PARACAÍDAS

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Congreso local: fracturado

Por: Rogelio Guedea

El triunfo del panismo en las pasadas elecciones fue, como ya lo he dicho en varias ocasiones, histórico: ganó la mayoría de las alcaldías, ganó el Congreso del Estado y, aunque se la arrebataron, ganó también la gubernatura. Todo Colima se pintó de azul de una día para otro. Las elecciones colimenses, lo sabríamos después, fueron el preanuncio de lo que sucedería en las pasadas elecciones del 5 de junio en doce estados de la República, donde el PAN ganó siete gubernaturas, ocasionando con ello una hecatombe en el priismo nacional, tan desmedido que le costó la dirigencia del tricolor al propio Manlio Fabio Beltrones. La mancha azul panista siguió avanzando y es muy probable que en el 2018 (si todo sale bien en las tres elecciones estatales que se librarán el próximo año) el PAN regrese a Los Pinos. Pero lejos de que los panistas (alcaldes, congresistas, dirigentes municipales y estatal) asumieran esta responsabilidad que les estaba dando la ciudadanía (más quizá por el voto de castigo al PRI que por méritos propios), lo que hicieron fue ufanarse de tal modo que sucedió lo consabido: una fractura que empezó a hacer aguas en el timón albiazul y que amenaza con hundir la embarcación. En lugar de unirse y trabajar en un objetivo común, los panistas se disgregaron, ayudando con esto a que todos los estropicios del priismo gubernamental, que tiene al Estado en el primer lugar de violencia nacional, no alcanzaran a evidenciar la ingobernabilidad que quebranta nuestra pequeña entidad. Al contrario, con la renuncia de los legisladores Nicolás Contreras, Luis Ayala y Javier Ceballos a la fracción panista (para hacerse independientes) el PRI parece ganar terreno y estarse saliendo con la suya. Si bien el juicio sumarísimo que la ciudadanía llevó a cabo en contra de estos tres legisladores fue contundente (los acusó de alta traición y de buscar sólo sus propios intereses), lo que realmente está en juego aquí (y en peligro) es el liderazgo panista en la gobernanza de cara a las elecciones de 2018. El panismo local no puede, por ningún motivo, seguir apostándole a las restas en un escenario que, ya lo vimos en las pasadas elecciones, es venturoso para él. Los albiazules no pueden desoír más que la causa principal de esta fractura no es el interés del priismo por dominar la arena política local sino la falta de liderazgo que tiene el PAN al día de hoy. Urge que la dirigencia estatal panista se haga de un liderazgo fuerte (totalmente alejado del entreguismo) y que, bajo este liderazgo, se determinen las acciones pertinentes que reencaucen la fuerza de este instituto político al único objetivo que debe preocuparles: gobernar bien para poder aspirar a conseguir, por lo menos, los mismos resultados que tuvieron en las elecciones pasadas. Si esta independencia de los tres legisladores será la inercia que marque la próxima elección del dirigente estatal panista (donde hay reconocidos grupos relacionados con el PRI), entonces el panismo local se vestirá de rojiblanco y el sueño azul empezará a desmoronarse. No luchar para impedirlo sería darle completamente la espalda a una ciudadanía que, ya se los dijo en las urnas, quería una transformación profunda y radical en la forma de gobernar.

 

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