TONALTEPETL

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Por Gustavo L. Solórzano

“Los colores opacos también brillan con la luz”

Si la matemática no me falla, éramos alrededor de quinientas personas reunidas en torno al amigo, al hermano que dejó este plano para seguir su camino espiritual. Un escenario digno de una persona que supo cultivar la amistad y se consagró al servicio humanitario.  La explanada de la antigua zona militar cuyo destino sigue siendo un misterio, esa en donde tantas veces el clarín recibió al alba, se vistió de gloria. Con paso solemne, cadente y silencioso, los portadores de las banderas representativas de Cruz Roja y Bomberos, colocaron ambas insignias sobre el féretro. Los discursos se sucedieron uno tras otro y quienes hicieron uso de la tribuna de la elocuencia, lo hicieron para resaltar las virtudes del hermano caído.

Fui uno de los que hicieron uso de la palabra a nombre de cientos de voces que lo conocieron y lo trataron. Edgar Francisco fue un hombre entregado a lo que sabía y le gustaba, su brillo despertó admiración y también envidias. Sin embargo, nada lo detenía, supo con su capacidad, esfuerzo y buena voluntad, ganarse un lugar entre los mejores.

Manzanillo, Tecomán, Ciudad Guzmán y AguasCalientes, estuvieron representados con personal y unidades, para dar el último adiós al Loquillo, como afectuosamente le llamábamos.

Su despedida se convirtió en una fiesta, estoy seguro que el así lo habría querido, pues ni las tristezas ni los homenajes que resaltaran sus acciones, eran de su preferencia.

La sonrisa franca, la palabra directa y el corazón en la mano, así era el, sencillamente claro y entregado a lo suyo. Dice el refrán que el clavo que sobresale recibe el peor martillazo, Edgar recibió muchos golpes de la vida, eso le ayudó a crecer y refugiado en su gran amor hacia la humanidad, superarse mediante la capacitación. Misma que supo trasmitir con gran dedicación a cuanta gente se cruzaba por su camino.

De verdad sorprende, aunque nadie tenemos la vida comprada, el anuncio de su fallecimiento, cayó como agua helada sobre los lazos de fraterna amistad que nos unía.

La muerte es así, sorpresiva y justa, pues no hace distingos, el pobre, el rico, el niño y el viejo, cumplen su ciclo y regresan a casa.

“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”. Dice el evangelio según Lucas. Edgar es de esas personas que tienen vida eterna, vivirá en cada pensamiento de quienes le apreciamos, en cada ser que recuerde su ayuda en momentos críticos de su vida. Vivirá en aquellos que apliquen sus enseñanzas para servir.

¡Edgar Francisco Figueroa! ¡Presente!