El gran reto de Indira Vizcaíno

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PARACAÍDAS

Por: Rogelio Guedea

Colima vive, en política, dos realidades paralelas, y en ocasiones contrariadas. Por un lado, el gobierno por terminar del Ejecutivo estatal Nacho Peralta, quien ya empieza a ver cómo muchos de sus colaboradores (algunos incluso alguna vez cercanos) le dan descaradamente la espalda para ir en pos de otros paraderos más prósperos (nada raro: eso se ve en cada término de sexenio) y, por otro lado, el proyecto de gobierno en formación de la candidata electa Indira Vizcaíno, quien ya empieza a ver cómo le están surgiendo demasiadas lisonjas por parte de quienes no hacía mucho incluso la insultaban (nada raro: eso se ve en cada inicio de sexenio también). Estas realidades contrastantes hablan de lo mucho que significa el poder político en una sociedad, sobre todo cuando hacer política y rendir culto a la personalidad parecen sinónimos, y lo débil que son nuestras instituciones y nuestro estado de Derecho, pues de lo contrario las personalidades políticas no serían más que una pieza más del gran engranaje social y no la pieza sin la cual éste no podría moverse. Esto no tendría que ser así (el poder político por encima del poder de la Ley), pero así es, y parece que poco o nada se puede hacer para cambiarlo. Sin embargo, sin bien es triste ver cómo se hace leña con el “árbol caído” (sobre todo de parte de todos aquellos que gozaron de su sombra durante el sexenio que termina), no menos triste es ver cómo se ensalza la plantita incipiente que todavía no da frutos (como lo será la próxima administración morenista) y ya empieza a ser lisonjeado como  si los hubiera dado, en particular de parte de todos aquellos que ni siquiera la hubieron regado. La candidata electa Indira Vizcaino tendrá que ser demasiado inteligente para que este tsunami de adulaciones que recibe de propios y extraños un día sí y otro también no la vayan a obnubilar de tal modo que pierda el sentido real de la realidad (valga la redundancia) y vaya a llegar al convencimiento de que los retos que enfrenta Colima se pueden resolver desde el mero discurso, tal como en gran medida lo está haciendo el presidente López Obrador, figura modélica de todos los próximos gobernantes morenistas, pues de lo contrario no se hará sino recrudecer más las problemáticas del Estado. Por eso, la gobernadora electa deberá saber muy bien que, para tener un gobierno exitoso, la maxima de Tácito con respecto a que no hay peor enemigo que un adulador deberá estar enmarcada encima de su cabecera, pues estos poco le ayudarán a resolver las crisis que en materia de seguridad, salud y educación enfrenta nuestra entidad. Aunque a algunos cercanos o que se sienten cercanos y merecedores únicos de las prebendas de poder que ahora derrama la gobernadora electa no les ha parecido la operación cicatriz que ésta está llevando a cabo (pues lo que quieren es que la sangre llegue al río y que la venganza sea parte de su estilo personal de gobernar), lo cierto es que Vizcaino Silva ha acertado en meter en un mismo surco a todas las voces (incluidas las disidentes) a fin de conformar un frente lo más competente posible para enfrentar lo que se avecina para el porvenir colimense, que no será fácil. Si lo que más necesita nuestra entidad es paz, esta paz nunca se construirá  con los amigos, sino principalmente con los enemigos, y es ahí donde se tendrá que dar el punto de quiebre del próximo gobierno, de otra manera no se hará sino polarizar (tal como lo está haciendo el presidente López Obrador) a una sociedad que es lo último que necesita para reconstruir su tejido social y empezar a recuperar su estado de bienestar. Con esto no quiero decir que la gobernadora electa se tenga que casar con el mismo diablo, pero sí que sepa al menos aprender a convivir con él, pues lo cortés -lo sabemos- no quita lo valiente. Así pues, Vizcaino Silva, además de una gran reconciliación, lo que necesita es conformar un gobierno con los más capaces, sean o no sus cercanos, en los puestos clave de la transformación que es necesario emprender. No hacerlo significará una primera (y puede que la más importante) derrota,
imperdonable sobre todo por todas las expectativas que levantó durante su campaña, primero, y su triunfo electoral, después. Pocas palabras, pocos eslóganes, y muchas acciones, muchos resultados: eso es lo que se ocupa para poner a Colima verdaderamente del otro lado de la tempestad. Ojalá que no se pierda la oportunidad de oro de cristalizarlo.