Por: Ángel Durán
El calendario nos señala distintas fechas para conmemorar y celebrar a aquellos seres que son pilares esenciales en nuestra vida. El 28 de agosto, México se viste de fiesta y gratitud al celebrar el Día del Abuelo y la Abuela; mientras que, a nivel internacional, el 26 de julio se dedica a rendirles homenaje. Pero, ¿qué hace a estos días tan especiales?
Los abuelos son el antecedente inmediato de nuestra historia familiar. Con sus arrugas y cabellos plateados, son el fiel reflejo del tiempo vivido, de batallas libradas, de risas compartidas y de lecciones aprendidas. Han cruzado los distintos capítulos de la vida y, en esta etapa dorada, son el tesoro intangible que muchos tienen la dicha de tener a su lado.
En una sociedad donde todo parece efímero y rápido, los abuelos son un recordatorio viviente de que la esencia de la familia se construye a lo largo del tiempo. Su vasto anecdotario no solo habla de épocas pasadas, sino que también forja valores, establece tradiciones y construye la identidad familiar. Muchas de las enseñanzas y valores que las nuevas generaciones sostienen con firmeza provienen de esas historias contadas al calor de un abrazo abuelo o abuela.
Es indudable que los abuelos y abuelas son referentes de vida. No solo por su experiencia y sabiduría, sino también por su capacidad de amar y cuidar incondicionalmente. Aunque su fuerza pueda menguar con el tiempo, su amor no conoce límites. Para muchos, la imagen de un abuelo o una abuela cuidando a sus nietos, contando historias o simplemente compartiendo una tarde, es sinónimo de hogar.
Desafortunadamente, la realidad de muchos adultos mayores no siempre es idílica. Aunque una gran parte de ellos está rodeada del calor familiar, existen quienes, por distintas circunstancias, se encuentran en asilos o instituciones. Otros enfrentan problemas de salud que implican gastos que no pueden cubrir. Es ahí donde la solidaridad social debe actuar, garantizando que la etapa final de estos seres queridos esté llena de dignidad y cariño.
En este contexto, el Día del Abuelo y la Abuela no debe ser solo un recordatorio en el calendario, sino una invitación a valorar y agradecer a estos seres que han dedicado su vida a sembrar amor. Es un llamado a fortalecer los lazos familiares, a revivir tradiciones y, sobre todo, a demostrarles cuánto significan para nosotros.
No importa cómo decidamos celebrarlo, lo esencial es que lo hagamos con el corazón. Una llamada, una carta, una tarde compartida o simplemente un abrazo pueden marcar la diferencia. Porque, al final del día, lo que verdaderamente importa es hacerles sentir que son el tesoro más preciado de nuestra vida.
Por ello, en esta fecha, más allá de las flores, los regalos y las celebraciones, recordemos que el mejor presente que podemos ofrecerles es nuestro tiempo, atención y cariño. Y si aún tenemos la fortuna de tener a nuestros abuelos con nosotros, tomemos un momento para agradecer, escuchar y aprender de ellos, reconociendo su invaluable aporte a nuestra vida y a la sociedad.
Y si por alguna razón no tienes abuelito o abuelita, visita a los que están en asilos, donde están muchos de ellos, a los que ves que viven solos, ellos, lo que más anhelan es ser escuchados.
El Día del Abuelo y la Abuela, nos brinda una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de la familia, la sabiduría y la tradición. Es un día para celebrar la vida, el amor y las enseñanzas que solo ellos pueden brindarnos. Es una fecha para recordar que, en sus historias y recuerdos, encontramos la esencia misma de nuestra identidad.
Dr. Ángel Durán Pérez
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