PRI, HACIA EL 2018

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Realizada la última asamblea priísta, quedó la sensación de que el partido en el poder aprendió   que si no cambiaba algo de su sistema no retendría más el poder. Ese encuentro pareció todo armonía, qué envidia, pero como dijo Ivone Ortega: si hay dedazo no habrá presidente de la república del tricolor pues se enfrentará en ese caso a la rebelión de las bases. Y en efecto, se derrochó mucha miel en el último encuentro de EPN y hasta mujeres ya maduritas – una de ellas colimota, la más extasiada – casi lo ensalivaron de felicidad por tenerlo cerca y tocarlo, por sentir su aliento. Pero tal bulla partidista, con demostrar unidad, no quiere decir que el Pri ya la hizo para el 2018.

Las condiciones actuales de ese partido son muy difíciles. Se resiste a la autocrítica y revive prácticas antiguas, rinde pleitesía al dedazo y no sabe elegir aún en libertad a los cuadros que lucharán por el poder el año siguiente. Históricamente le ha sido difícil disponer de liderazgos auténticos, reales, convincentes, pero lo más grave es que no cede la percepción ciudadana de que como partido  hace mutis frente a la necesidad de cambios que sus contrarios promueven en las cámaras, sigue disimulando y no desaparecen las huellas  de arreglos bajo la mesa con algunos gobernadores muy cuestionados que entregaron malas cuentas.

Abrirse el Pri a la ciudadanía, a los simpatizantes, y quitar los candados para que cualquiera pueda competir con sus siglas, era una urgencia de verdad. Jorge Carlos Ramírez, dijo a Excelsior que las elecciones se ganan sumando y no restando y que el Pri no debía cerrarse si quería ser viable como partido. Exacto. Analizando las cosas fielmente, esta idea no es descabellada, este partido tendrá que echar mano de personas prestigiadas de la sociedad civil para competir más dignamente o renunciar a las victorias.

Una salida positiva e inteligente para todas las formaciones políticas es abrirse a la sociedad, están menguadas actualmente de gente de bien; ofrecer candidaturas a personas altamente aceptadas por sus méritos ciudadanos y no ceder a presiones cupulares o de los gobernadores que suelen poner con frecuencia a sus cuates a competir, aunque pierdan, es acertado del todo.

Los mexicanos queremos partidos a favor del bienestar social, no a asociaciones agazapadas, aplaudidoras y dominadas por los intereses cupulares. Los últimos tiempos, les hemos visto más interesados en  luchas por posiciones de poder y por presupuestos; han cobijado incluso a presuntos delincuentes y eludido lo esencial: darle un rumbo distinto al país y generar una cultura política de respeto, honestidad, transparencia y por el bien común. Los partidos viven protegiendo sus intereses.

Por otra parte, en todo el país, a menos de un año de elecciones, han comenzado a aparecer políticos hábiles para tomarse la foto o el video y presentarse como personas confiables, trabajadoras y honradas. Veremos pronto cómo cargan a niños en sus brazos o como besuquean y ensalivan a las viejitas o regalan despensas o sillas de ruedas, nuevas o viejas con dinero que no es suyo, para transmitir la idea de que son personas sensibles, aunque detrás de esa conducta haya quizás   un oportunismo muy claro, una mente ya muy enfocada por lograr poder.

Urge acabar con el dedazo en todos los partidos y apuntalar la democracia. Esa práctica es perniciosa, no es sano que la voluntad de una persona decida el destino de un país. Recuerdo que en la sucesión de Miguel de la Madrid, hablé por teléfono con uno de los seis presidenciales de la pasarela, quien me dijo: “ hay, Carlos, una voluntad suprema, inquebrantable, que es la del presidente”, lo cual me desanimó porque siendo él un político de muy alto perfil – académico de altos vuelos, además – al que yo reconocía, se plegó a esa voluntad omnímoda que se inclinó por un candidato que se convirtió en presidente de México mediante un fraude.

El votante más informado reconocerá las reformas estructurales en el 2018 y el crecimiento económico sostenido los últimos cinco años sí, pero recordará también en el momento cumbre – al votar – las atrocidades del poder.