TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano.

“Palmero sube a la palma, sube a la palma palmero; palmero sube a la palma, sube a la palma palmero. Y de los cocos más grandes dale su carga al arriero” Son del Palmero.

Producto de la palma de coco o cocotero, la tuba es la savia que mana gota a gota durante toda la noche o durante el día, en un recipiente que ha sido previamente colocado para su recepción. Muchos son los hombres que, de manera artesanal, se han dedicado por años a esta riesgosa tarea, bajar la tuba de la palma. Don Isaac, Don Ángel, El Cuajo, son tan solo por mencionar algunos, colimenses distinguidos que han dado continuidad a la dulce tradición. Hoy, de manera especial quiero dedicar unas letras a otro gran personaje de indeleble huella en el delicioso tema que me ocupa.

Hablar de don Baldomero Larios Cuevas, es para quitarse el sombrero, un hombre que, con esfuerzo y dedicación, se dedicó por más de sesenta años a la venta de la tuba, difundiendo sus propiedades y halagando los paladares colimenses y de visitantes distinguidos. Baldo, como afectivamente se le conoce, ha sido siempre sencillo, respetuoso y de buen corazón. “Sabes mi niño, yo soy universitario, pues aunque no tuve estudios, le se dar su lugar a todas las personas… hasta al gobernador”, me dijo un día que lo invite al canal once. Ciertamente, Baldo hizo felices a miles de estudiantes de la universidad de Colima y a la sociedad en general con la venta de su producto.

Como olvidar aquella frase que se hizo tan famosa y que generación tras generación se repetía: “pura agua de kool aid”, (kul ei) decía algún estudiante en alusión a la tuba, la respuesta jocosa, chispeante e inmediata, decía, “pa que se te quite lo buey”, todos reían con la ocurrencia. Jamás nadie se sintió lastimado u ofendido, era una forma sana de relacionarse, de sacarle la vuelta, como se dice de manera coloquial, a la embestida juvenil. Así fue Baldo, sabía ponerse al nivel de los jóvenes y convivir con ellos como si fueran personas de la misma edad.

Desde los diecisiete años y después de haber pasado por otras enseñanzas que no fueron de su agrado, Baldo decidió emprender el negocio de la tuba. Los modestos restaurantes de su época, las calles del centro de nuestra ciudad y sus alrededores, probaron el refrescante sabor de la vida transportado en balsas, sostenidas por la “burra”. En busca de una mejora económica, a la par de ofrecer la calidad del producto y la calidez de su servicio, lo llevaron a la Universidad. “He leído mucho, me hubiera gustado ser maestro de historia, es muy bonita”, me platicó Baldo.

Casado con la señora Vicenta Ramírez que en paz descanse, procrearon siete hijos, un contador, un ingeniero agrónomo y cinco hijas docentes. Los cuales viven amorosamente unidos y orgullosos  de su padre, que por cierto hace unos días cumplió noventa y dos años y desde estas líneas le hago llegar un sincero abrazo virtual y mi deseo de que siga gozando de cabal salud.

Derivado de su edad, Baldo se retiró hace tres años (2019) hoy vive rodeado de sus nietos y nietas y desde luego, atendido por sus hijos e hijas. Sin duda, Baldo es todo un personaje que ha dado a Colima, su tiempo, su dedicación y su trabajo, pero, sobre todo, su amor incondicional.

Quiero señalar que el congreso estatal, el instituto de Ferias y exposiciones, y el ayuntamiento de Colima, por señalar algunas instituciones o dependencias. Han entregado a nombre de la sociedad, reconocimientos a Baldomero Larios Cuevas, por su importante trayectoria ciudadana. Gracias Baldo por ser parte de nuestra historia.

Por favor, cuidemos el agua. Es cuánto.