Participa universitario en coloquio nacional sobre salud mental durante la pandemia

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El Dr. Jaime Bricio dictó la conferencia: “La educación nutricional a universitarios tras la pandemia: experiencias del Programa Universitario de Salud Mental y apoyo psicosocial de la universidad de Colima”.

Redacción|CN COLIMANOTICIAS

Colima, Col.-  La semana pasada, el Dr. Jaime Alberto Bricio Barrios, docente de la licenciatura de Nutrición en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima, fue invitado al tercer coloquio “La invención de la mente, retos para la salud mental en México en su contexto pandémico”, que organizaron, en la modalidad virtual, el Instituto Politécnico Nacional, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Canal Once y la Universidad de Guanajuato.

Jaime Bricio dictó la conferencia “La educación nutricional a universitarios tras la pandemia: experiencias del Programa Universitario de Salud Mental y Apoyo Psicosocial de la Universidad de Colima”, en la que habló básicamente de la labor realizada por él, por otros profesores y por alumnos de Nutrición, para contribuir a la realización de los objetivos del programa de salud mental de esta casa de estudios.

A manera de contexto, ofreció algunos datos que arrojó la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición sobre cómo nos alimentamos los mexicanos durante la pandemia. En estos meses de COVID-19, dijo, alrededor de un 55 por ciento de familias vivió en estado de incertidumbre alimentaria, en el que no se tiene la certidumbre, ya sea transitoria o crónica, de conseguir alimentos que nutran, que los mantengan productivos y les eviten enfermarse.

De acuerdo con esta encuesta, disminuyó en 43.1% el consumo de alimentos por familia; el gasto promedio para conseguir alimentos fue de 1 mil 501 pesos, cantidad que consideró elevada; se invirtió un 7.5% de los gastos en comida chatarra o de alta densidad energética y el 61.7% de adultos disminuyó su actividad física.

Entre los pros y contras de la pandemia, dijo, está el que la gente quiera estar más informadas en temas de salud, pero hay demasiada información y no toda es confiable; hay más problemas de salud mental, pero la ventaja es que ésta ya se considera prioritaria, no sólo la salud física, y aunque aumentó el consumo de confitería, de dulces y postres, también lo hizo el consumo de productos saludables, en un 42 por ciento.

Recomendó consumir vitaminas y minerales esenciales de preferencia en los alimentos naturales, no en suplementos, “donde hay datos contradictorios”; ya que basta media zanahoria o una mandarina al día para cubrir las cantidades necesarias de vitamina A o C, por ejemplo. También habló de la vitamina D y del zinc, que ayudan a combatir la COVID-19: “lo que te proteja no tiene que se algo necesariamente costoso”.

Sobre el Programa de Salud Mental, dijo que surgió de las recomendaciones básicas que da la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha propuesto hacer una promoción de la salud mental que vaya desde recomendaciones generales hasta la canalización al sector salud de personas con problemas específicos.

Más que hablar de todo el Programa, habló de la parte de Nutrición, que fue la que a él y a otros colegas suyos les correspondió. Habló de cómo capacitaron a agentes promotores de la salud entre las y los alumnos de Nutrición de los últimos semestres, y de cómo se diseñaron cursos, infografías, de cómo se vincularon con áreas como la Medicina, la Psicología, Trabajo Social y Comunicación Social para lograr los objetivos propuestos.

Narró cómo se trabajó con las y los universitarios incluso a nivel personalizado, mediante consejerías, y dijo que cuando la situación así lo ameritó, intervinieron los profesores, los expertos del Centro de Desarrollo de la Familia Universitaria (CEDEFU) o del IMSS. Para dar estos apoyos individualizados utilizaron el correo electrónico, el WhatsApp, las llamadas y videollamadas.

En el caso de los alumnos que participaron como agentes promotores, dijo, se trató de un servicio voluntario, porque ni siquiera les dieron calificaciones. Ellos y ellas atendían a personas que no tenían alguna enfermedad específica. Las personas con enfermedad fueron atendidas por profesores, aclaró.

Aunque el programa, dijo, se diseñó para universitarios: alumnos, docentes, trabajadores y jubilados, también se atendió a familiares de universitarios y a público en general, incluso de otros estados. Se grabaron las charlas de difusión nutricional para que más personas pudieran verlas y se dieron de manera gratuita; “nos apoyamos mucho en redes sociales y en la radio”. En este último medio tuvieron dos programas “Primero lo Primero” y “¿Somos lo que comemos en México?”, en los que hablaron básicamente de nutrición y ejercicio, nutrición y salud mental, nutrición y dientes y demás temas similares.

Partieron, destacó, de manejar información diversa, digerible y sencilla y sobre todo de ofrecer información con sustento científico; “nos enfocamos mucho en los estudiantes, pero sin olvidar a los trabajadores, que también resultan afectados por la pandemia”. Incluso realizaron un curso de nutrición donde mezclaron a estudiantes con trabajadores y jubilados que, aseguró, fue exitoso porque las dudas de unos ayudaron a los demás y la barrera entre estos tres grupos se volvió menos difícil de cruzar.

Por último, dijo que las lecciones aprendidas fueron: vincularse aún más entre las dependencias universitarias para avanzar más rápido y mejor, no de manera individual; que es indispensable la comunicación con el público en general, que el área de comunicación es un elemento clave para el cumplimiento de los objetivos, que la participación de los agentes de salud no especializados aumenta la cobertura de programa, al no dejar solos con el trabajo a unos cuantos profesores; que la educación nutricional es un proceso permanente y que es necesario aumentar la complejidad en la atención de la salud; esto es, volverla presencial y que atienda situaciones más complejas o a quien en verdad lo requiera.

Finalmente, dijo que este trabajo se vincula no sólo con lo que hace la UdeC, sino con las metas que se tienen en el estado para atender situaciones de sobrepeso, obesidad y trastornos de la conducta alimentaria, en las que se vinculan diversas instituciones y organismos civiles.