TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano

La feria que conocí se llamaba así, Feria de Todos Santos. Ubicada frente a la antigua y añorada zona militar, en donde hoy es la Subsecretaría de Cultura. Un día la feria se hizo pequeña y fue necesario trasladarla al espacio que hoy ocupa. Don Emigdio Salgado Mares, cuyo nombre fue asignado al Teatro del Pueblo, en un justo reconocimiento a su trayectoria y difusión a nuestro máximo festejo anual, era el director general. Durante muchos años fui conductor de los eventos artísticos y culturales en ese lugar preferido por las familias visitantes.  Por cierto, muchas veces solicité a los gobernantes en turno la posibilidad de mejorar las instalaciones y techar el foro, pues año con año entre dos y tres días se suspenden las actividades por la lluvia.

Organizar, coordinar, dirigir y resolver un sin numero de problemas no es una tarea fácil. Elaborar contratos para los comerciantes y personal que ahí labora es una tarea especializada, coordinar al personal de limpieza, supervisión y cobro, es una gran tarea. Pues además de conocimiento se requiere buen trato, y una cara amable que facilite, que resuelva.

A la feria vienen participantes de casi todos los estados de la republica e incluso del extranjero, se necesita forzosamente alguien que tenga don de gentes.

Precisamente allá por el año 92 llegó una joven para trabajar como asistente del director Salgado Mares. Dinámica, responsable, dispuesta a aprender y con iniciativa, pues pronto cambió la obsoleta maquina de escribir por una moderna y funcional computadora, con su respectiva impresora, la feria empezó a modernizarse.

Por aquel entonces las amplias calles de nuestra feria “se encontraban empedradas”, recuerda mi invitada de esta edición. Lo que sin duda dificultaba el recorrido y en mas de una ocasión, generaba traspiés a los transeúntes. Chinos, Coreanos, Árabes, Sirios, Africanos, Rusos, Japonense, Estadounidenses y la maravillosa gente de nuestra tierra, como los Huicholes, por citar un ejemplo, eran atendidos por Anita. “Desde entonces, tuve la certeza de que Colima y su feria también se habían convertido en un punto de encuentro, nuestra ciudad de fuego, era un cálido anfitrión.” Señala.

La señora Ana Julia Radillo Ramírez, respondió con creces a la responsabilidad encomendada, y se convirtió con los años, en una mujer insustituible y comprometida con su trabajo, sabiendo imprimir un sello de honestidad a la importante labor desarrollada.

Don Emigdio Salgado dos veces director, Don Carlos Oldenbourg, Don Ramiro Venegas, el Ing. Arturo Valencia, el Ing. Agustín Morales, el Lic. Petronilo Vázquez, el Lic. Rogelio Gutiérrez y Rodolfo Aguilar, conocieron de la institucionalidad de Anita, como afectivamente la conocemos todos. El carácter, los momentos álgidos y en ocasiones moderados, de quienes mencionó, representaron para ella, una prueba de fuego y una fuente de gran enseñanza afirma Anita.

El paso de Anita por la feria, le deja como recuerdo haber recibido a más de treinta millones de visitantes, anécdotas, vivencias, y tragos amargos. Como cuando se soltó, en una tarde de domingo, un toro de la exposición ganadera y arrasó todo a su paso, afortunadamente tan solo con daños materiales. O cuando estaba programada la Banda El Recodo, y con el boletaje vendido casi en su totalidad, justo dos días antes, el palenque estaba inundado, pues además de la fuerte lluvia, ahí nace agua, era necesario resolver, improvisar y hacerlo bien, finalmente la solución llegó.

 

Hoy Anita se encuentra felizmente jubilada y agradecida con Dios, con su familia y con toda la gente que trató durante su tiempo laboral. Quedan atrás recuerdos diversos y, sobre todo, la seguridad de que el compromiso fue cumplido. Felicidades Anita, aun no empieza la feria y ya te extrañan los pregoneros. “Son de a diez”. Es cuánto.