Soy maestra, soy maestro…

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Por: Jonás Larios Deniz*

Existe una variedad importante de términos con que se denomina a quienes trabajamos en la educación, incluidos las y los que efectúan tareas adicionales que no se realizan en el aula, pero que son fundamentales. Los términos profesor, maestro, educador, docente, trabajador de la educación, son utilizados de forma indistinta para referirse a todos aquellos que tienen que ver con la enseñanza y el trabajo escolar en general, en todos los niveles del sistema educativo mexicano. De éstos, el concepto de “maestro” es el que tiene más fuerza en la conciencia social, es el más reconocido. Sin embargo, hay dos factores o formas de explicación del concepto que lo hacen difícil de generalizar a los enseñantes. El primero, es que se nombra así a los que tienen una aptitud o destreza indiscutible; por ejemplo, un maestro de la pintura como Salvador Dalí o Diego Rivera, por lo que no todos podemos serlo. El segundo, es que con el incremento de los posgrados, se conoce así a los que logran el grado académico de maestría.

Adicionalmente, la masificación de la matrícula en la educación media superior y superior, que tuvo lugar a partir de los años cincuenta y sesenta, obligó a la contratación masiva de nuevos profesores (maestras y maestros) que cumplieran con el encargo de enseñar. De manera que se incorporaron profesionales recién egresados de diversas carreras, con formación académica, pero con escasa formación pedagógica. Estas circunstancias pronto tuvieron que ser atendidas por las instituciones de educación superior, para lo cual se implementaron, en las universidades, programas de formación docente elaborados ad hoc a las necesidades de cada una de ellas. Surgieron carreras en el área de educación y pedagogía, para especializar a quienes contaban con una formación profesional de origen diferente a la docencia (Fernández, 1989). Es decir, los médicos, abogados e ingenieros que se quedaron en el campo educativo, cursaron diplomados, especialidades y posgrados en educación; legitimando con ello su actuación y desempeño profesional en el campo de la educación y la pedagogía.  Entonces, los egresados de las Escuelas Normales no son los únicos que se desempeñan como maestras y maestros. Las universidades, tecnológicos y muchos otros centros de educación superior también tienen responsabilidad en la formación y desarrollo de  perfiles docentes para las nuevas necesidades de la sociedad, del presente y del futuro. Y aunque el gobierno es rector de las acciones educativas, el sector privado participa ampliamente en la educación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, desde la educación inicial hasta la universitaria.

En el pasado, (siglo XIX y parte del XX), el estatus social del profesor fue de reconocimiento, un ejemplo de moral y saber a seguir por las nuevas generaciones. En cambio, en la época actual (a partir de la década de los ochenta o antes), es extendida la idea de que la profesión docente tiene poco estatus social, en el marco de las crisis económicas y el deterioro en credibilidad de las instituciones, entre otras los sindicatos, la iglesia y la propia escuela. Se cree también que es una carrera fácil, de poco trabajo, descansos y vacaciones frecuentes y empleo asegurado (las Escuelas Normales fueron así hasta los años setenta). Es preciso asomarse a la agenda de trabajo de las maestras y maestros de todos los niveles escolares, de los ámbitos público y privado. Algunas tareas que se deben cumplir son: planear clase, elaborar material didáctico, revisar y corregir trabajos, preparar y calificar exámenes, organizar ceremonias cívicas, efectuar visitas y excursiones escolares, atender a las madres y padres de familia, responder a las exigencias administrativas y laborales de la autoridad inmediata y de todas aquellas que requieran la rendición de cuentas. Hay muchas más, tantas que sólo podrán cumplirse con la colaboración solidaria de la sociedad. Revisar el caso finlandés en materia educativa (y otros ámbitos) no es suficiente; sugiero que ayuden con las tareas de sus hijas e hijos, vigilen lo que consultan en internet, lean en casa, hagan oración y compartan las metas que en familia se construyen para ser mejores.

No, no es fácil ser maestra o maestro, porque en nosotros recae la responsabilidad de los procesos de transmisión cultural y a quienes se le piden resultados de las reformas educativas que se ponen en marcha. Según Durkheim, las maestras y maestros son modelo a seguir por las nuevas generaciones, y representamos a la generación adulta. Entonces pues, somos representantes en las aulas, de aquellos que nos critican, humillan y desprecian; también de los que nos reconocen, aprecian y agradecen.

 * Profesor-investigador de la Universidad de Colima