No a las tareas escolares

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Por: Jonás Larios Deniz*

La educación básica (pre-escolar, primaria y secundaria), propone el completamiento del aprendizaje de los estudiantes a través de la realización, en el hogar, de tareas escolares. Además, representa un espacio de participación de madres, padres y/o tutores quienes ejecutan una constante colaboración, supervisión y revisión de los lineamientos y productos correspondientes a las “tareas escolares” de las asignaturas. Sin embargo, la noción antes enunciada se debilita y pierde consistencia a partir de dos razones que expongo como resultado de una revisión empírica del tema.

Primero. La implementación de escuelas de tiempo completo y de jornada ampliada representa la oportunidad de formar niños, niñas y adolescentes con mayor calidad y pertinencia, particularmente en la formación de competencias lingüísticas, uso de las tecnologías de la información y la comunicación y el fomento de la sana convivencia. Por supuesto, el horario se extendió varias horas más, para cumplir con la agenda del enriquecimiento curricular y otras acciones adicionales. Como consecuencia natural, el tiempo libre se reduce, ya que el estudiante llega a su casa a media tarde o en la tarde noche. En los planteles educativos en que se trabaja con el modelo de tiempo completo, jornada ampliada u otros modelos de enriquecimiento curricular, se producen agendas y horarios escolares muy demandantes para todas y todos los participantes. Frente a este escenario es, (desde mi opinión) un acto de imprudencia asignar tareas escolares (para realizar en casa) a los muy cansados estudiantes.

Segundo. Una segunda razón de la pérdida de sentido de las tareas escolares que se realizan en el hogar es que los adultos encargados optan por hacerlas ellos mismos de manera parcial o total. Las razones son diversas, aquí se exponen tres: a) los trabajos son tan complejos y/o extensos que el alumno no lograría terminarlo para su entrega puntual, b) las instrucciones no son precisas y deben ser reconstruidas para su entendimiento, posiblemente porque el estudiante no atendió la explicación del docente, ocasionando confusión sobre los lineamientos a seguir, y c) una gran cantidad de trabajos son en equipo, para lo cual sus integrantes acuden al domicilio de uno de ellos y reciben ayuda técnica, bibliográfica, económica, etc. para el diseño, construcción y presentación de los materiales que resultan, algunos ejemplos son: prototipos didácticos, videos, periódicos murales, maquetas, blogs, páginas web, entre muchos otros. En ocasiones, la familia anfitriona se hace cargo de ofrecer la comida y/o cena al equipo, e incluso, cuando se prolonga la jornada, los entregan en sus domicilios para evitarles situaciones de riesgo. Lo narrado en este último inciso es cada vez más común en el nivel de educación secundaria.

Además, cuando la magnitud de las tareas rebasan las capacidades y/o habilidades del estudiante y de la madre, padre y/o tutor, se contratan los servicios de terceros para elaborar el producto o productos solicitados, por ejemplo de carpinteros, costureras, electricistas, arquitectos, etc. impidiendo que el alumno domine un procedimiento técnico o desarrolle el manejo de herramientas y aparatos diversos. La tarea es entregada sin informar al profesor los apoyos involucrados, en consecuencia, el maestro califica creyendo (o fingiendo que cree) que los alumnos realizaron en su totalidad el trabajo. En ese momento, con esa cadena de complicidades, valores como la honestidad y la verdad se corrompen. A su vez el propósito esencial que conlleva la realización de una tarea escolar queda anulada, es decir, no se completó el aprendizaje en el estudiante.

Por otro lado, son tantos los estudiantes en cada aula, y tantas las tareas escolares por revisar a cada uno de ellos que el docente lleva a cabo revisiones generales, no obstante que el trabajo tuvo que elaborarse cumpliendo con rúbricas con altos niveles de especificidad.  No es prudente generalizar, pero es una situación que aparece ya en algunos centros escolares. Así pues, habrá quien diga que los padres son culpables y deben dejar que sus hijos se hagan responsables de sus encomiendas, o bien, que los docentes son flojos o desorganizados; como sea, queda evidente el absurdo que supone la realización y revisión de las tareas escolares bajo las condiciones referidas. La alternativa de solución es administrar las actividades escolares y resignificarlas atendiendo a criterios relevantes para su inclusión o exclusión en cada asignatura, haciendo de las horas de clase los únicos espacios para el logro de los aprendizajes esperados. De manera tal que desaparece la noción de tarea escolar que se realiza en el hogar y por supuesto no habría más tareas escolares para los estudiantes.

Propongo que la nueva función que la familia asumiría para fortalecer la formación escolar sea la gestión de la lectura como actividad familiar obligada, promoviendo la recreación y el entretenimiento y generando una cultura familiar con base en la discusión de ideas. Me gustaría ver a una familia reunida haciendo lectura en voz alta, o bien, enfrascada en la construcción de finales diferentes al original; para empezar, me atrevo a poner en la biblioteca de la familia colimense los cuentos colimotes del profesor Gregorio Torres Quintero. Maestras, maestros, descarguen la agenda de actividades escolares haciéndola más pertinente para ustedes y sus alumnas y alumnos. Digan no a las tareas escolares.

* Profesor-investigador de la Universidad de Colima