Por: Ángel Durán Pérez
Cuando decides firmar como aval para un amigo, familiar o cualquier otra persona, estás asumiendo una responsabilidad que no debe tomarse a la ligera. Si la persona principal no cumple con su compromiso, el avalista, es decir, tú, deberá hacerlo. Al firmar como aval, estás adquiriendo el mismo compromiso que el deudor principal.
Desafortunadamente, hay innumerables historias de personas que, sin medir las consecuencias, han firmado como avales en contratos de arrendamiento, pagarés o incluso para desconocidos.
En ocasiones, algunos son engañados y no se les informa que están firmando como aval, lo que puede llevar a situaciones desafortunadas. Estos avales, al no ser conscientes del compromiso que han adquirido, terminan enfrentando problemas legales y, en muchos casos, pierden parte o la totalidad de su patrimonio.
La ley permite que, al celebrar un acto jurídico, el principal obligado pueda garantizar su cumplimiento a través de un aval. Es común que, al solicitar un crédito o firmar un pagaré, se pida un aval que cuente con garantías suficientes para responder en caso de incumplimiento.
Sin embargo, muchas veces, por confianza, parentesco o amistad, las personas no evalúan las consecuencias y ponen en riesgo su patrimonio y el de su familia.
Antes de firmar como aval, es esencial reflexionar sobre las implicaciones. Si el deudor principal no cumple, el avalista puede ser demandado, enfrentar embargos y perder bienes propios, aunque no haya sido el beneficiario directo del crédito. Esta responsabilidad puede extenderse a los bienes familiares, lo que subraya la importancia de ser extremadamente cauteloso al decidir ser aval de alguien.
Si el deudor principal incumple, el beneficiario del crédito o contrato buscará al aval para cobrar. Si el avalista no puede pagar, se puede iniciar un proceso legal que culmine con el embargo y remate de sus bienes. Ambas partes, el deudor y el aval, tienen la misma responsabilidad ante la ley.
Por lo tanto, si no estás completamente seguro de lo que implica ser aval, aunque exista una relación de confianza con la otra parte, es preferible declinar. Si decides hacerlo, es crucial estar plenamente consciente de las obligaciones que esto conlleva.
Una opción es limitar tu responsabilidad, especificando, por ejemplo, que solo te comprometes a pagar el capital y no los intereses. Sin embargo, si no se establece esto claramente, estarás obligado a cubrir la totalidad de la deuda.
Así pues, ser aval es una decisión que debe tomarse con plena conciencia de las posibles consecuencias. Es esencial estar informado y actuar con prudencia para proteger tu patrimonio y el de tu familia.
Se recomienda que, en caso de duda, además de discutirlo con tu familia, solicites la asesoría de un abogado o abogada, para que te explique las consecuencias que esto conlleva.
Si después de escuchar su opinión te convences de que debes hacerlo, entonces, de manera informada, asumirás ese compromiso. Sin embargo, siempre es preferible que la decisión se tome con plena conciencia de lo que implica.
Es importante recordar que la mejor forma de proteger tu patrimonio es discutir cualquier decisión que involucre tu firma con tu familia y, posteriormente, buscar asesoría profesional. Es mejor prevenir que firmar a ciegas y luego encontrarte involucrado en un juicio que puedas lamentar.
Otro aspecto a considerar cuando se firma como aval es que, en ocasiones, debido a la relación de amistad, te piden firmar como testigo o aval en un contrato de arrendamiento. En ese momento, a veces no te dan tiempo para reflexionar y no te explican las consecuencias de hacerlo. En muchos casos, si se explicaran las implicaciones a quienes están por firmar como avales, probablemente decidirían no hacerlo. Este tipo de engaño es común y luego surgen problemas que nadie quiere enfrentar. Por ello, es esencial estar bien informado antes de tomar una decisión de esta magnitud.
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