SOLILOQUIO

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Postgrado en maternidad

Por: Yaret Ramos Vallett

Resulta que tener una licenciatura ya no es suficiente. El mundo globalizado y bien comunicado en el que vivimos gracias al internet, exige que, cada vez, la sociedad esté mejor preparada, tenga un mayor conocimiento, en pocas palabras que las personas tengan como mínimo una maestría, con el fin de ser más productiva y generar mejores condiciones sociales y económicas.

¿Realmente ahora que hay más personas con un postgrado, llámese maestría o doctorado, la condición de vida en el planeta es mejor? Yo no lo percibo así. Aun cuando sí hay  adelantos tecnológicos y descubrimientos científicos que han facilitado las tareas del ser humano y que han ayudado a entender mejor el comportamiento, también veo una gran descomposición social.

No digo que no sea importante el que una persona esté mejor preparada u obtenga un mayor conocimiento para tratar de mejorar su entorno; yo misma quisiera tener un postgrado, porque también me he dado cuenta que con un mayor grado académico se obtiene un mejor empleo y hasta un estatus, lo cual me parece absurdo, pues la capacidad y el conocimiento no se obtienen por arte de magia con el título de maestría o doctorado, conozco a muchas personas que lo tienen y su forma de hablar y escribir, deja mucho que desear. Sin embargo, un postgrado de calidad puede ser beneficioso para la sociedad.

Tengo muy presente que cuando culminé mi licenciatura en la gloriosa, Escuela de Periodismo Carlos Septién García, aunque ya trabajaba desde el tercer semestre de la carrera, mi mayor anhelo era laborar en un medio nacional importante, para viajar por el mundo contando historias realmente interesantes. Nunca pasó por mi mente el estudiar un postgrado, al menos en ese momento, pues era prioritario adquirir experiencia para ingresar a un medio nacional y había que trabajar 24/7 para lograrlo, pues así es el periodismo.

Conseguí trabajo en un medio nacional luego de varios intentos, tras un par de años ahí, hubo algunos cambios en mi vida personal y profesional: me casé, seguí trabajando y después me embaracé,  ahí fue donde tuvimos que tomar decisiones, el padre de mis hijos y yo decidimos que dejaría de trabajar para dedicarme al cuidado nuestros vástagos, pues estábamos seguros que era lo mejor para ellos y así lo hemos corroborado a lo largo de los años.

Estuve con mis dos hijos hasta que tuvieron edad suficiente para entender que yo quería y necesitaba volver a trabajar. Ya vivía en Colima y no fue nada fácil conseguir trabajo aquí, afortunadamente llegó un periódico nuevo y ahí pude obtener empleo, acabó esa etapa y la Universidad de Colima me abrió sus puertas en el área de comunicación.

Me hice este recuento porque ahora que quiero y tengo el tiempo para estudiar un postgrado de calidad, con el cual pueda ampliar mis conocimientos, mejorar mis condiciones de trabajo, me den la oportunidad de compartir mi experiencia con estudiantes a través de la impartición de clases y contribuir a la mejora de mi entorno, resulta que no es posible, pues para obtener una beca en el extranjero tendría que renunciar a mi empleo y otra causa es que la mayoría de las becas para estudios de postgrado son para personas menores de 35 años. Sin una beca yo no podría realizar una maestría.

¿Por qué soy una mujer mayor de 35 años ya mi cerebro no da para más, mi productividad es menor, mis conocimientos son nulos para dar clases? Les pregunto a las autoridades de educación de este país.

El hecho de haber decidido dejar de lado seguir estudiando y trabajar para dedicarme a criar a unos niños como buenos ciudadanos del mundo, dándoles no el famoso “tiempo de calidad”, sino realmente el tiempo que necesitaban. Porque siendo honesta si yo le digo a mi jefe “hoy le voy a dar tiempo de calidad, cuente conmigo media hora en la oficina” ¿qué me diría mi jefe?

Entiendo que hay parejas que deben trabajar ambos para poder solventar los gastos, pero ¿en realidad es necesario que trabajen tanto? Ayer vi el documental El comienzo de la vida, donde científicos, psicólogos, psiquiatras, educadores y expertos en la niñez de varios países abordan la necesidad de que uno de los padres esté la mayoría del tiempo con los niños, por lo menos en los primeros cinco años de vida, para formar integralmente a sus hijos.

Así que si las autoridades de este país me niegan el que pueda hacer un postgrado académico, por haberme quedado en casa con mis hijos, para formarlos con valores éticos y morales que los lleven a ser buenas personas, pues lo acepto y con gusto lo volvería a hacer.

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6