inspiró en su deseo.

Hablaba en la narración  de siete minutos un hombre cercano a los cincuenta años, piloto aviador comercial  que peinaba canas,  denotaba madurez, confianza en sí mismo  y que  se veía  muy  feliz. Con atención lo escuché y me dije, en efecto, que sí era lo que él decía que era: un portador de sueños.

Los pilotos aviadores como él, como Amando,  son portadores de sueños. Tienen que cumplir tareas exactas, arduas,  con mucha responsabilidad, y estudiar diariamente, ya que  son   evaluados con rigor y frecuentemente. Portan los sueños de sus pasajeros. No son conductores aéreos, como decía el piloto del video, sino personas que ayudan a otras a satisfacer aspiraciones y ser felices por llegar bien a su destino. En sus manos llevan vidas y  aspiraciones. Deben ser sanos física y mentalmente y tener equilibrio emocional, para que no ocurra como lo del joven piloto alemán Andreas, que hizo estallar en los andes franceses el avión que tripulaba  con 150 personas inocentes a bordo y ajenas a su crisis existencial.

“Eso quiero ser yo”, portador de sueños, me dijo Amando hace 3 años, quien hoy vuela para una muy importante compañía aérea líder  y sirve  a los demás en la aviación comercial.  Está convencido de su misión y sus padres  le hemos apoyado.  Lleva una historia en la sangre de su abuelo paterno y pegada una  ilusión  a sus venas, pues Don Chencho, mi Padre, se formó en la aviación en Corpus Christy, USA, en 1942 y dedicó 12 años a volar en la región centro occidente en épocas en que los pilotos se jugaban la vida por los peligros que entrañaba la geografía mexicana y porque carecían de referentes tecnológicos para guiarse por instrumentos  en sus pequeños aviones.

Amando porta ya los sueños de mucha gente, que confían en él. Su empresa, al contratarlo, ya lo hizo de antemano. El hace todo en su profesión con eficacia y eficiencia porque tiene conciencia del deber, sabe que ha de seguir llevando una vida recta, disciplinada, ordenada, sin vicios, como la ha tenido desde niño. Como se lo enseñaron sus maestros, su Colegio Campoverde y sus dos universidades, Univa y Uag. Además, un portador de sueños no puede ser alguien extraviado, que se aparta de sus labores,  se descuida y es inoperante. Debe ser activo, resuelto, responsable a más no poder.

Pido comprensión a mis  lectores por abordar un tema familiar y reconocer a la vez  a todos los pilotos aviadores por su notable labor. Los padres nos sentirnos  orgullosos cuando uno de los nuestros da pasos firmes en la vida. A mí y a mi esposa Conchita Dios nos ha iluminado para consagrarnos al deber de que nuestra descendencia, Carlos Alberto  y Amando, ejerzan el don de servir al prójimo con dignidad. Aportamos al mundo   dos personas íntegras y eso nos basta. Gracias  a las personas que en nuestra vida nos han apoyado de diversas maneras y en distintas etapas de nuestro matrimonio. Nuestra gratitud para todas ellas.

Digo finalmente para todos: lo que vale no es la herencia económica que uno pueda dejarles a los hijos, sino la impronta en ellos del espíritu de servicio, y la fe en Dios, para decir finalmente que todo esfuerzo en la vida y por ellos ha valido la pena.