LOS FELICES SÍ AMAN

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Recientemente el Papa Francisco advirtió que la reticencia a amar de forma gratuita es fuente de violencia, y recordó que las personas violentas no son malas por naturaleza, sino que son personas infelices por no haber sido amadas.

Esa falta de amor, que termina degenerando en intimidación, tiene su origen en la misma infancia. “Cuando un adolescente no es amado, o no se siente amado, puede nacer en él la violencia. Detrás de tantas formas de odio social y de vandalismo hay, con frecuencia, un corazón que no ha sido reconocido”.

Recordó que “no existen niños malvados, al igual que no existen adolescentes del todo malvados, pero existen personas infelices. ¿Y qué cosa puede hacernos felices si no es la experiencia del amor dado y recibido? ”

¿ Tienen  algo que decir al respecto, estimados lectores ?  Si ustedes no, yo sí; fíjense que detrás de un joven mal orientado hay normalmente un hogar desintegrado  o casi; donde falta el padre o la madre escasea el amor con frecuencia y se añoran el respeto y la confianza mutuas.  Muchos jóvenes, por su incomprensión, se identifican en la pandilla del barrio y se juntan con  amigos desordenados a los que  incorporan luego a su grupo de personas favoritas.   Y ahí empieza la mala película de la vida para algunos al replicar conductas de sus cuates que antaño ni siquiera imaginaban asumir.

Seguro que usted y yo  conocemos ejemplos  de personas disociadas del amor y que viven sin fe,  carentes de valores y  de proyectos de vida, sin  capacidades  para mantener un vínculo con los demás en forma civilizada. Si hurgásemos en lo que fue la vida pasada de algunas de ellas, seguro que, como dice EL Papa Francisco, encontraríamos experiencias muy desagradables: hogares donde imperó la violencia, los insultos, el odio y la división entre la propia familia, en síntesis el “contramor”.  Mucha gente reproduce en los demás la violencia de que fue objeto en la infancia, como  deseando que alguien pague los platos rotos aunque esos  otros no  hayan quebrado ni uno solo.         

Pero no todo es pesar, hay cientos de miles de adolescentes y jóvenes perseverantes y ansiosos deseando demostrar que valen mucho y buscan con esfuerzo perseverante un destino mejor para sí mismo y para los suyos. Y esos son triunfadores aunque a veces no alcancen sus metas al 100 por ciento. Y lo son porque se sobrepusieron a la existencia de relaciones familiares perturbadas, violentas o inexistentes. En ese triunfo por una vida mejor, seguro que ha contado el sacrificio de muchas madres de familia en su mayoría que dieron todo a favor de sus hijos triunfadores.   Las madres jamás abandonan a sus hijos porque replican en ellos, ciertamente, el amor divino.

En la  catequesis referida al principio, el Pontífice comparó el amor de Dios con el amor de los padres, que quieren a sus hijos incluso cuando se equivocan. “¿Quién de nosotros ama de esta manera si no es un padre o una madre?”, se preguntó. “Una madre quiere igualmente a su hijo incluso cuando ese hijo está en la cárcel. Una madre no para de sufrir por su hijo. Lo ama incluso cuando es pecador”.

La gratuidad del amor de Dios la explicó de este modo: “El primer paso que Dios da hacia nosotros consiste en un amor previo e incondicional. Dios no nos ama porque nosotros tengamos ninguna razón que suscite amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor, y el amor tiende, por su naturaleza, a difundirse, a entregarse. Dios tampoco vincula su benevolencia a nuestra conversión, más bien es una consecuencia del amor de Dios”.

Bien dice el Papa que para cambiar el corazón de una persona infeliz, es necesario abrazarla. Hacerla sentir que es deseada, que es importante, y dejará de estar triste. Esto lo podemos  comprobar fácilmente. Observe usted simplemente cómo las personas se emocionan cuando un conocido les da un abrazo por las mañanas o recibe un telefonema de alguien a quien tiene mucho tiempo sin saber de él. Hay quienes se extrañan, sin embargo, de los que  toman una  iniciativa semejante  de manifestar su aprecio de esa manera.   Esos están vacios por dentro,  son ridículos y desahuciados espiritualmente.

Escribo finalmente que el  Papa Francisco tiene razón: quien no ama, es infeliz por naturaleza y  lo será  hasta el último de sus días. Amemos, amemos siempre, amemos nomás porque si y seremos más felices !