Pues, ¡me bajo del avión!

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Por: Francisco Jesús Pérez Medina

“Me bajo del avión, por seguridad de mi familia” fue lo que expresó un pasajero el día viernes cuando se percató de que, en el vuelo, se trasladaba también al Presidente de México rumbo a Tabasco. El video fue retomado en redes sociales y luego en diversos medios de comunicación, en los que se aprecia personal de la compañía aérea sorprendidos al igual que los pasajeros que no daban crédito al hecho inusitado; muchos aplaudieron, al hacer notar el valor de solicitar a la aerolínea su decisión de no continuar su traslado ante un escenario no previsto cuando adquirieron sus boletos de viaje; otros, fieles seguidores y bots -desde el aparato oficial-, los criticaron y denostaron promoviendo un hashtag, otorgando calificativos, para sancionarle desde las redes con la intención de defender a su jefe.

Esta anécdota, aparece justo a días antes de un triste XV aniversario en que perdió la vida el gobernante más querido en Colima, junto con los pilotos, funcionarios de su gobierno y un empresario, en un accidente aéreo en Tzitzio, Michoacán, cuando se trasladaban desde la capital hacia Colima para cumplir con la agenda en la conmemoración del día de la bandera.

Al menos, se sabe de dos pasajeros que no subieron al avión por providencia o destino: un secretario de su gobierno y un diputado federal por Colima. Habían estado conviviendo con ellos durante la jornada en la ciudad de México, comieron juntos, pero no había suficiente espacio en el avión para que ellos volaran, así que bajaron del vuelo que, lamentablemente, sufrió minutos después una caída estrepitosa y repentina; ellos, afortunadamente, salvaron la vida, lamentablemente no fue la suerte de todos.

Esta analogía sirve para dimensionar el alcance de la decisión que tomó el pasajero para salvar a su familia y, también, para el necesario cuidado de la integridad del Presidente. En Colima, hubo una hecatombe política que se siente hasta nuestros días: gobierno interino, nuevas elecciones, jaloneos de los grupos de poder, denostación, campaña electoral extraordinaria, ciudadanía conmocionada y un nuevo gobernante que cumpliría el periodo legal para el que fue electo.

Amable lector, ¿se imagina un escenario similar a nivel presidencial? La probabilidad está presente, y no puede descartarse; En Colima, el fallecimiento de un gobernante, en funciones, ha sucedido en tres ocasiones: un asesinato, un suicidio y un accidente aéreo. A nivel federal, no ha habido ningún presidente que haya fallecido estando en su cargo -y, esperamos que nunca lo ocurra-. ¿Qué pasaría si se llegara a suceder? Esta reflexión se la dejamos a su consideración; no puede tomarse a la ligera, ni debe desestimarse. De ello platicaremos en nuestra siguiente colaboración.