TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano

Lo más sencillo en la vida es hablar, sin que por ello lo que se habla sea lo correcto o lo sano. La vida es así, nos dotó del maravilloso poder del lenguaje y éste, a lo largo de la historia ha servido para unir y desunir, para crear y destruir, para dar vida y dar muerte.

Una voz alertó sobre la conspiración de los insurgentes y con ello se adelantó el llamado a la lucha por la independencia. La palabra es un don sagrado que nos fue dado por el Gran Arquitecto del Universo para establecer un vínculo de comunión permanente con su creación. Años, muchos años más tarde uno de sus destacados representantes ordenó, vayan por el mundo y compartan el evangelio. Jesús usó la palabra para despertar las conciencias de quienes vivieron en su época, “La verdad nos hará libres”.

Grandes mujeres y hombres a lo largo de la historia humana han sido artífices de las más grandes obras artísticas. Sin duda un legado invaluable para las generaciones presentes.

Es pues, la palabra, esa herramienta mágica que nos permite expresar, argumentar, respaldar, accionar y hacernos escuchar en nuestro cotidiano caminar. La palabra nos hace más llevadera nuestra vida, las hay agudas, esdrújulas, compuestas y polisémicas. Existen palabras suaves y ásperas, otras llenas de historia y algunas de recuerdos. Palabra, unidad lingüística que en escritura aparece entre dos espacios en blanco y que muchas veces nada dice, mientras que, en otras, las palabras sobran. Hay momentos de la vida en que las palabras se arremolinan, se aprietan en la garganta y hasta se hacen bolas amenazando con asfixiar a quien desea pronunciarlas. Créame cuando le digo que la palabra está tan bien organizada, que se agrupa en diferentes tipos o clases, y las usamos para nombrar a los seres que amamos, no importa de cuantas extremidades sean o si carezcan de éstas.

La palabra canta, recita, llora y ríe, declama y reclama, elogia, halaga y señala con desdén. Resaltar las cualidades propias o de los demás es acción de la palabra, misma que nos permite conocer la condición o estado del otro. Bendita es la palabra que ora, dos veces bendita cuando canta. Independizada a tal grado la palabra está, que por momentos no forman parte de la oración porque constituyen, por sí solas, enunciados, dicen. Muchas veces propia y en ciertos lugares impropia, la palabra modifica al verbo y en perfecta conjunción con el multiuniverso, se une a otras palabras o proposiciones para desempeñar la misma función gramatical. Tilde suele ser compañera de viaje en el camino de la vida, es entonces cuando la palabra se siente acompañada para indicar la mayor intensidad en la pronunciación de la sílaba darle fuerza, intención a su mensaje.

No todo es alegría en la palabra, pues a veces también se pone grave y en el campo de las letras más de alguno le ha puesto falta ortográfica, por no hacerse acompañar de aquella Tilde, con dulce acento. Ahora que, hablando entre comillas, termina esta historia subrayando y acaso poniendo entre paréntesis, que en la lengua anglosajona en ningún momento la palabra, utiliza lo que es el acento ortográfico, la virgulilla de la eñe y la cedilla o la diéresis.

ABUELITAS:

“Para eso nos dio Dios la boca”, decía mi madre, “para entendernos y hacernos entender”. Somos tan pocos y la falta de voluntad de algunos impide el entendimiento y con ello, la estéril distancia que nociva, amenaza con dar al trasto con la buena marcha. De todos los caminos hay dos que son los más seguros, por la buenas uno y por la mala otro, cada quien decide cual escoge, asumiendo consecuencias de los mismos pues, al fin y al cabo, nada es para siempre. Es cuánto.