LECTURAS

0

EL PATRÓN DEL MAL

“Si de aquí a cinco años

no tengo un millón en el bolsillo, me pego un tiro”.

Pablo Escobar.

Por: Noé Guerra

Movido por la serie de televisión que transmitida aquí por Unicable, canal 118, ha batido récords en los países donde ha sido exhibida, al tiempo que ha despertado mi interés por conocer la figura del mayor narcotraficante de la historia, Pablo Escobar “El patrón del mal”, es como, sin pretender hacer apología del delito, me acerqué a Killing Pablo (Matando a Pablo), del norteamericano Mark Bowden, quien narra parte de la vida de este “maestro del crimen”, y quien, como apunta Mark, en sus últimos momentos se vio saltando de techo en techo, con barba y descalzo, el mandamás del todopoderoso cartel de Medellín, para ser acribillado.

 

“¡Mi amor, yo por usted, hago y deshago, mato y revivo, solo porque es usted!”*. Una historia, dice el sitio www.teveonline.net/pablo-escobar-el-patron-del-mal, basada en documentos periodísticos y testimonios de sus cercanos. Todo comienza con el operativo que lo ultimó. Luego, sus orígenes como hijo de una profesora de un pueblo cercano a Medellín se ve a un Escobar niño frágil, pero que luego desarrolla una faceta astuta al consejo de una antioqueña. Se muestra cómo se va haciendo más ambicioso. Pasando del delincuente roba lápidas y contrabandista al narcotraficante y de ahí hasta ser el hombre más rico en la historia de Colombia y uno de los más peligrosos del mundo.

 

“Los amigos, son enemigos ocultos que aún no te han atacado”*. A casi dos décadas de la violenta muerte del capo colombiano es presentada esta serie que recoge no solo al personaje que fue sino las relaciones y vínculos con el poder que estableció y que caracterizan a estos individuos, capaces de concentrar un dominio muy por encima de los poderes establecidos y que los lleva disponer no solo de bienes, conciencias y vidas, sino hasta de esquemas sociales infiltrándose en la economía y en la política de los lugares donde se asientan sus sangrientas redes de control, cuyos límites se pierden en los confines de la discrecionalidad que define a las calladas complicidades.

 

“Plata o plomo, usted decide”*. Escobar cayó tras haber hecho varias llamadas telefónicas a su familia, mismas que al ser interceptadas sirvieron para ubicarlo. Según relata el periodista Bowden, la tercera semana de noviembre de 1993, el narcotraficante había fijado su residencia en Medellín, Colombia, “una vivienda de ladrillos, de dos plantas, sencilla y con una palmera achaparrada enfrente”. “El taxi que utilizaba como cabina telefónica portátil era conducido por su único guardaespaldas y compañero, Álvaro de Jesús, alias ‘Limón’”, agrega. Después de año y cuatro meses de labores de inteligencia, el grupo integrado por agentes de élite expertos en operaciones de comando, unos 1.500, entre soldados y policías, constituido, apunta Mark, en 1992 para capturarlo.

 

“A veces soy Dios, si digo que un hombre muera, muere el mismo día”*. Con antenas estratégicamente dispuestas en las inmediaciones de Medellín, el martes 30 de noviembre dieron con el origen de una de las llamadas de Escobar, venía del barrio Los Olivos. Sitio desde donde luego de las pesquisas se pidió autorización para acordonarlo y registrar las casas. Permiso negado, según Bowden, por lo que 35 policías en sus vehículos se mantuvieron cercanos en un estacionamiento, donde esperaron toda la noche del martes hasta el miércoles (1 de diciembre)”. Ese día, Escobar volvió a llamar y habló buen rato con su hijo, su esposa e hija, quienes le desearon un feliz cumpleaños. “Acababa de cumplir 44 años y lo celebró con marihuana, una tarta (pastel) y vino”, afirma Bowden.

 

“Si la mitad del mundo se nos viene encima, pues compramos la otra mitad para que nos defienda”*. El mayor Hugo Aguilar salió a toda prisa del estacionamiento en busca de la señal, pero no había nadie allí. Ahí se percató que “seguramente Pablo había estado hablando desde un auto en movimiento”. “Aquel jueves 2 de diciembre de 1993, Pablo se despertó, como solía, un poco antes del mediodía. Comió espagueti y se volvió a acostar, pero esta vez con el teléfono inalámbrico”. A las 13 horas, Escobar intentó varias llamadas. Se calculó que la frecuencia otra vez venía de Los Olivos. Aguilar “dejó de fijarse en la pantalla y comenzó a observar las casas detenidamente, una por una”. Hasta que reconoció a “un hombre gordo asomado a la ventana de la segunda planta. Llevaba el pelo negro, rizado y largo, y barba”. Era Escobar.

 

“A mí me gusta llamar al Diablo, para pedirle consejo”*. Luego de unos 10 minutos comenzó la operación. “‘Limón saltó desde la ventana de atrás al tejado apenas el equipo de asalto hubo irrumpido por el frente… Recibió varios impactos mientras corría”. “El segundo en salir fue Pablo… Según los policías allí presentes, al cruzar corriendo el techo fue abatido desde el callejón y desde el tejado de la casa contigua. Escobar recibió tres balazos: pierna derecha, espalda y centro de la oreja derecha, para quedar entre las tejas, donde las graficas difundidas lo exhiben como “trofeo de caza”. *Pablo Escobar.