TAREA PÚBLICA
Por: Carlos Orozco Galeana.
Durante las campañas electorales, los aspirantes a cargos de elección popular proponen cuantas cosas se les ocurre, si les piden un puente ofrecen hasta un río si no lo hay, otros dicen que quieren atacar la pobreza, pero se refieren a la suya y la de sus más cercanos no a la que padece la mayoría de necesitados; en ese tránsito político, por la prevalencia de intereses personales, que no sociales, ofrecen mil cosas a sabiendas que no las podrán cumplir como lo pregonan. Y es así que los planes de desarrollo, que recogen supuestamente los anhelos ciudadanos, no pasan de ser catálogos de buenos deseos, cuando más.
Apresuradamente, la población observa que, ya en el poder, los comportamientos de aquellos personajes cambian rotundamente; si ofrecieron “puertas abiertas”, fueron finalmente mentiras pues los ciudadanos encontrarán dificultades para plantear sus asuntos y serán atendidos por funcionarios de niveles diferentes al que ocupan las cabezas de una administración. Y si dijeron que les interesan las comunidades, al final se demuestra que fue la necesidad de contar con el voto lo que los llevó hasta ellas y no porque verdaderamente les importen.
En vano, los demandantes irán de un lugar a otro buscando las soluciones que se les ofreció en campaña, con resultados desalentadores. Pero sin duda habrá excepciones. Habrá servidores públicos que sí se sujetarán a normas éticas y tratarán de responder de la mejor manera a las demandas de la población.
En este contexto puede anotarse la decisión última tomada por la alcaldesa de Villa de Alvarez Tey Gutiérrez en relación a la permanencia de uno de los funcionarios importantes de su administración, quien habría incurrido en conducta inapropiada la cual “ no se apega a los principios que deben de regir a las y los funcionarios que forman parte de la administración que encabezo”.
En un comunicado oficial, se reiteró que la actuación de todas y todos los funcionarios de este gobierno deberá de ser ejemplar, apegado a los principios de honestidad, transparencia y cercanía que vengo imprimiendo (Tey Gutiérrez, alcaldesa ) en mi administración y que “regirán nuestra actuación hasta el último día de mi encargo”.
La alcaldesa, por el asunto en cuestión, se puso en el centro de las críticas; en la cultura priísta, de la que proviene, no era frecuente que se exigiera a funcionarios con mal comportamiento que dejaran sus encargos por faltas cometidas, pero ahora ella ha puesto la vara alta para otros ayuntamientos donde funcionarios que pudieran comportarse de mal manera tendrían que correr la misma suerte que el exdirector del Dif villalvarense.
Proponiéndoselo o no, Tey Gutiérrez ha actuado positivamente y ratificado su convicción de que no tolerará conductas que pudieran rebasar el ámbito de la legalidad en que se mueve todo poder. Ha mandado un mensaje importante a los ciudadanos en el sentido de que el gobierno villalvarense de signo priísta quiere hacer huesos viejos en ese territorio ante la sana competencia político- electoral que hay ahí cada tres años.
Es deseable que ese tipo de decisiones efectivas escale hacia otros ámbitos de la administración municipal pues ello repercutirá en mayor aceptación, y que las autoridades en general hagan eco de cómo piensan los gobernados. En este caso, hubo en redes sociales una reprobación absoluta al comportamiento del funcionario despedido quien ignoró que la vida social implica sacrificios y limitaciones para los individuos, quienes deben frenar sus tendencias egoístas y seguir la línea de conducta que señale la autoridad por medio de sus leyes y de sus ordenamientos concretos.
La decisión de Tey la hace crecer como servidora pública. Hasta este momento, se le ubica como una funcionaria confiable y respetable que toma decisiones con firmeza. Por lo demás, queda la lección de que la ética por la que se conducen los funcionarios es un instrumento de orientación sobre los deberes inherentes de la conducta y a su desempeño, en los cuales destacan valores como la justicia, la dignidad, respeto, igualdad, honestidad, tolerancia, etcétera, que rigen para todos los que integran una estructura de gobierno.
Es vital poner interés y dar atención en que la administración pública mejorará en la medida en que los individuos a quienes se ha encomendado antepongan el interés general al personal y que su desempeño, dependa siempre de valores éticos.