Orden Político

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    Los asuntos le están estallando porque, como una bomba de tiempo, se llegó al límite: La Boquita, las concesiones de taxi, el hospital Puerta de Hierro y, desde luego, el estado de las finanzas públicas. Todos esos asuntos, si bien los debía haber tratado su antecesor, son, sin embargo, problemas que él tendrá que sortear para que la gente no especule.

    El gobernador de Colima está acostumbrado a trabajar bajo presión; un ejemplo claro es el ayuntamiento de Colima. Ello, no obstante, no debe ser un pretexto para dar largas o creer que los problemas heredados se van a resolver en automático. No. Anguiano Moreno debe reunirse con los directamente responsables de las áreas que han sido cuestionadas para ver los mecanismos a emplear.

    No es un improvisado sino todo lo contrario; seguramente en los siguientes meses se dará a conocer el resultado de los análisis realizados para que la gente de Colima tenga una certeza de lo que está pasando en el gobierno del Estado. Se entiende que, como en el caso de los despedidos, una parte importante de la sociedad esté molesta porque hubo quienes salieron de la administración que tenían funciones importantes y, por el contrario, se quedaron algunos que no tenían nada qué hacer.

    Es obvio: la llegada de Mario Anguiano Moreno generó muchas expectativas y las medidas que se tomaron al entrar causaron sorpresas. Pero, conociendo al mandatario estatal, lo más seguro es que esas medidas, aunque dolorosas, fueron las más acertadas: no se hubieran tomado de no ser necesarias.

    Hay otra cuestión que nadie se ha tomado la molestia de tocar: el presupuesto de este año se terminó y se están haciendo malabares para pagar los compromisos con la clase trabajadora; será hasta el año entrante cuando, ahora sí, podrán hacerse realidad las promesas que se hicieron en la campaña electoral.

    Y, ahí sí, la oposición estará en todo su derecho de cuestionar al gobernador si, a su ver y entender, no está a la altura de las circunstancias. Es cierto: la falta de presupuesto no debe ser un argumento implacable para no hacer todo lo que se quisiera. Sí debe serlo, ciertamente, para que la gente entienda que, por más buena voluntad y fe que se tenga en los funcionarios y la capacidad para llevar a cabo obras y acciones, los recursos económicos servirán para que se acelere el beneficio previsto por las autoridades.

    Ahí están las obras que los colimenses pedían desde hacía muchos años: agua en La Culebra, los pozos profundos en La Capacha, y otras más que, en efecto, dejan un buen sabor de boca para los directamente beneficiados. Basta ver la incredulidad de los habitantes de La Culebra cuando se colocaron las tomas de agua: después de treinta años pudieron ver cristalizados sus sueños.

    Pero en Colima, donde existen grupos políticos y empresariales que no reconocen este tipo de acciones, esas situaciones se verán opacadas por el golpeteo y los chantajes que se estarán tornando cada vez más fuertes conforme sigan sin ser atendidas sus peticiones; se le dará más importancia a los chismes de lavadero y a las declaraciones escandalosas para gastar pólvora en infiernitos.

    Y, en descargo para los medios de información, ese tipo de hechos harán más divertido el final del año; se olvidarán de los despedidos y de los que todavía siguen sin obtener nada por sus servicios prestados.

    La función ya comenzó: la rebelión de Nicolás Contreras.

    LA PEP ¿PRIVADA?

    Los viejos vicios deben ser desterrados en su totalidad en la Policía Estatal Preventiva. Héctor Bautista tiene en sus manos el poder de darle un giro para bien a esta corporación. Por lo tanto debería vigilar a los policías que deambulan por la colonia Infonavit: cuidan las casas de sus amigos como si fueran agentes de seguridad privada. Y, lo peor, avalan que menores de edad sean insultados en la vía pública.

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