SOLILOQUIO

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¿Hasta cuándo?

Por: Yaret Ramos Vallett

Todos los días aparecen en los medios de comunicación y redes sociales, noticias sobre homicidios, asaltos, devaluación de la moneda, desabasto de alimentos y medicamentos, marchas y plantones, aumento de la pobreza, desigualdad social, corrupción e impunidad de políticos, etcétera, etcétera, y no sólo en donde vivo, esto sucede en todo el mundo.

Este panorama genera incertidumbre, pesar y desconsuelo en toda la población, al ver tanto dolor alrededor del planeta, sobre todo en los menos favorecidos, mientras que los gobernantes gozan de todas la comodidades que su puesto les ofrece, cargo que en muchas ocasiones fue otorgado directamente por la ciudadanía cuando votamos por ellos.

No me gusta mucho opinar de política porque no soy muy conocedora del tema, pero como ciudadana me queda muy claro que los gobernantes que fueron elegidos y los que no también, tienen el compromiso de mejorar mi entorno, de mantener seguras las calles, de tener las medicinas suficientes, etc. y la obligación de rendirnos cuentas claras, finalmente para eso me pidieron mi voto y los que no lo pidieron son parte del gabinete de quien encabeza el gobierno.

Ahora bien, hay muchas circunstancias que en ocasiones impiden a mis representantes hacer las cosas como yo espero, tal vez su jefe no lo deja implementar algunas acciones porque no son convenientes a la ideología de su partido, tal vez el gobernante anterior no dejó el dinero suficiente, tal vez sus asesores están haciendo las cosas mal, tal vez tiene problemas de salud o familiares que afectan su productividad en el trabajo, claro todas estas son suposiciones mías, tratando de encontrar una respuesta a la descomposición social que hoy en día vivimos.

Los gobernantes y políticos también son seres humanos que tienen problemas de salud o familiares, la diferencia con el resto de la población es que gracias a los recursos con los que cuentan pueden hacerle frente a esos problemas. Por ejemplo un diputado tiene un dolor muy fuerte en el bajo vientre, inmediatamente se va con su médico particular, que cobra mil pesos la consulta y le dice que le tiene que extirpar su apéndice, se va al hospital privado y ahí la cirugía le cuesta cien mil pesos (incluye hospitalización, medicamentos y salarios de anestesiólogo y enfermeras, además de honorarios del médico) pero eso lo paga gracias al seguro de gastos médicos mayores que tiene gracias a mis impuestos.

Todo esto me lleva a reflexionar que, aun cuando los funcionarios del gobierno también son seres humanos, todos los beneficios que tienen forman parte de un paquete que ellos mismos aprobaron darse, se aprovechan de la población que los puso ahí y no sólo no hacen el trabajo para el que se les paga, sino que además ya van “haciendo campaña” desde que comienzan en sus cargos, para que llegada la hora la gente vote por ellos.

Pero la culpa no es de los gobernantes y funcionarios, la culpa es de los ciudadanos que no hemos sabido ejercer nuestro papel de jefes. A nuestros representantes en los cabildos municipales y en el Congreso local, debemos exigirles que nos hagan un informe mensual de cómo han trabajado, para lograr lo que nos prometieron, durante la campaña, que iban a cambiar.

Tan sólo veamos la calle, la colonia, el municipio donde vivimos, todos tienen carencias de alumbrado público, de seguridad, de calles parejas, de buen transporte público, etcétera, y ¿cuándo ha vuelto el que fue a tocar a nuestra puerta para solicitarnos el voto? Nunca.

Yo desde este espacio les pido a mis representantes en el Cabildo, en el Congreso local, en el Congreso de la Unión y a los funcionarios del gobierno que vengan ya no a mi casa, me conformo con que lleguen a mi colonia y me resuelvan los problemas que a diario vivimos mis vecinos y yo. Ese fue la promesa que me hicieron y hasta el momento no la he visto cumplida. ¿Hasta cuándo?