LOS DOS QUE SE FUERON A LA “CHINGADA”

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Por José Díaz Madrigal

La primer obra literaria con la que el escritor mexicano Octavio Paz -nuestro único premio Nobel de Literatura- empezó a despuntar a la fama fue: El laberinto de la soledad. Es este libro una serie de escritos, que a modo de ensayo, describen de manera general el carácter del mexicano. Uno de esos ensayos, trata acerca del lenguaje diario, cotidiano que usamos los que vivimos en este país; concretamente de la mexicanísima frase “la chingada”.

Dice el galardonado con el Nobel: en nuestro hablar ordinario, hay un grupo de palabras prohibidas, secretas; que en ocasiones salen a flote y las empleamos, reflejando el estado emocional -no todas las veces- de las personas, o también como producto de una reacción ante una situación absurda, enojosa que causa molestia. Igualmente se da, como respuesta negativa que produce encontrarse en algún lugar o espacio desagradable en el que no se quería estar.

Son palabras malditas que solo pronunciamos en voz alta, cuando no somos dueños de nosotros mismos, cuando nos sacan de nuestras casillas o de plano se pierde la paciencia con explosiones temperamentales descarriladas, que pueden terminar por enfermar emocionalmente a quien quede atrapado en la intranquilidad.

El laureado autor, tenía destellos de psicoanalista, sigue explicando: toda la angustiosa tensión que guardamos, se expresa en una frase que nos llena la boca cuando la furia, la frustración o la alegría nos mueve a explotar con arrebato nuestra condición de mexicanos. . . “Viva México, hijos de la chingada! Verdadero grito de guerra cargado de electricidad; esta frase es un reto y una afirmación, un disparo dirigido contra un enemigo imaginario, un estallido en el aire.

En el municipio de Palenque Chiapas, el presidente de México tiene un rancho que él mismo bautizó como “La Chingada”. Sí nos atenemos a la aclaración que nos ofrece Octavio Paz, respecto a la palabreja la chingada; se puede deducir el fracaso y resentimiento con la vida que ha tenido López Obrador. No es una deducción infalible, pero si pinta a grandes rasgos el estado mental enfermizo que ha padecido y padece el jefe del ejecutivo; puesto que ya siendo una figura pública de primer nivel, pudo haberle cambiado de nombre a su propiedad, para que fuera acorde con la responsabilidad y seriedad de su alta investidura. Pero no, no lo hizo y cada que quiere se va de paseo a “La Chingada”.

Hace unos días tuvo de huésped en esa finca, a un invitado especial; diversos medios informativos difundieron la fotografía donde aparece Carlos Slim junto a López Obrador a lado del tronco de una Ceiba, que a decir del presidente tiene indicado que a ese árbol se le cuide con esmero. El lunes pasado en la mañanera, comentó que esa reunión fue básicamente para revisar el avance de las obras del Tren Maya, específicamente del tramo de 220 Kms que está a cargo de la constructora propiedad de Carlos Slim. En esa misma conferencia estuvo elogiando la dimensión social que tiene el primer empresario de México y también haciendo énfasis en su lealtad e institucionalidad de ese célebre hombre de negocios.

Un día después el martes 20, los periódicos cabeceaban la siguiente noticia: Ancira perdió con AMLO, devolverá a Pemex 216.6 millones de dólares. Esto, luego de estar acusado de vender a Pemex, con sobreprecio de 500 millones de dólares, una planta inservible de fertilizantes en el año 2013. Algunas fuentes indicaron que la planta cuando mucho valía 50 millones de dólares, además que ni siquiera funciona. Alonso Ancira para salir libre, tuvo que hacer un convenio para regresar la cantidad referida para medio reparar el daño a Pemex.

Una noche de diciembre de 1990, el noticiero 24 Horas que conducía Jacobo Zabludovsky, informaba de la venta de la empresa telefónica del estado “Telmex”, al grupo Carso de Carlos Slim. En aquel tiempo, relativamente poca gente sabía quien era Carlos Slim. Zabludovsky hizo una reseña en televisión de las cualidades y propiedades de este empresario mexicano de ascendencia libanesa y, reveló el monto que había pagado por Telmex: 2000 millones de dólares.

Carlos Slim de aspecto físico sencillo, tal vez recatado con perfil bajo; sin embargo es un híbrido de zorro y tigre, por la astucia del primero y por los movimientos felinos del segundo que da el zarpazo justo en el momento oportuno. Ahora, tigre viejo le bajó el ritmo a la chamba, pero no deja de trabajar. Enemigo de choques o confrontaciones ha sabido cultivar contactos y relaciones, que lo mantienen siempre cerca de quien ostenta el poder político, sin importar a que partido pertenezca . Por su poder adquisitivo y gracias a su habilidad, ha podido sacar privilegios que no tiene el empresario común; reportando para él, enorme tajada económica, convirtiéndose desde hace mucho tiempo en la persona más acaudalada de México.

Muchos años después, Carlos Salinas que era presidente cuando se privatizó Telmex, declaró que el gobierno que el encabezaba, recibió más de 8000 millones de dólares de parte del comprador. Lo cierto es que la noticia que dió Zabludovsky -que era una especie de noticiero oficial de aquella administración- solo dijo 2000 millones de dólares. Por la diferencia de cifras, da lugar a que hubo gato encerrado en ese negocio. Qué pasó con los seis mil millones y pico restantes? Solo los Carlos lo saben.

Ancira tuvo que devolver parte de lo que obtuvo por hacer trampa, en la venta que hizo al gobierno. Slim por comprar a precio más abajo de los remates de subasta pública, nunca se le ha reclamado nada. Ancira salió de la cárcel, altivo, arrogante en camioneta blindada, presumiendo un puro en la mano izquierda; pero perdió la partida contra AMLO. Por otro lado Slim de apariencia modesta, sin aspavientos ni jactancias; le tiene tomada la medida a López Obrador, que en vez de preguntarle la discrepancia de cifras de aquella privatización, lo premia dándole más trabajo y encima de esto la adulación en público.

En verdad Carlos Slim tiene una deuda con el pueblo que lo ha hecho rico entre los ricos. Pero no es una deuda cualquiera, es una deuda de honor y, para que su nombre quede registrado con limpieza; tiene el deber de regresar una parte al pueblo que lo enriqueció, pero no por medio del gobierno, que lo que toca lo hace pomada, sino de mano de organizaciones de la sociedad civil de todo México. De ese modo en la memoria de los mexicanos, no se olvidará su grandeza como benefactor del pueblo.