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Brasil.- Miles de radicales seguidores del expresidente brasileño, el ultraderechista Jair Bolsonaro, asaltaron este domingo las sedes del Congreso, de la Presidencia y del Tribunal Supremo, en Brasilia, exigiendo una intervención militar para echar a Luiz Inácio Lula da Silva del poder, que tomó posesión hace exactamente una semana. Los manifestantes golpistas llegaron al corazón del poder en la capital de Brasil desde el Cuartel General del Ejército, ubicado a nueve kilómetros en línea recta, donde están acampados desde que Bolsonaro perdió las elecciones hace dos meses. Los bolsonaristas, que están convencidos de que les robaron los comicios, superaron las barreras policiales para poder acceder a las sedes del Legislativo, el Poder Judicial y la Presidencia.
La policía ha detenido al menos a 260 personas. Las tres sedes se ubican en torno a la denominada plaza de los Tres Poderes, ideada por Óscar Niemeyer cuando diseñó Brasilia, a finales de los cincuenta.
Los extremistas, en su mayoría con camisetas amarillas y verdes y banderas de Brasil, se niegan a aceptar la victoria de Lula en las elecciones del pasado octubre. El asalto de Brasilia supone un grave desafío para el nuevo presidente, el izquierdista Lula da Silva. Al filo de las siete de la tarde (hora local, cuatro horas más en la España peninsular), la policía había recuperado el control tanto del Tribunal Supremo, como del Congreso y del Palacio de Planalto, sede de la Presidencia. De todos modos, sigue habiendo enfrentamientos entre los agentes y manifestantes en la zona.
El presidente Lula ha ordenado a las seis de la tarde la intervención federal para asumir el control de la seguridad pública en Brasilia y el resto del Distrito Federal hasta el 31 de enero. El objetivo es restaurar el orden, “gravemente comprometido por actos de violencia e invasión de edificios públicos”.
El mandatario ha advertido de que “los vándalos fascistas” que han atacado las sedes de los tres poderes y sus financiadores “serán identificados y castigados”. Lula se ha quejado de que la Policía Militar de Brasilia no ha cumplido su cometido de garantizar la seguridad y proteger las instituciones. También ha acusado a su predecesor, Bolsonaro, de “estimular la invasión de los tres poderes” y de “huir” a EEUU para no colocarle la banda presidencial.
Pasadas las nueve de la noche ha llegado la primera reacción del expresidente Bolsonaro mediante varios tuits: “Las manifestaciones pacíficas, conforme a la ley, son parte de la democracia. Sin embargo, las depredaciones e invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla”, ha afirmado el ultraderechista más de dos horas después de que la policía pusiera fin al asalto. Se refiere a las protestas populares en la recta final del Gobierno de Dilma Rousseff, del partido de Lula, y tras su destitución, cuando manifestantes se pasearon por el tejado del Congreso.
Bolsonaro añade que durante su mandato respectó la ley y repudia lo que describe como “acusaciones, sin pruebas” contra él “por parte del actual jefe del Ejecutivo de Brasil”. Es la primera ocasión en la que reconoce explícitamente el relevo y que Lula es el actual presidente.
Los gobernadores aliados de Bolsonaro habían condenado antes el ataque. Y el Partido Liberal, el de Bolsonaro, ha intentado desvincular al expresidente Bolsonaro de la invasión. “Este movimiento en Brasilia hoy es una vergüenza para todos nosotros y no representa a nuestro partido, no representa a Bolsonaro”, ha declarado en un vídeo el líder del PL, Valdemar Costa Neto. Antes de condenar el asalto, Neto ha elogiado las protestas golpistas ante los cuarteles. Ese doble discurso es similar al mantenido por Bolsonaro en los últimos meses con condenas puntuales en los momentos más graves pero alabanzas a un movimiento que pide un golpe de Estado.
Los vídeos que circulan por las redes sociales muestran a los asaltantes en el pleno del Congreso, destrozando mobiliario y rompiendo cristales de los edificios modernistas. Las instalaciones del Tribunal Supremo, otro de los grandes objetivos de la ira bolsonarista, han sido ferozmente atacadas. Las imágenes recuerdan poderosamente a las escenas vistas durante el asalto al Capitolio de Washington por parte de seguidores del derrotado Donald Trump, el 6 de enero de 2021.
Son escenas violentas que, por otro lado, contrastan con las del domingo pasado, día de Año Nuevo, cuando cientos de miles de personas acompañaron a Lula en su regreso al poder al frente de una amplia coalición con la misión de restaurar y fortalecer la democracia. Lula firmó esa misma noche los primeros decretos para revertir el legado de Bolsonaro.
Lo ocurrido este domingo en Brasilia es el momento que tanto han temido durante meses los demócratas brasileños porque el ya expresidente Bolsonaro ha mantenido un discurso de ataque sistemático contra el sistema de votación y las autoridades electorales de manera que tanto el uno como las otras están notablemente desacreditados ante sus seguidores. El líder de la ultraderecha ha alentado las protestas contra el resultado electoral en diversas ocasiones, pero en su discurso de despedida sí que condenó el atentado fallido con explosivos con el que uno de sus seguidores pretendía sembrar el caos y forzar una intervención militar.
Antes de que la invasión a las instituciones brasileñas comenzara, miles de bolsonaristas marcharon a pie por las avenidas de Brasilia acompañados por patrullas policiales, según muestran las imágenes del canal Globo, hasta la plaza donde se ubican las sedes del Congreso, de la Presidencia y del Tribunal Supremo. Y hasta la capital habían llegado en las horas anteriores un centenar de autobuses.
Los ataques en el corazón político de Brasil le han pillado al presidente Lula en Araraquara, en el interior de São Paulo, donde visitaba la zona afectadas por las fuertes lluvias de los últimos días. Lula ha celebrado una reunión virtual de emergencia con sus ministros de Justicia, de Defensa y de Relaciones Institucionales para analizar el asalto a las sedes de los tres poderes en Brasilia.
Cómo gestionar las protestas golpistas frente a los cuarteles ha sido uno de los quebraderos de cabeza a los que se ha enfrentado Lula desde que asumió la Presidencia. Su nuevo ministro de Justicia, Flavio Dino, era desde el principio partidario de recurrir a la fuerza si los manifestantes no se dispersaban mientras el titular de Defensa, José Múcio, abogaba por evitar la confrontación a toda costa.
Con información de El País