TAREA PÚBLICA
Por: Carlos Orozco Galeana
El 17 de este mes los colimenses accedieron, como parte del proceso electoral, a un debate entre los siete candidatos a la gubernatura del estado, en el que cada uno expuso sus argumentos bajo un esquema supuestamente dinámico montado por el IEE y en concordancia con ellos.
Fue un debate formal civilizado, con participantes que en términos generales se condujeron por el difícil laberinto de la educación, gracias a lo cual hubo elementos informativos que servirán para fortalecer preferencias. En contrapartida, a esa situación de orden, hubo críticas directas e indirectas entre ellos que, en esencia, poco servirán para modificar los actuales patrones de apoyo ciudadano. Quienes hicieron críticas directas e indirectas en el debate, se fueron por la libre, sin sujetarse al esquema previamente pactado; diríase, sin embargo, que lo mejor del debate fue exactamente lo que se salió del esquema fijado.
Seguramente, las graderías esperaban ver sangre ( por así decirlo), que se despedazaran moralmente entre ellos, pero nada de eso ocurrió. En general, los candidatos (as), prefirieron mostrar los conocimientos que poseen sobre algunas materias para que la población crea que serían confiables ya como gobernadores (as). En esencia, poco aportaron las exposiciones.
El debate procuró el interés de que se produjeran ideas y propuestas sobre el presente y el futuro de Colima, los planes de desarrollo, la visión que se posee de hacia dónde han de dirigirse los esfuerzos de los futuros ganadores en un tiempo próximo. Se supone que los primeros beneficiados con este ejercicio son los ciudadanos, ávidos de que se confronten ideas que generen claridad sobre el tipo de gobierno que cada candidato (a) ejercería de ganar las elecciones. Pero en ningún momento, se dijo cómo se resolverían tales o cuales problemas.
Los debates entre candidatos a gobernadores no tienen historia aquí, ese fue el primero que se produjo para cumplimentar la obligación del IEE de organizar un encuentro de esos. Lo que si hubo anteriormente fueron debates al interior de los partidos, bajo reglas que los interesados propusieron, pero hasta ahí se había llegado.
Los ciudadanos esperábamos que los candidatos se pulieran en ese ejercicio, que fueran profesionales; respetuosos de sus adversarios, pero incisivos. Que demostraran haber estudiado a fondo los temas que abordaron para demostrar que tienen conocimiento profundo de la realidad y sobre todo para no quedar mal ante los rivales. Los vio medio mundo, ¿eh ?. Todos tuvieron una oportunidad valiosa para que, al margen de las estrategias que últimamente se usan ( de comprar votos a cambio de becas, o tarjetas – promesa, de mostrar publicidad exagerada, de ofrecer obras que jamás se harán, u otros ofrecimientos ), los ciudadanos accedieran a una visión más completa de sus capacidades, actitudes y temperamentos.
Teníamos que estar pendientes de ese debate para comentar con nuestros cercanos lo que consideramos importante; compartir lo que dijeron los candidatos (as), en suma, politizarnos de alguna manera por unas horas para tener claridad sobre la forma más conveniente de expresar nuestra voluntad en la elección próxima. Las conciencias merecen una gran sacudida para votar en libertad por la propuesta mejor.
Que se nos meta en la cabeza que no podemos equivocarnos en la elección. Ya lo he escrito, perderíamos mucho, nada menos que la oportunidad de que nuestro voto sea en favor de un candidato (a) que pueda ser disciplinado en el trabajo, justo en su actuar, con expediente reluciente de limpio en los cargos donde se haya participado, con buenos antecedentes familiares. Tiraríamos a la basura nuestro voto si nos dejamos llevar por lo que los candidatos han dado o prometido sin fundamento, por quienes gastan más dinero que otros en forma apabullante ( al fin que no es de ellos), por los que pretenden ganar el poder con el uso de algún modo del aparato gubernamental o son respaldados por grupos de poder adinerados. El voto debe ser libre y ganado sin influencias peligrosas.
Es positivo analizar trayectorias, identificar a los pretendientes más confiables por los resultados logrados en su trabajo. Insisto también en esto: tenemos que ver cómo es y ha sido la vida familiar de cada uno, si han tenido el acierto de mantener unida a su familia o han sido un desastre como conductores de la misma, porque “quien no sabe gobernar a una familia no puede gobernar un estado” ( obispo Gilberto Balbuena).
Esto último es particularmente importante. Quien gobierna debe tener equilibrio emocional, sensibilidad, madurez, tolerancia hacia las ideas ajenas, respeto por todos. Un gobernante (una) no puede aislarse jamás de sus gobernados porque así pierde todo, ni andar “chiroteando” por todos lados (de turista, en la pura “hueva”) sin hacer su trabajo. Gobernante que pierde contacto social, se suicida política y moralmente. Y en el caso de alejarse o perder a su familia, pierde casi todo, se pierde a sí mismo para muchas cosas en la vida. Y un gran número de decisiones que toma, serán erróneas por falta del necesario equilibrio emocional. Al dar nuestro voto, pensemos en todo eso.
Ojalá los colimenses saquen conclusiones valiosas del debate. Si dirigimos nuestra mirada más allá de lo superficial y valoramos con inteligencia el perfil exacto de cada aspirante, habremos hecho un análisis muy interesante que puede ser a favor de Colima.