HISTORIA DE UN CANALLA

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Por José Díaz Madrigal

Me estoy muriendo. No, no es que sufra alguna enfermedad terminal ni que los médicos me hayan desahuciado. Con estas lúgubres palabras inicia una de las últimas novelas del género de la psicología del suspenso, de la escritora española Julia Navarro. [ ] Soy un canalla, si, es lo que siempre he sido y no logro arrepentirme por serlo. . .Trata este libro de la vida de un hombre malvado, que desde la temprana infancia fue un niño terco, egoísta y acomplejado. Al correr del tiempo, en la juventud aprendió a reprimir los sentimientos de bondad, exacerbado en la vida adulta como un sujeto perverso; que ni por asomo tiene algún remordimiento de conciencia de sus malas acciones. Lo que a él sólo le importa, es que se cumplan sus miserables y voluntariosos deseos.El protagonista de esta narración, se describe así mismo como una figura que no siente compasión de nadie, tampoco se arrepiente de su maldad hacia los demás. Es un perfecto canalla que no tiene capacidad para rectificar nada; aún a sabiendas que miente y engaña hasta el punto que le tiene sin cuidado, dar de baja del mundo de los vivos a cualquier persona, aunque sea algún allegado.Entre la ficción de la novela de Julia Navarro y lo que vivimos los mexicanos con el actual jefe del ejecutivo federal, existe un tramo de caminos paralelos. Primero se tiene lo que menciona la hemeroteca digital de algunos medios de su natal Tabasco. Estos cuentan una historia negra acerca de la niñez y juventud del mandatario mexicano. Refieren los periódicos de la época de los sesenta, consultados por internet, en que dan a conocer lo que pasó durante un juego de béisbol, en que López Obrador adolescente. Por el motivo de ir perdiendo el juego y querer ganar a cualquier costo, tiró un duro y certero pelotazo a la cabeza de un jugador rival, causándole traumatismo cráneocefálico muriendo poco después del golpe. Otro incidente de fatales consecuencias sucedió en su juventud. Esta vez, estando quizá jugueteando una arma de fuego con su hermano Ramón, Andresito jaló el gatillo matando de un balazo a su consanguíneo. Los datos de esos sucesos se pueden ver en línea, ahí están para consultarse, no hay ninguna leyenda que diga que son falsos. Siendo así, estos hechos marcaron para siempre el tipo de persona que es el titular del ejecutivo: terco, egoísta y macabro.La semana pasada, el oficialismo convocó a las urnas para la ratificación de mandato del presidente. Chasco se llevaron sus ciegos seguidores y el propio inquilino de Palacio Nacional, cuando al final de las votaciones, sólo acudió a votar para que siga en la presidencia, menos de la quinta parte del padrón electoral. Esto quiere decir que se les echó a perder, se les acedó el atole plazero que estaban regalando, les fallaron los invitados. Pero, como no iba a perder, sí el país está patas pa’rriba, va de mal en peor.El problema número uno de nuestro querido México, se llama inseguridad. Como nunca en los tiempos modernos, si hacemos un ejercicio de recorrer el calendario para mirujear hacia atrás de las diez o quince administraciones pasadas, nunca de los nuncas en esos periodos estuvo tan descompuesta la seguridad, nunca habíamos padecido tanta alarma y temor en pueblos, ciudades o carreteras, a cualquier hora del día y cada vez se descompone más y más. Los habitantes de este país nos damos cuenta que la estrategia federal en más de tres años no funciona ni va a funcionar y a la par que el protagonista del canalla, no tiene voluntad por su funesta terquedad de ajustar o rectificar su pésimo programa de abrazos y no balazos. Para buenos ejemplos, lo del joven presidente de El Salvador, Bukele, que se propuso dar seguridad a su país y hacer bien su trabajo. En pocos días ha encarcelado a miles de delincuentes, cosa que su lastimado pueblo le está aplaudiendo.La obligación principal, la más importante de todo gobierno, es brindar seguridad. Sí se tropieza en este rubro y se falla a la ciudadanía, significa que no está haciendo correctamente su chamba. El presidente no tiene capacidad de reconocer errores. Altaneramente sigue con su política equivocada. El puesto lo mareó, no conoce la humildad. Sus asesores le tienen miedo y no acepta sugerencias, es la viva encarnación de la malvada terquedad.La seguridad es la piedra angular de esta administración y, lo que se sospecha, es que por alguna oculta y canalla razón, el presidente no quiere combatir como debe de ser, el monstruoso problema de la inseguridad en México.