Ciencia nuestra de cada día

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Malas palabras

Por: Alfredo Aranda Fernández*   

Ahora que he estado presentando la conferencia titulada “¿De qué estamos hechos?” surgió una inquietud interesante. Una persona con la mala suerte de escucharme durante mi reciente presentación en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, se interesó en el tema del Gran Colisionador de Hadrones y se puso a investigar en internet todo lo que pudo al respecto. Se puso a verificar lo que mencioné durante la charla, revisó videos, entrevistas, blogs, etcétera.

Al verlo unos días después de mi charla me comentó todo lo que había estado haciendo. Confirmó que lo todo fue muy interesante y motivador, sin embargo, hubo algo que no le gustó y me preguntó sobre ello. Resulta que durante sus búsquedas se entera de lo que significan las siglas del CERN (que yo mencioné pero seguramente en ese momento no le inquietó), el centro de investigación en donde está construido el Gran Colisionador de Hadrones. CERN son las siglas en francés de “Centro Europeo de Investigaciones Nucleares.” Cuando él asimila este nombre le surge una inquietud: dice “Nucleares,” entonces seguramente no solo hacen lo que yo le dije (eso de buscar la respuesta a las preguntas más fundamentales sobre el universo), sino que seguramente también harán cosas relacionadas con algo militar y desde luego negativo. El simple y sencillo hecho de que estuviese involucrada la palabra “nuclear” le significó que había algo oscuro y poco honesto en los experimentos que ahí realizan. Traté de explicarle, creo que con éxito, a lo que se refiere, pero no dejó de fascinarme la reacción y recordé que tenía en mente hablar de ese tema desde hace tiempo.

Así como “nuclear” existen varias palabras relacionadas con temas científicos que en el colectivo han adquirido una connotación por lo general negativa o poco favorable. Algunas de esas palabras parecen ya contener añadidos a ellas, incluso por su mero pronunciamiento, juicios de valor de manera intrínseca. Es interesante. Ejemplos característicos de ellas: nuclear, atómico, transgénico, químico(a), ecología, orgánico, alternativo, antimateria, entre otras.

Hoy hablaremos solo sobre “nuclear” y en el ámbito de la física, que es donde se ha creado el símbolo más penetrante y cautivador. Claro está que “nuclear” viene de núcleo, que en este caso, se refiere al núcleo de los átomos.  Los átomos son la versión más pequeña de cada elemento químico: átomos de hidrógeno, de oro, de plata, de hierro, etcétera. La estructura básica de los átomos consiste de un núcleo que contiene prácticamente toda la masa del átomo, y de electrones (partículas muy ligeras y con carga eléctrica negativa). Los núcleos a su vez están compuestos de dos tipos de partículas llamadas protones y neutrones (a su vez conformados por partículas llamadas quarks). Los protones son eléctricamente positivos y los neutrones pues sí, son neutros (esa es la capacidad lírica de los físicos al nombrar las cosas). El descubrimiento del átomo a finales del siglo antepasado y el posterior descubrimiento de su composición en términos de electrones y un núcleo, que se dio en las primeras décadas del siglo pasado, dieron nombre a lo que ahora llamamos física atómica y física nuclear, es decir, a las ramas de la física que se dedican específicamente a tratar de descubrir y estudiar las leyes naturales que rigen esos sistemas.

Durante la segunda guerra mundial se desarrolló la llamada bomba atómica o bomba nuclear. En términos muy generales, lo que se desarrolló, y que fue utilizado como arma en ese momento, fue la posibilidad de generar grandes cantidades de energía manipulando los núcleos atómicos de algunos elementos químicos. Existen diferentes mecanismos que permiten esa generación de energía y por ejemplo uno de ellos, que también se utilizó para desarrollar armas en su momento, es el mecanismo a través del cual el Sol produce la energía que genera la vida en al menos este planeta. Otro mecanismo similar es el que mantiene el núcleo de nuestro planeta a temperaturas lo suficientemente elevadas para que exista un manto prácticamente líquido. También generamos energía eléctrica en los famosos reactores.

Este hecho, el haber construido (y que se hayan utilizado) bombas con capacidad de destrucción antes inimaginable, así como el de haber generado todo un nuevo paradigma en las relaciones internacionales y la definición de guerra, generó de manera natural y comprensible toda una amalgama de sentimientos y estigmas asociados a una palabra: nuclear.

Un ejemplo chusco: hemos oído hablar, en el contexto de hospitales, de la ya famosa “resonancia magnética.” Es una herramienta médica que permite obtener información sobre los órganos internos sin necesidad de abrir el cuerpo. Lo curioso o chusco de esto es que en realidad, el fenómeno físico en el que se basa ese dispositivo se llama “resonancia magnética nuclear,” ya que efectivamente son los núcleos de los átomos en el organismo los que al interaccionar con campos magnéticos del aparato generan la radiación que luego es detectada y hecha imagen para que los médicos puedan diagnosticar. Sin embargo, debido a que la palabra “nuclear” puede poner nerviosas a las personas, se optó porque al aparato y al procedimiento se les llamara simplemente “resonancia magnética.” Así, tranquilos, gracias a la física nuclear, podemos ir a que nos vean por dentro.

 

twitter: @alfredoaranda

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*Coordinador General de Investigación Científica de la Universidad de Colima.