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LOS OPORTUNISTAS

Por: Noé Guerra

Como titulo de una mala película este tema que refiere a una de las más cínicas y peores plagas que padecemos los mexicanos en todos los ámbitos de la vida política nacional y en todos los reductos partidistas víctimas de tránsfugas, vividores, ineptos, desideologizados, chaqueteros y renegados. De esos que andan por ahí sin trayectoria como militantes de algún partido y menos como gente identificada con las luchas sociales o reconocidos por su espíritu de servicio, carisma, inteligencia, liderazgo real o capacidad administrativa, sino que simple y llanamente acceden al poder gracias a que son parientes, amigos, socios, compadres o amantes de quienes lo ostentan o de sus favorecidos.

Tales, de ordinario, suelen ser los méritos para ser beneficiados con candidaturas para “contender” con todo a favor por algún cargo de elección y así, de la noche a la mañana, pasan a integrar los congresos, sean de la Unión o estatales, sin mayor derecho, ni preparación ¡Vaya! ni siquiera conocimiento legislativo, solo llegan a esos sitios pasando como de noche, ajustados a su interés inmediato, igual que arriban a cargos administrativos de alto nivel sin la más remota idea de la responsabilidad que tienen frente a la gente o ante el espejo de su propia historia que desde ya se verá estigmatizada por esa condición, la del oportunista y sus varios sinónimos, todos despectivos, por cierto.

Episodios de vergüenza y repudio social que nos recuerdan al zafado Calígula, aquel degenerado pervertido emperador romano que nombró senador y cónsul a uno de sus caballos. No tienen idea o les vale el daño que se hace imponiendo a incondicionales en cargos que demandan alta responsabilidad y sumo compromiso social y que van desde secretarías de estado y delegaciones federales hasta municipales, pues con ello trastornan la buena marcha económica, política y social del gobierno como tal. ¡Qué grave ha sido que tengamos representantes populares que no conocen ni a sus representados! mucho menos la historia de la zona que dicen representar, individuos absolutamente desideologizados, sin proyecto, ignorantes vividores de un sistema a modo.

Una afrenta resulta para los electores que llevaron a un escaño a su correligionario, quien luego, por intereses personales y perversa ambición, los abandona junto con su otrora partido y sin rubor se pone la chaqueta de otro para cambiar de filiación política o cómodamente autodefinirse como “independiente”, o sea sin responsabilidad ni compromiso, traicionando la ideología que defendió, los principios que abanderó y, por supuesto, a la gente que esperanzada dio su confianza, quienes se tragarán la amargura de haber sido usados quedando como ingenuos. De entre los chaqueteros, los más despreciables, son los que luego de haber probado las mieles de altos cargos reniegan del partido político que los encumbró, que todo les dio, que los puso donde estuvieron y dio la oportunidad de participar en grandes decisiones de las que indebidamente sacaron para su beneficio personal. Esos son los verdaderos desleales, esos los que solo medran.

Qué triste verlos que no sólo reniegan de su partido, sino que a la menor provocación se autollaman “candidatos ciudadanos” o “candidatos externos”, eufemismo de un ingrato, de un renegado. Especímenes que sin compromiso vituperan y zahieren a las siglas que los cobijaron cuando ya no se ajusta a sus individuales intereses, pero no solo eso, enderezan su inquina contra quienes asumen detractores y los lastiman sin importarles el daño que hacen a la institución. Los ejemplos variopintos son tanto del pasado como del presente, miente quien dice que esa mala práctica política ha sido superada, solo baste levantar la vista.

Es tiempo ya de que se entienda que la sociedad está cansada, harta de los oportunistas, de los desideologizados, de los chaqueteros y sobretodo de los renegados, la gente demanda posiciones claras, ideas precisas, políticas templadas y a políticos íntegros, congruentes, gente con trayectoria social, líderes de verdad, servidores públicos comprometidos con ellos y de resultados, no más oportunistas pertenecientes a camarillas de vividores del decaído ejercicio de la política. No más. Esperemos.