Si amas a tus hijos…

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PARACAÍDAS

Por: Rogelio Guedea

Estados Unidos pasó de 18 mil casos de niños infectados por Covid en el mes de julio a 180 mil en el mes de agosto: lo anterior en virtud del regreso a clases. La cifra es alarmante y se espera que siga aumentando de no reconsiderar la decisión tomada. Como sabemos, ayer el gobierno de Colima anunció el inminente regreso a clases para el próximo lunes, inicio del ciclo escolar. Este anuncio se da en pleno pico de una pandemia que ha alcanzado, curiosamente en el último mes, las cifras más altas de contagios y muertos desde que empezó la emergencia sanitaria el año pasado. Muchos podrán culpar al gobierno de Colima de esta medida, pero bien sabemos que quien está detrás de esta macabra decisión es el gobierno federal, único gran responsable del desastre que se aproxima. La nueva variante del Covid (la llamada Delta) es más letal y más contagiosa que la anterior y, como los especialistas saben, esta nueva variante es como lidiar con una nueva pandemia, por lo que el regreso a clases significa una especie de genocidio inducido por un gobierno que, en el fondo, tiene mucho interés en reactivar la economía del país y poco interés en proteger la vida de la sociedad. En el caso particular de Colima, la peligrosidad del regreso a clases se acentúa en virtud de varios factores muy particulares. El primero de ellos es que la mayor parte de la población, como se ha visto, no se ha tomado muy en serio el respeto a las medidas sanitarias, lo que ha contribuido a la dispersión del virus entre los diferentes sectores sociales y, seguramente ya, las mutaciones del virus inicial. Si a esto agregamos la crisis financiera por la que atraviesa el gobierno del Estado, que tiene las arcas vacías y que incluso se las ha visto muy difíciles para cubrir el pago a sus trabajadores (incluidos los maestros y los de salud), la situación se torna aún más complicada, sobre todo porque la capacidad para enfrentar el aumento de contagios y de necesidades hospitalarias que impondrá la pandemia será, sin los recursos debidos,  prácticamente nula. Asimismo, se tiene lo que ya todos sabemos: que la población infantil y juvenil no está aún vacunada y que los maestros no cuentan con una vacuna de tan alto espectro, lo que provocará que el riesgo de contagios se incremente y los porcentajes de muerte entre la población (incluida la infantil) se recrudezcan. Todas estas carencias y agravantes de la pandemia le quedan muy claras, estoy seguro, a las autoridades educativas y gubernamentales de Colima, pero la orden del gobierno federal ha sido tan temeraria que la autoridad local no está desafortunadamente en condiciones de objetarla. Sin embargo, los padres de familia sí lo pueden hacer y en sus manos está la libertad de tomar una determinación final al respecto: enviar o no enviar a sus hijos a la escuela, luego de sopesar si son más altos los riesgos de hacerlo que de no hacerlo o viceversa. Para mí, la respuesta es obvia. Es verdad que mis hijos podrán padecer de ansiedad por tan prolongado confinamiento, pero siempre será más preferible a perder la propia vida. Así que, si amas a tus hijos, déjalos todavía un poco más en casa, por lo menos hasta en tanto el pico de esta nueva pandemia (provocada principalmente por la variante Delta: más contagiosa y letal) disminuya y, además, el porcentaje de la población vacunada aumente significativamente, lo que permitirá que la capacidad de contención del sistema de salud sea más óptima.  De lo contrario, en dos semanas el aumento de contagios y de muertes crecerá de manera pavorosa. No hay necesidad: para morir no hay que apresurarse. Para vivir, en cambio, tenemos todo el tiempo del mundo. Aunque no ha pasado lo peor, por lo menos la existencia de la vacuna nos ha permitido ver (a lo lejos) la luz al final del túnel.