EL DÍA MAS NEGRO DE COLIMA

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Por José Díaz Madrigal

Dos días antes aunque amaneció nublado, se sentía un calorón con el ambiente sofocado. Por eso ya casi no me daban ganas de ir con La Pochota. Durante aquel tiempo, esta era una mujer de poco más de cuarenta abriles. El sobrenombre se lo ganó, porque desde muy joven empezó a tener canas; pero parecía que a ella no le importaba. Por la cabellera blanca, la estampa grandota y un modito alivianado que poseía; algún ranchero de esos guasones y ocurrentes que la frecuentaba, le acomodó el mote de Pochota. La similitud le venía a copas por los gigantescos árboles que así se llaman; en la estación de secas, estos dan unos frutos alargados que cuando madura se encuentran llenos de borra blanca como algodón; que la gente usaba para hacer almohadas.

Como quiera que sea, aún cuando ya caía una tupida llovizna; no me aguanté y me fui con ella. Era aquel un domingo después de medio día. Al llegar vi al mendigo de mi compadre Isidro, ya estaba ahí, me había ganado. -Qui’hubo pinche compadre- le dije, ¿a ti quién te convidó? me respondió chasqueando la lengua (era medio salivoso) -pasate compadre, no la hagas de jamón; va por mi cuenta lo que te tomes. Nomás pa’colearlo le agarré la palabra. La Pochota tenía un pequeño tocadiscos que puso luego a jalar. No sé ni cuantas tomamos yo y mi amiga La Pochota, el caso es que al calor de los rebajados y la música alegre nos pusimos a jondear el bote. Las canciones que a mí más me gustaban, eran las que se prestaban para bailar repegados, así de cachetito. Isidro que tenía un pie malo, no le gustaba el bailongo; él era más de plática y tomadera. Vaya que aguantaba bebiendo.

Al día siguiente lunes, arreció la lluvia. En la sala de la casa, tenía en la pared clavada una repisa, cubierta con un mantel de encaje muy bonito, tejido por mi señora; en esa repisa había un radio con baterías nuevas. Estaba el locutor dando la noticia, que de la capitanía de puerto en Manzanillo, informaban que se acercaba un ciclón a la costa. No salió el sol en todo el día, al caer la tarde el aguacero se dejó venir con más fuerza; llegando la noche se formaban  oleadas y oleadas de viento y agua.

A todos en el pueblo nos agarró desprevenidos, no esperábamos un huracán cuando prácticamente se estaba acabando la estación de lluvias. El ventarrón de aquellas rachas apretadas, parecían  por lo espeso de la tormenta, como ráfaga de agua que no daba ni tantita tregua, golpeando con tal vigor; volando tejavanes primero y luego como a la una de la mañana, que fue la hora en que descargó toda su intensidad; salieron disparados tejas, tejamaniles, tapiloles, caballeteros y horcones, estos últimos tumbados lejos de donde estaban. La mayor parte de casas en el pueblo se dañaron.

Esa noche no se pudo dormir, estábamos empapados. Al clarear el alba del martes, el viento amainó. A media mañana la lluvia también fue disminuyendo, en la tarde casi había desaparecido. A unos dos kilómetros del pueblo pasa el río Armería, se escuchaba un rumor sordo como de piedras rodando. Por pura curiosidad fuimos a verlo, llevaba un crecientón como nunca la había visto. El puente de la carretera ya no estaba, una sola pilastra bien paradota resistió el embate de la corriente, esta arrastraba árboles, vacas y muchos animales. De regreso al pueblo, me asomé a la casa de La Pochota, la encontré asustada buscando sus gallinas; claro que me acomedí a ayudarla.

Días después se supo toda la magnitud de la tragedia, hubo alrededor de 1500 muertos en el estado. Minatitlán se llevó la peor parte con más de mil difuntos. El próximo miércoles 27 de octubre, se cumplen 62 años de esta catástrofe. Don José el amigo de La Pochota, solía llamar el día más negro del Colima moderno. Falleció hace varios años dejando numerosa descendencia.

¡Nacho ratero dame mi dinero! Lo que no contaba don José, es que íbamos a tener después de que él muriera, el sexenio más negro para Colima. El ciclón enlutó  a muchos hogares pero no a todos, ahora en cambio casi todo mundo estamos enojados con Nacho ratero. Frase acuñada esta semana que terminó y que se va a convertir en lema de batalla.

Para coronar sus fechorías, Nacho ratero deja a uno de sus compinches más cercanos, bien posicionado en uno de los tres poderes del estado; sin duda con el fin de tapar sus delitos. Por salud política y prestigio de la nueva titular del ejecutivo. Sabiendo por tradición en todo México, que desde el poder ejecutivo se marcan líneas a los otros poderes; es aplaudible que se de la línea para tumbar al sujeto que dejó Nacho para cuidarle la espalda.