PRECIOS HASTA EL CIELO (Brutal, la afectación de la calidad de vida en todo México)

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana.

No se ustedes pero cuando compro alimentos, me doy cuenta que han escalado en sus precios a límites insospechados. Todo está por las nubes y las amas de casa se preguntan si habría alguna posibilidad de que pudieran ser sujetos a control, cuestión que dudo vaya a ocurrir.

Los comerciantes, como es su costumbre, alegan que todo ha “subido” y no dudan un instante en trasladar esos aumentos supuestos o reales de insumos al precio de los artículos que expenden. Es así que, en este momento, los consumidores están más que afligidos porque el gasto familiar no alcanza para lo básico. Y más preocupados están porque no hay autoridad alguna que defienda sus intereses, no hay manera de quejarse a ningún lado; bueno, si, a Guadalajara, a la Profeco, a la vuelta de la esquina!

Ante los incrementos en los artículos de primera necesidad, quedan anulados los que se fijaron a los salarios mínimos o a las pensiones. Todo indica que ante la pérdida del poder adquisitivo del salario, los mexicanos de menores ingresos tendrán, tienen ya dificultades para mantener a flote su economía endeble.

La pandemia del covid, la sequía en el norte del país que tiene a las presas a volúmenes inferiores, la extracción de los mantos acuíferos para la industria y las lluvias que son tardías e intermitentes en esta época en aquella región, más el conflicto – invasión de Ucrania por Rusia, se han combinado para originar una situación que está alterando y dañando la economía de México y de otras naciones como para demostrarse que el mundo es un todo y que cualquier parte que resienta un cambio repercute en él.

Lo que más ha subido de precio son carnes, leche, lácteos, granos, harinas, huevo, limón, pan y algunas legumbres básicas en la dieta familiar. En marzo pasado, reportan expertos, la inflación en alimentos rebasó el 12 por ciento anual muy por encima de la tasa general que fue de 7.28%. Además,  al subir el precio de energéticos como resultado de la guerra en Europa, se presiona hacia arriba los precios en el transporte y en la producción de derivados del petróleo.

Esas distorsiones son efecto de la descomposición de la política y de las ambiciones de poder de sujetos presuntamente llamados a la celebridad, como Putin. Este hombre, por muy inteligente que sea, no puede controlar los efectos de su política invasionista, de su genocidio. Si bien Rusia está sufriendo efectos negativos por su agresión a un país pacifista, hay repercusiones comerciales y en el ámbito energético en la mayoría de los países, que originan crisis de valor incalculables.

Pero lo que más lastima a la mayoría, es que no hay pista de que las autoridades de cualquiera de los tres órdenes de gobierno se interesen en el tema y se atrevan a dar un paso adelante para proteger la economía familiar. En algunos niveles de autoridad se dice que “no pasa nada”, que “todo fluye correctamente”, que “todo está controlado”, que “hay orden y honestidad”. Se cierra el entendimiento para saber que la dieta familiar ha disminuido, que las familias están desesperadas por no llevar a la mesa alimentos con los nutrientes requeridos y que, en términos generales, ha disminuido la calidad de vida. Se ignora que en medio de la crisis los niños y niñas aprenderán menos porque no se alimentan como debe ser. Y se da por descontado que las cosas no se resolverán así y que nuestro sistema escolar mantendrá en situación extrema al país por falta de una educación de calidad en todos los niveles.

Tomando esa realidad como base, no se encuentra explicación a la glorificación de los dirigentes del país partidarios del no pasa nada. La realidad económica está a la vista, solo no la percibe quien no quiere percibirla.

Por otra parte, el incremento inflacionario casi del 7.6 por ciento no puede ocultarse porque está a la vista, así como el deterioro del poder adquisitivo. No hay intervención oficial para frenar la escalada de precios, reitero; los negocios imponen su ley a falta de vigilancia de las autoridades que no cuentan con supervisores suficientes en las oficinas encargadas de esa labor. Mientras no hay presencia de ellas, los consumidores están siendo sometidos a pagar altos precios por alimentos básicos. Esto es de locura, reitero, para familias con presupuestos mínimos.

Las familias están viendo mermados sus ingresos en nuestra América y México no es la excepción, pero siempre nos dicen que hay otros datos diferentes. Nueve de cada diez hogares reportan deterioro en sus recursos disponibles. Millones de personas han perdido sus trabajos y dejado de pagar hipotecas, renta de casas, cuotas escolares, son menos los que viajan por la carestía de gasolina y casetas de peaje, la canasta básica está menguada y las enfermedades aparecen por falta de una dieta adecuada. Vamos de bajada.

Los datos que cité son de la OCDE, que también especifica que 27 por ciento de mexicanos consultados han fallado en cumplir con sus obligaciones como jefes de familia, un 40 por ciento tomó dinero de sus ahorros o vendió parte de sus bienes, otro 27 por ciento pidió prestado a amigos y familiares y un 18 por ciento pidió prestado ¡ para pagar préstamos!

El país vive, pues, en la atonía. Los dirigentes del país viven enfrascados en asuntos que tienen que ver con sus rivales ideológicos, en ajustar cuentas por hechos del pasado; hay un desorden bien organizado en materia de control de precios; todo gira en la órbita electoral porque importa más el poder que se pueda lograr o conservar mediante consultas forzadas que resolver problemas que están afectando (como la sequía) la viabilidad que debemos tener como país.

El gobierno federal y los estatales tienen que coordinarse y defender a los consumidores. Intervenir con la fuerza del Estado para impedir los abusos de los comerciantes, que están confortados vendiendo a cómo les place. Las protestas hasta hoy son aisladas frente al encarecimiento de productos básicos, pero seguramente que todo puede evolucionar a una situación que agrande el enojo popular.

Los ciudadanos podrán protestar para hacerse oír ante la sordera oficial, haciendo ver que los aumentos salariales se tornan inútiles ante la carestía. Se tiene que buscar la forma en hacer llegar productos básicos a precios accesibles a las localidades y regiones donde hay pobreza y más dificultades para vivir. Basta de pereza y simulación, hay mucho que hacer.