Entrega de boletas: Rendición de cuentas
Por: Blanca F. Góngora
Hace apenas unos días se llevaron a cabo, en la mayoría de las escuelas de nuestra entidad, las reuniones de padres de familia por “la entrega de boletas” correspondientes al primer bimestre del ciclo escolar. En virtud de la importancia que revisten, estas reuniones generan muchas suspicacias, según el rol en el que cada participante se encuentre: como alumno, como padre de familia o como docente.
Como alumno, el encuentro genera ansiedad porque son al menos 50 minutos que el docente tendrá para desvelar todas los “deficiencias” que el pupilo presentó en ese periodo educativo; “deficiencias” que, obviamente, en palabras del maestro, serán atribuidas al alumno mismo o a la poca o nula atención y apoyo que la familia le brinda a éste.
Como padre de familia, es una cita que implica un obligado permiso en el trabajo y una percepción de rechazo y cansancio de “escuchar lo mismo” que el bimestre pasado, con sus muy ligeras variantes. Una reunión en carrera contra reloj, y con la esperanza de que las calificaciones sean entregadas rápidamente para irse a cumplir con los compromisos “que sí requieren de nuestro tiempo”, pues la escuela es un barco que naufraga pero que no se hunde, por lo que conmigo o sin mí como padre o madre de familia, lo mismo pasa. ¿Será?
Como docente, debería ser el acto de mayor reflexión pedagógica, pues es el momento de la rendición de cuentas. No es la hora de tirar la toalla, ni de desahogarnos con una plétora de quejas, mucho menos de molestarnos cuando se nos cuestiona (realmente son pocos los padres de familia que se animan a cuestionar) el porqué de tal o cual calificación. O el porqué de nuestro ofuscamiento con el alumnado, o el porqué de nuestra forma de proceder o el porqué de nuestra inconsciencia de pedir ese excesivo material escolar que genera tanto gasto al padre de familia.
Nada de esto: la entrega de calificaciones es, en realidad, el momento en que debemos responder por las acciones u omisiones que elegimos y repercuten en nuestros alumnos, no solamente en sus calificaciones, sino en su ÁNIMO, en su gana o desgana de seguir en la escuela. Ha sido realmente doloroso escuchar, en mi rol tanto de madre de familia como de maestra, la frase: “y antes di que te puse el 6, pues ni eso te merecías…”. Alto, maestros. Que la vida sigue y el 6 nos lo pondrán a nosotros una vez que ese alumno, joven ahora, tome conciencia de todo lo demás que pudo habernos exigido y no le dimos.
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