PERIODISMO: HOSTILIDAD HACIA LAS FALSEDADES

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Prensa que no es servicio es corrupción.

En este tiempo tan difícil para conocer lo que es la verdad predominan gobiernos, agencias, y organizaciones diversas que al promover sus intereses alteran la sana comunicación y presentan solo parte de la realidad, ya ocultándola, ya deformándola, ya usándola con fines mal intencionados.

Esa falsa comunicación se traduce en la difusión de noticias falsas que circulan en todos los espacios, en medios escritos, radiofónicos, televisivos y, desde luego, en la majestad de los mercados de la comunicación: las redes sociales.

Estas han sido convertidas en arena para dañar honras ajenas o enviar mensajes dañinos y perversos contra adversarios, para defender ideologías a ciegas  o para impulsar proyectos políticos. Gente pagada por partidos o gobiernos se proyecta como contrapeso de la comunicación real, justa y respetuosa de las leyes en tejidos plagados de intereses. También son un instrumento eficaz para el desahogo de personas que las usan para exhibir sus complejos, su intolerancia que raya a veces en la locura,  y su mala forma de expresión. En las redes  se deforma la realidad, se inventan héroes y se presentan como verdad aspectos de la vida política, social y económica sin sustento lógico ni creíble. Pero en contraparte, hay gente de bien que las usa con fines constructivos, con el deseo de contribuir y hacer algo positivo por su país. Este último es mi lema: servir  a la verdad. 

Hay que tener mucho valor hoy en día para participar en esos espacios donde abunda una intolerancia que llega a enfermedad. Es muy  fácil encontrar, reitero,  la opinión de personas aturdidas y de un horizonte mental estrecho, aunque reconozco que también las hay inteligentes y propositivas. Desgraciadamente, no son pocos los mexicanos que lamentan su suerte y culpan a los distintos regímenes políticos de  todas las desgracias posibles actuales y de las que vendrán después, cuando es cuestión de aclarar si esos sistemas tienen responsabilidad  respecto a esos méritos personales difuminados. Hay muchas personas que no alcanzaron sus sueños y se resisten a pensar que ellas fueron las causantes principales de sus propios rezagos o fracasos.  Culpan al “sistema”, a su familia, al  entorno social, a cualquiera, menos a ellos mismos.

Falta, a no dudarlo, un periodismo dignificante, casado con la verdad, un periodismo capaz de prevenir la difusión de las noticias falsas ( fake news) porque si el hombre sigue su egoísmo orgulloso, puede hacer mal uso de la facultad de comunicar. En esa lógica, dijo el papa Francisco cuando presidió la 52º. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales el año pasado, la comunicación se convierte en el lugar para expresar la propia responsabilidad en la búsqueda de la verdad y en la construcción del bien.

El antídoto más eficaz para defenderse del virus de la falsedad es el de dejarse purificar por la verdad. Continúa el papa: “Para discernir la verdad es preciso dialogar lo que favorece la comunión que promueve el bien y lo que, por el contrario, tiende a aislar, discutir y contraponer”.

Efectivamente, informar no es solo transmitir datos, hechos ordinarios, sucesos de todo género solo porque se tiene con qué hacerlo: periódicos o espacios radiofónicos y televisivos,  una computadora a la mano o un teléfono móvil para incursionar en redes. El periodismo es, connaturalmente, servicio, una actividad que exige nobleza de espíritu, tolerancia para admitir en lo que no se está de acuerdo y en defender el derecho que tiene el que emite una opinión. Los  directivos de medios impresos o digitales no han de disgustarse  por lo que escriben sus colaboradores, tienen que respetarlos. Si se disgustan, deben dedicarse a otra cosa.

Vuelvo por último al Papa, excelente comunicador, para recuperar su tesis de que requerimos en este tiempo un periodismo hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo entre personas que se entienda como servicio, como un instrumento que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos.

Como sociedad transitamos una época difícil en la que todo mundo duda de lo que se publica. Hay razón en ese sentimiento, pero no arriemos banderas. El periodismo limpio se abre y se abrirá paso en tanto como ciudadanos tengamos más capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, cuando nuestro pensamiento y nuestras acciones sean congruentes y persigan el bienestar por medios justos y legales.

En medio de la temporada electoral, beneficiará a la sociedad la apertura real de los medios a quienes se conduzcan con respeto hacia sus adversarios, a quienes propongan los cambios  que se requieren, a quienes se muestren tal como son, sin máscaras, sin demagogia. A cambio, los candidatos recibirán  merecidamente un voto consciente y comprometido con la construcción de una sociedad mejor.