PSICOTERAPIA PARA EL CRECIMIENTO EMOCIONAL

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Por: Ruth Holtz*

La forma en que expresamos nuestras emociones y las consecuencias que ello tenga para nuestra vida y nuestras relaciones la aprendemos de nuestros padres y de las personas importantes de nuestra infancia. Hay dos historias que se tejen a este respecto. Una de ellas es en la que el niño aprende por imitación o por modelaje de los padres u otras personas importantes en su desarrollo, y esto lo realiza tanto de forma consciente como inconsciente. La otra historia es la que resulta de aquella marca que dejan en el sistema nervioso las vivencias y las emociones que el niño vive.

Influye en ello el que se le permita o no expresarlas, en especial las relacionadas con los conflictos en los que la agresión o el miedo predominan, ya que son las emociones clave que activan las respuestas ante el estrés. Las emociones vividas más frecuentemente producen un cierto funcionamiento en el sistema nervioso, tanto central como autónomo, así como en el bioenergético.

Entonces se va conformando una fisiología y una coraza muscular necesaria para ese tipo de manejo emocional. También se gesta una coraza caracterológica, es decir, una manera de ser y pensar que justifique nuestros bloqueos y nuestro funcionamiento nervioso. Así si soy corajudo diré que es carácter fuerte y que está bien porque la vida es dura y hay que abrirse paso. Y la forma de mi cuerpo reflejará esa actitud, quizá sea fornido y un poco grueso. Si soy demasiado aislada y tengo miedo de todo, diré que no es para menos, hay tanta agresión en el mundo, tantos accidentes y asaltos que mejor hay que estar bien resguardados y “tener precaución”, etc. Quizá sea extremadamente delgada como para parecer desapercibida y bajar la intensidad de mi vitalidad que me obligaría a salir de mi aislamiento si estuviera plena. Y así por el estilo.

En otras palabras, aprendemos a manejar nuestras emociones por imitación de nuestros padres o en contraposición con ellos. Por otro lado, lo que vivimos nos deja una marca fisiológica que determina un funcionamiento cerebral, nervioso y bioenergético que nos lleva a reaccionar de determinados modos. Es en ambas historias en las que necesitamos desaprender primero, reaprender después o aprender por primera vez. Es decir, si la forma en que nuestros padres nos enseñaron a manejar nuestras emociones resulta desventajoso para nuestra vida y las exigencias que ella tiene o que incluso resulta dolorosa esa manera porque nos impide ser felices, aceptarnos a nosotros mismos o establecer buenas relaciones, entonces necesitaremos desaprender eso, borrarlo, renunciar a esos modelos para acceder a nuevas alternativas de reacción. Ello puede resultar difícil si implica un compromiso de amor con uno de los progenitores o personas importantes en nuestro desarrollo. Por amor conservamos actitudes que no nos sirven porque queremos ser como esa persona que admiramos o hacia la que sentimos una cierta identificación. Una vez que logramos deshacernos de actitudes o reacciones aprendidas no convenientes viene el proceso de escoger y trabajar hasta forma un hábito nuevas actitudes o reacciones. A veces ni siquiera teníamos actitudes aprendidas y tenemos que aprender por primera vez cómo manejar ciertas emociones y que actitudes cultivar de acuerdo a lo que somos, sentimos y queremos.

Desaprender y aprender a nivel fisiológico, nervioso y bioenergético es más difícil aún. Sin embargo es posible un cambio hasta cierto grado, pues el cerebro es sumamente plástico, es decir, podemos enseñarle nuevas pautas de respuesta y romper esquemas fijados, pero ello implica un trabajo más prolongado para cambiar patrones de respuesta. A nivel bioenergético es necesario cambiar las actitudes musculares que nos sirvieron para cierto manejo emocional y recobrar la viveza y espontaneidad del cuerpo. Recobrar nuestro cuerpo y su contacto con él es parte de este proceso. Nuestras emociones son siempre también sensaciones corporales. En la medida en que nos permitimos sentirlo, recobraremos también nuestras emociones. Y entonces podremos atenderlas porque generalmente son mensajes de nuestro interior que expresan una necesidad para ser satisfecha.

El cambio que una psicoterapia ofrece es más difícil y prolongado de lograr en los adultos que en los niños, dado que las corazas, tanto la muscular como la caracterológica, se han establecido y son ya hábitos totalmente justificados en nuestro entorno y para nuestro interior. De todos modos el cambio es posible y clave para iniciarlo es “querer realmente cambiar”.

La psicoterapia para los niños es más sencilla. En ellos apenas se están formando las corazas y pueden deshacerse con facilidad. El peligro en estos casos es que los niños son demasiado plásticos sin discernir si ese cambio es bueno para ellos. Es responsabilidad de los padres, de los maestros y terapeutas el darles los modelos de cambio adecuados. La psicoterapia para los adolescentes tiene sus complicaciones, dada la etapa de desafiantes que ellos viven. Si logran no confrontarse con el terapeuta les es fácil el cambio, pues están en la etapa de romper con los cánones establecidos en la infancia y construir su personalidad adulta. Eso facilita el aprender cosas nuevas, y también las corazas son menos rígidas, aunque ya tomaron su forma definitiva, más no son fijas.

El crecimiento emocional es una necesidad apremiante para vivir con mejor calidad de vida y porque a todos los niveles nos comenzamos a dar cuenta como sociedad y como humanidad que para vivir bien y tener buen desempeño en el mundo no basta ser inteligentes racionalmente hablando, sino también requerimos ser más capaces emocionalmente de manejarnos en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. La inteligencia emocional ya es concepto bien conocido, pues es lo que nos hace faltar cultivar para mejorar nuestra calidad humana.

El enfoque que nosotros ofrecemos implica conocer esas emociones no sólo como pensamientos o formas de percibir las cosas, sino como reacciones corporales que necesariamente nos vincula con los temas del cuerpo, su forma, su viveza, el contacto físico que recibimos o permitimos y con las tensiones musculares que están al servicio del control emocional enfermo y que requerimos corregir también por salud y no sólo por superación personal. Por eso consulta a la psicoterapeuta.

* Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica.

Orientadora cristiana. Informes y citas, días y horas hábiles a los tels. 3 30 72 54/044312 154 1940

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